“Todo empezó hace unos años –cuenta Jitrik a Las12– en una conversación con mi hermano. El me recordó lo que había sucedido en la Olimpíadas del 68 cuando los atletas negros estadounidenses fueron a retirar su medalla y alzaron el puño en símbolo de protesta. Casi les quitan el premio. Toda esa historia me hizo investigar de dónde venía esa actitud de resistencia y así llegué a ver varios documentales sobre los Black Panthers y especialmente me sensibilizó el de la directora francesa Agnes Vardá”.
La agrupación de los Panteras Negras nació en 1966 en California como autodefensa de la comunidad negra estadounidense y en contra del segregacionismo. Abusos policiales, espacios diferenciados para blancxs y negrxs, agresiones de grupos racistas eran la realidad cotidiana. Los Black Panthers tomaron su nombre aludiendo a la actitud de la pantera, que no ataca porque sí sino sólo cuando se siente acorralada.
“Venceremos. Back is beautiful” es una obra de Jitrik que sigue su tradición como retratista, por la cual cada cierto tiempo se sumerge en la investigación de un momento de la historia particularmente combativo y deja constancia de sus protagonistas a través de la realización de retratos, ya sea dibujados o pintados siempre a partir de fotografías. La serie “Venceremos” es una continuidad de su trabajo de la muestra “Socialista” donde retrató chicos del gueto de Varsovia, sobrevivientes de Austchwitz, amigos suyos que fueron guerrilleros en los 70 y contemporáneos como los del grupo peruano Tupac Amaru. También se hermana con su exitosa muestra “Federación Libertaria Argentina” donde retrató a los mártires de la huelga de Chicago a quienes volvió a retratar en su serie “Fondos de Huelga”.
Jitrik relaciona el combate de los Panteras con el movimiento de los piqueteros y de los desocupados de los 90 hasta la actualidad. Más allá de esta hermandad en el modelo de lucha, encontró en los Panteras una estética contundente que la fascinó. “A diferencia de la lucha de los negros en los años 50 –explica– donde trataban de parecerse a los blancos para encontrar un lugar en el mundo, los Black Panthers tuvieron una actitud y un lookazo que formó parte de su combate. Fueron tremendamente fotogénicos y fueron fotografiados por los mejores fotógrafos debido a su estética imponente”. Así es, desde el logo hasta sus peinados, la vestimenta, las fotos que se tomaban y la música marcaron su forma diferenciada de mostrarse ante el mundo.
Hermanadxs
El movimiento se recuerda hoy especialmente gracias a sus creadores Bobby Seale –aún vivo– y Huey P. Newton, fotografiados a dúo innumerables veces como verdaderos hermanos en armas. Las mujeres del movimiento probablemente fueron menos rescatadas en el relato histórico pero hubo panteras célebres: Angela Davis, Miriam Makeeba , Assata Shakur y Ericka Huggins. A estas dos últimas, Jitrik las retrata en sendos dibujos de esta muestrA. Hoy ambas están vivas y tienen 69 años. Erika Huggins es poeta y sigue siendo una activista que trabaja por los derechos humanos. Su historia de lucha comenzó en 1963 cuando se sumó a la Marcha de Washington, iniciándose en el activismo social siendo muy chica. En 1969, a los 18 años, se convirtió en líder de las Panteras Negras en Los Ángeles junto a su marido John Huggins. Durante 14 años luchó con los Panteras por los derechos civiles y fue la mujer que más tiempo perteneció al movimiento. A finales del 69, Erika y Bob Seale fueron falsamente acusados de conspiración por el FBI. Estuvo presa hasta 1972 cuando en un juicio fue sobreseída. Desde entonces se dedica a realizar conferencias a lo largo de Estados Unidos, incorporando la práctica espiritual como una herramienta de cambio. Trabaja especialmente con portadores de HIV junto a quienes desarrolla distintas prácticas de yoga que sugiere incorporar en sus tratamientos.
