El crecimiento de la industria en noviembre, el mayor registro desde febrero de 2018, fue un punto de inflexión. A partir de ahora el sector fabril empezará a recuperarse a tasas muy aceleradas. Una muestra de ello es el dato que anticiparon las automotrices de diciembre, con una expansión del 107 por ciento interanual. Las terminales produjeron 30.172 vehículos, más del doble que los 14.524 de igual mes de 2019.
A noviembre, la industria ya empleaba 1500 operarios más de los que había en febrero, antes de la pandemia.
La consolidación del rebote económico tras la caída más profunda de la historia -en abril, por ejemplo, las automotrices anotaron el record de producción cero- le impone al Gobierno una nueva agenda: la administración del crecimiento.
El desafío más importante en ese proceso es cómo evitar lo de siempre: que falten dólares. No solo de manera estructural, que es lo que debe resolver la Argentina a mediano y largo plazo, sino también en momentos como éste, de temporada baja de liquidación de exportaciones.
“Hay industrias que hace un año eran inviables que están trabajando tres turnos. Hay un sendero de recuperación muy marcado. Por supuesto que todo depende de la pandemia, pero con vacunación y protocolos, este año la industria tiene todo para crecer muy fuerte”, asegura un dirigente fabril.
En el gabinete económico manejan proyecciones del sector privado que hablan de un aumento de la producción automotriz de no menos del 50 por ciento contra 2020 y del 80 por ciento en el rubro maquinaria agrícola.
Todo ese crecimiento generará una mayor demanda de divisas para el pago de importaciones que requieren las fábricas, como insumos y maquinarias.
Ese es el contexto que explica las medidas de regulación cambiaria que tomó esta semana el Banco Central. Fue una decisión trascendente, orientada a dos objetivos: estimular la sustitución de importaciones y reservar los dólares para la producción local.
En concreto, la autoridad monetaria estableció que los importadores de bienes suntuarios no podrán acceder al mercado de cambios hasta un año después de realizada la compra. Cuando se quiera traer del exterior un auto de lujo, con valor igual o mayor a 35 mil dólares (FOB), el importador deberá conseguir que su vendedor le financie la operación o pagarlo con divisas depositadas fuera del país, pero el Banco Central no le entregará los billetes de sus reservas hasta que pasen doce meses. Lo mismo con motos de alta gama, jets privados de más de un millón de dólares, embarcaciones de uso recreativo, bebidas como champagne, whisky, licores y vinos con un precio superior a los 50 dólares el litro, caviar, perlas, diamantes y otras piedras preciosas.
Más importante en términos económicos es la segunda parte de la resolución del BCRA: impuso que los importadores de bienes finales de una amplia gama de productos, como lavarropas, lavavajillas, heladeras, hornos eléctricos, microondas, otros electrodomésticos, motos total o parcialmente armadas, sembradoras, cosechadoras, entre otros, deban esperar 90 días para comprar los dólares en el mercado oficial, con lo cual, también deberán procurarse su propio financiamiento de esas importaciones.
La estimación oficial es que el Banco Central se ahorrará unos 300 millones de dólares este año por la disminución de compras de bienes suntuarios, con autos y motos de alta gama en primer lugar. El desaliento a las importaciones de productos finales generará un alivio muy superior: entre 3000 y 3500 millones de dólares en el año.
Para evitar que los importadores vayan a buscar los dólares para esas compras a mercados alternativos, se les impide operar en el contado con liquidación o el dólar MEP.
“Lo que se está haciendo es administrar los pagos del sector externo para establecer un puente hasta que pase el verano, cuando hay menos ingreso de divisas, y se pueda alcanzar un acuerdo razonable con el FMI. Es esencial tener ese manejo inteligente de las divisas, premiando a las exportaciones, en particular las que generan más valor agregado, y guardando los dólares para las importaciones esenciales, como son las de la industria”, analiza el ex presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli.
El otro costado que aborda la medida es la protección de la producción local frente a la competencia importada. El gabinete económico observó un salto en las compras de bienes suntuarios y productos finales del exterior, pese a que en este último caso hay capacidad instalada en el país para abastecer esa demanda a precios equiparables.
“Los más ricos, con tenencia de dólares, están con una capacidad de compra increíble, con los dólares financieros a 145 pesos. La importación de autos de alta gama se estaba disparando. Fue un indicador de que había que hacer algo”, describen el proceso que llevó a la resolución del Central.
Intentar revertir esa situación es una señal clara del rumbo de la política económica. En el gobierno de Cambiemos, por el contrario, se levantaban las barreras para que entraran las importaciones y se consideraba que había rubros fabriles descartables.
La reacción desde la oposición, de economistas ortodoxos y sectores mediáticos afines fue advertir que faltarán heladeras, microondas, lavarropas y demás productos, y que los pocos disponibles de producción nacional serán caros y malos.
El Gobierno lo rechaza. Pone como ejemplo lo que ocurre en la industria automotriz, donde Toyota alcanzó un 40 por ciento de integración de sus vehículos con partes y piezas nacionales, y otras terminales, como General Motors y Renault, no llegan al 20 por ciento de utilización de componentes locales. Todos son competitivos, pero para el país un modelo aumenta la generación de empleo y mejora la ecuación de las divisas, y el otro atiende sobre todo el interés de las multinacionales.
Una ventaja adicional de la medida cambiaria del Banco Central es que esquiva vetos o rechazos de la Organización Mundial de Comercio. El organismo no puede opinar sobre la cuestión ya que se trata de un asunto de administración de divisas y no califica como medida arancelaria o paraarancelaria.
En ese sentido, el Banco Central también busca neutralizar maniobras especulativas como el adelanto de importaciones en momentos de tensión con el dólar, que terminan alimentando las corridas.
La paz cambiaria conseguida desde noviembre, con recuperación de depósitos en moneda extranjera del sector privado y aumento de reservas por casi 900 millones, es una batalla ganada por el Gobierno, pero los propios funcionarios admiten que las presiones de sectores devaluacionistas pueden resurgir en cualquier momento y con cualquier excusa. De ahí que el Banco Central y el Poder Ejecutivo decidieron avanzar con mayores controles y regulaciones para que el Estado tenga más herramientas para defenderse ante ataques especulativos.
El freno a las exportaciones de maíz, que forzó una negociación con exportadores y productores que estaban reteniendo el grano para que abastezcan la producción nacional de pollos, cerdos, vacas, tambos y huevos, es otro ejemplo de intervención estatal que busca desbaratar maniobras que afectan los bolsillos populares.
Del resultado de cada una de esas pulseadas dependerá el mayor éxito o fracaso de la política económica para consolidar un proyecto de crecimiento productivo con inclusión social.