A casi 45 años del último golpe cívico militar eclesiástico del país, a 17 de la anulación de las leyes de impunidad por parte del Congreso nacional, y a cuatro de haberse radicado la más reciente denuncia sobre el tema, finalmente la Justicia federal comenzó a investigar la existencia de vuelos de la muerte que descartaron cuerpos sin vida de víctimas del genocidio a las aguas del delta entrerriano. Según una investigación periodística, fueron “cientos” los cuerpos arrojados. Aunque la causa aún no tiene víctimas ni victimarios identificados, la fiscal a cargo, Josefina Mignatta, se expresó entusiasmada: “Es fundamental para el proceso de memoria, verdad y justicia agotar todas las instancias de la investigación”, aseguró a PáginaI12.
El expediente sobre la existencia de vuelos de la muerte en la zona de Villa Paranacito, Entre Ríos, existe en la Justicia federal desde 2016, pero que no tuvo movimiento prácticamente desde entonces. La causa comenzó con una denuncia del periodista local Fabián Magnotta sobre aviones, helicópteros y barcos que, durante la última dictadura cívico militar, descartaron cuerpos sin vida en las aguas de ríos y arroyos de aquella zona del delta entrerriano. Los días posteriores se tomaron testimonios a vecinos y vecinas del lugar que coincidieron en haber visto aquello que Magnotta desarrolló en su libro “El lugar perfecto”.
Y no mucho más. En 2018, cuando Josefina Minotta se hizo cargo de la fiscalía federal de Concepción del Uruguay, donde había sido radicada la denuncia del periodista, inyectó energía y las cosas comenzaron a tomar ritmo. Entonces, solicitó una serie de medidas que comenzaron a dar resultado recién a principios de 2020. “Entre ellas, aparecieron partidas de defunción, fechadas entre 1976 y 1983, de cuerpos nn a los que les atribuyeron muerte violenta, que aparecieron en la zona del Delta y que fueron inhumados en cementerios de la zona”, explicó a este diario la fiscal.
De aquellos documentos también se pudo determinar que las actas de defunción fueron firmadas por una misma persona: un médico que residía en una de las islas de la zona. El hombre falleció hace relativamente poco. Su viuda, sin embargo, fue citada para la segunda ronda de testimonios de la causa, que tuvo lugar el 17 de diciembre pasado. Ni ella ni el resto de los familiares de otras personas que “vieron cosas” y que están fallecidos, pudieron aportar demasiado. A todas y todos los testimoniantes de aquella jornada le costó recordar. Sus exposiciones dejaban palpar el miedo, el no comprender bien las consecuencias de revelar aquello que saben que sucedió, aseguraron fuentes cercanas al expediente.
El puntapié
Fabián Magnotta es un periodista entrerriano. Nació en Gualeguaychú, de donde nunca se fue salvo en aquella época en la que estudió periodismo, en La Plata. Conduce un programa de radio en la señal que colaboró en fundar, Radio Máxima. Fue corresponsal de la agencia de noticias Diarios y Noticias, y escribió varios libros, entre los que se destaca la investigación que resultó en “El lugar perfecto”.
El primer dato lo obtuvo de un policía de la zona de Villa Paranacito que “sacó para afuera” el recuerdo que había compartido con él una ex novia: que en épocas de la dictadura la chica se había topado con un tambor de gasoil de 200 litros con un cuerpo en su interior tapado con cemento y la cabeza afuera. El hombre hizo la denuncia ante el Juzgado de Instrucción número 1 de Gualeguaychú y bajo identidad reservada, pero no pasó nada. Ya falleció.
Pero Magnotta sí avanzó. De a poquito, reunió testimonio tras testimonio: isleños, trabajadores de la madera, conductores de lancha almacén que repartían productos a los pobladores del delta, policías y ex policías. Los relatos son coincidentes y confirman no solo la aparición de cuerpos, envueltos en bolsas o colchas, atados de pies y manos o en barriles, en las aguas, sino también de dónde provenían. Vecinos y vecinas de Villa Paranacito y los alrededores del delta entrerriano que finalmente se animaron a contar lo que veían casi a diario durante la última dictadura: aviones hércules y helicópteros arrojar “bultos” en vuelo rasante hacia los ríos del delta; barcos de Prefectura descartar barriles cerrados a esas aguas, barriles que después descubrieron que contenían cuerpos. “Los relatos confirman la existencia de vuelos de la muerte en paranacito y alrededores. Esta zona fue el patio trasero del genocidio”, resaltó el periodista.