“El asunto de crearles falsas causas a los Panteras, causas increíbles, donde los acusaban desde violaciones hasta asesinatos que no cometieron, acusaciones excesivas e inverosímiles –cuentra Jitrik– también me hizo relacionar lo que le sucedió a muchos de ellos con lo que hoy le sucede a Milagro Sala”. Su audaz conexión quizá pueda entenderse si se indaga en la historia de Assata Shakur, aún hoy perseguida por el gobierno de Estados Unidos, quien a través del FBI le pone un precio de dos millones de dólares a su cabeza. Actualmente vive como refugiada política en Cuba y la entrega de su persona se encuentra en la mesa de negociaciones entre Raúl Castro y Donald Trump para la “normalización” de las relaciones entre ambos países. En su refugio cubano, Shakur escribió su autobiografía donde contó su versión de la historia, seguramente la verdadera historia.
Shakur narra allí que nació como JoAnne Deborah Byron pero luego de su paso por el College de New York decidió cambiar su nombre de esclava por el Assata (la que lucha) Shakur (la agradecida), en homenaje a su amigo Zayd Shakur. Bautizarse fue uno de los momentos claves de su toma de conciencia de su identidad como negra, que por ese entonces luchaba por la creación de una República Africana. En New York estudió y comprendió por fin los hitos clave de la historia americana que le habían sido ocultados: las luchas de lxs negrxs por su liberación, el significado real de la Guerra de Secesión, cuando la esclavitud es abolida por motivos principalmente económicos, el papel de personajes mitificados, como Lincoln. Se relacionó con grupos negros y comenzó a asumir su lucha como propia. “Siempre comenzábamos hablando de reformas y terminábamos hablando de revolución”, cuenta. En este tiempo comenzó a trabajar en un programa de ayuda para niños con dificultades en lectura y matemáticas. La enseñanza le gustaba, entendida a su manera rebelde y anti-burocrática, pero explica en su libro: “Por mucho que me encantara trabajar con niños, sabía que nunca podría participar en el tipo de educación oficialista. No iba a enseñar a ningún niño Negro a jurar la bandera o a pensar que George Washington era genial o alguna mierda por el estilo.” Una vez unida al movimiento de los Panteras, Shakur narra en su biografía que fue víctima de una persecución implacable por parte del FBI que la llevó a la cárcel en 1973 tras un incidente en el que fue acusada de haber disparado y matado a un policía a pesar de las evidencias existentes sobre la imposibilidad de este hecho. También cuenta que en 1979 consiguió escapar de la prisión de máxima seguridad de Hunterdon County -no rebela los detalles por cuestiones de seguridad- y cómo desde 1984 vive en Cuba donde se le concedió el estatus de refugiada política.
Nuestro presente
El lazo que traza Jitrik a través de sus pinturas y dibujos, conectando con gran sensibilidad la historia de los Black Panthers con la Argentina actual, opera en dos sentidos. Reconecta el momento histórico preciso de la luchas de sus retratadxs a la vez que sus rostros se reactualizan para ser la imagen idéntica de los muchos y muchas que a lo largo de la historia se empeñan por conseguir derechos elementales para las vidas cada vez más precarizadas y arrinconadas. “Es un gran desafío generar obras artísticas a modo de acercamiento a los Panteras cuando la estética ya está tan definida -escribe la curadora de la muestra, Raquel Masci,-. Magdalena Jitrik lo afronta con soltura y con las herramientas que dispone: conocimiento teórico, convicciones políticas y su hacer artístico. Así toma forma el retrato, citando a uno de los géneros pictóricos más tradicionales, para reinterpretar aquellas fotos de fines de los años 60 del siglo pasado que ya habían nacido con fortaleza estética y política.
En esta muestra se rinde homenaje, se recuerda y se trae al presente la lucha de este movimiento. Porque en la actualidad seguimos reclamando por la libertad de los y las presas políticas, seguimos exigiendo el fin del racismo, luchando porque no se segregue a los migrantes y no queden muertes en el olvido”.