Disfraces, pieles y cuernos, caras en éxtasis delirante, el Capitolio vuelto un carnaval, una secuela de Batman indica que ha ingresado en la ultraderecha una interpretación delirante del mundo, donde sus líderes no solo no son ajenos a la misma sino que la comparten.
Delirios que al mismo tiempo conjugan el anticomunismo y la antiglobalización , en un relato que dejó atrás la coherencia y que logra reunir las mismas amenazas en el mismo cuento.
La locura y neofascismo anudados al odio, en los White Trash ( blancos pobres ), un segmento oscuro de la población ( y no del Pueblo ) que trata de preservar su propio sentido bizarro y conspirativo de una "Democracia" y para ello se impone una violenta apropiación de la misma. Si a esto se lo llama todavía "populismo" es que no se muestran las cartas de la esperanza liberal ocultando el verdadero rostro del enemigo. Mientras, Europa con su mirada inevitablemente escandalizada teme en secreto ver en el espejo del Capitolio a su propio devenir histórico.
Una vez más todo lo que los espíritus ilustrados piensan que no puede ocurrir , finalmente ocurre. Nada es irreversible cuando los grandes nombres propios de lo público y la política han sido perforados por el capitalismo, y ahora son reemplazados por construcciones delirantes que ya no responden a los llamados "intereses " objetivos. Se trata de nuevo de la Ideología en su versión más subjetiva y mortífera.
El tapón de Venezuela que, de forma cómplice, usaron tanto los americanos, las derechas latinoamericanas y europeas ya no cubre nada , y ahora de la botella surgen las nuevas máscaras del odio neofascista.
Esto no lo organiza ni el Pentágono, ni la CIA ,ni las Fuerzas Armadas. Eso es lo que conocemos históricamente en los países periféricos, con la permanente colaboración de la Embajada norteamericana. Ahora una corriente de ultraderechas que surge del lugar más siniestro de la sociedad americana amaga con el hecho inédito de un ensayo de golpe anticonstitucional .
De este modo la ultraderecha muestra definitivamente que no acepta las reglas democráticas, aunque el partido Demócrata nunca hubiera iniciado un verdadero proyecto transformador. Esta vez se trata del asedio permanente que muestre hasta donde puede llegar el condicionamiento.
Este hecho confirma que lo que en su día se llamó derechas democráticas, en la pandemia del siglo XXI tiende a su extinción.
Surge una nueva voluntad de poder, que hay que saber descifrar, para dar cuenta de la captura de un sector importante de la población mundial que se identifica con ella.