“El lugar perfecto” fue editado en 2012. En 2016, Magnotta se acercó a la Procuración general de la Nación, en Buenos Aires, y lo convirtió en denuncia.
El expediente
En diciembre pasado, el periodista volvió a testimoniar en la causa que encabeza la fiscal Minotta y está a cargo del juez de instrucción Pablo Seró. Porque su vínculo con el esclarecimiento de los hechos no culminó en el nacimiento de su libro. Continuó. “Aportó más información, porque siguió hablando con vecinos y vecinas y gente del lugar. Y también señaló posibles lugares de enterramientos clandestinos de los cuerpos que aparecieron en tambores”, apuntó la fiscal. A partir de esa información, la fiscal solicitará nuevas medidas para intentar dar con esos tambores. Buscarán, entre ellas, realizar un barrido de los cauces de los ríos Ceibo y Sauce, dos de los más importantes del lugar. Tienen decenas de metros de profundidad en algunas zonas, con lo cual es probable que algunos barriles continúen en los fondos.
A Magnotta, dijo a este diario, le “llegaron rumores de un posible cementerio clandestino ubicado detrás de lo que era la comisaría de Arroyo Merlo”, cerca de los ríos Sauce y Ceibo. “Esa comisaría fue desmantelada. Se dice que cuando empezó a haber movimiento en 2003 en relación con las leyes de impunidad quemaron todo, archivos de la policía de Gualeguaychú, archivos de la unidad penal local. Se ve que quisieron borrar a ese lugar de la historia”, contó. Ante el juez, la fiscal y la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, indicó que en los cementerios de Paranacito, Ibicuy, Ceibas y Gualeguaychú “pueden estar algunos de los cuerpos que aparecían. Se habla de centenares. Muchos no aparecían pero otros muchos sí. Los que aparecían flotando en el río o en tierra, Prefectura o la Policía los recogía y se los llevaba”, aportó.
La docente Graciela Calzada, cuyo testimonio integró la investigación de Magnotta, añadió que “había pobladores que enterraban ellos a los cuerpos que encontraban, por el monte”. La Escuela nº 49 de Arroyo Perdido, un arroyo que desemboca en el río Ceibo, fue el primer destino de Graciela como docente, no bien se recibió en su Rosario natal. Entre el 77 y el 80 educó a todos los niños y niñas de la población local y vivió en esa escuelita. “Conocía a todos, porque la escuela en esos lugares rurales funciona como amalgama de todo. Y la gente me contaba que aparecían cadáveres a diario, o que veía aviones tirar bultos desde el cielo. Yo escuchaba a los aviones. Y casualmente las noches en las que los escuchaba, durante la tarde pasaba Prefectura a avisarme que tratara de no salir de la escuela hasta el otro día”, recordó en diálogo con Página/12. Graciela vive en San Salvador de Jujuy. Aún no fue citada a declarar.
Los próximos pasos
“La causa está virgen, pero ya comenzó a avanzar. Tenemos que investigar en serio, vincularla a otras causas, entrecruzar datos, revisar el terreno”, apuntó la abogada Lucía Tejera, representante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que se sumó como querellante en el expediente en septiembre pasado. Además de las medidas solicitadas para intentar encontrar restos, la Secretaría también acompañará pedidos de intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense, inspecciones oculares en la zona y entrecruzamiento de información con otras causas de lesa.
Por el momento, no existen aún víctimas ni victimarios identificados en la investigación. “No sabemos de dónde partían los cuerpos descartados en las aguas del río ni quiénes eran, pero consideramos desde la Fiscalía que los hechos están probados. Son muchos los testimonios que coinciden y en un lugar tan rural como ese, hubiera sido muy difícil inventar. Es fundamental para el proceso de memoria, verdad y justicia que se agoten todas las posibilidades en la investigación”, concluyó.