La toma del Capitolio la semana pasada posiblemente sea uno de los grandes escándalos del 2021. Una imagen de Estados Unidos difícil de entender con el enfoque del desarrollo institucional y que obligó a hacer comentarios a un sinnúmero de analistas globales con lecturas que van desde el progresismo hasta los extremos conservadores.
La editora en jefe del semanario británico The Economist fue una de las voces que se mostró durante los últimos días lapidaria contra Donald Trump. “Es repugnante la visión de un presidente en funciones que insta a una turba a marchar hacia el Congreso, y que luego elogia la situación cuando todo se había convertido en un motín”, dijo Zanny Beddoes.
La editorialista planteó que “Trump es el autor de este ataque al corazón de la democracia y que sus mentiras alimentaron el agravio, su desprecio por la constitución lo centró en el Congreso y su demagogia encendió la mecha”.
En las palabras de Beddoes se interpreta que estos eventos fueron principalmente el acto de cierre de un individuo con poder que se empecinó en los últimos cuatro años en romper las lógicas de comportamiento del establishment.
¿Pero es la única lectura posible? ¿No existe un fenómeno más profundo que muestra las dificultades de Estados Unidos para crecer y mantener su liderazgo global? ¿O incluso la falta de capacidades de las sociedades desarrolladas para contener las expectativas de la población en una época en que los problemas de distribución son cada vez más desafiantes?
Posiblemente en las finanzas es donde se observan más fácil las contradicciones de la crisis. En el mismo momento que se desbordaba el Capitolio las acciones de Wall Street continuaban marcando niveles record de cotización. Los inversores parecen inmutables al desorden político en Estados Unidos, creen en el rebote de la actividad y la suba de los activos luce imbatible.
Sin embargo empiezan a aparecer voces de alerta que aseguran que avanza en forma silenciosa y preocupante una nueva crisis financiera que pone en riesgo la recuperación de la economía norteamericana y la de los países desarrollados en los próximos años. ¿Cuánto más pueden subir las acciones si los mercados internos tienden a estancarse?
La ex investigadora de Harvard Carmen Reinhart es una de las economistas que enfatiza sobre estos problemas. “El término crisis financiera se ha asociado durante mucho tiempo con el drama de las corridas bancarias y el derrumbe de los activos. Pero algunas crisis financieras no involucran momentos dramáticos como el de Lehman en 2008”, dijo la actual economista jefa del Banco Mundial en una de sus últimas columnas de opinión.
Aseguró que las corporaciones de las economías más grandes del mundo como Estados Unidos están muy endeudadas e incluyen préstamos de alto riesgo. En la Zona Euro crece la preocupación por los “préstamos dudosos” y sube el riesgo por la exposición a la deuda de los negocios inmobiliarios comerciales y hoteleros.
“Actualmente parece estar desarrollándose una crisis que no necesariamente incluye pánicos o huidas de activos pero que igualmente puede terminar imponiendo múltiples costos para las economías”, planteó.
En otras palabras: una crisis financiera que en lugar de estallar con un caos bursátil como en 2008 puede prolongarse en una recesión durante varios años y con posibles contagios sobre la deuda soberana.