Lo que solemos llamar “la Iglesia Católica”, a la que muchos visualizan como una institución monolítica, tiene en realidad muchas caras diferentes, formas de presentarse y posturas a veces imperceptibles para un observador externo, pero que existen y también van construyendo el perfil de la presencia de esa comunidad religiosa en la sociedad. El fundamento común de la fe -–que sigue siendo el ordenador de la expresión religiosa-- está muy lejos de constituir un cuadro normativo único e inmodificable. Aunque existan normas institucionales que rigen, se ejecutan, incluyen y excluyen.
Esa diversidad existe hasta en el cuerpo jerárquico, entre los obispos. No son todos iguales ni piensan de la misma manera. Pero más allá de la jerarquía hay también diferencias entre quienes ejercen distintos ministerios en la Iglesia como el caso de los sacerdotes. Y, en particular, entre los curas de claro compromiso social con los más pobres y excluidos hay también modos de ser y de actuar que distinguen a unos y a otros. Aunque la crónica periodística suele confundir a los “Curas villeros” (CV) con los “Curas en la opción por los pobres” (COPP) se trata en realidad de dos agrupamientos diferentes, aunque con raíces comunes y, si bien con muchas coincidencias, también con acentos que los diferencian. Es más. Aunque de ninguna manera se pueda hablar de “grieta” entre estos curas que trabajan en medios populares y muchos de los sacerdotes sonríen y hacen bromas cuando se habla de “bandos”, otros se molestan cuando la prensa los confunde o los iguala. También es cierto que hay quienes se identifican tanto con los CV como con los COPP y no tienen mayor problema en ser reconocidos bajo una u otra denominación. Lo importante, dicen quienes se alinean en esa posición, es “la cercanía con el pueblo y el anuncio del Evangelio desde los sectores populares y junto a ellos”.
La historia
Una buena referencia histórica para rastrear el origen de los movimientos sacerdotales, remite a los años setenta, con posterioridad al Concilio Vaticano II. En esa década, a lo largo y a lo ancho de América Latina y alimentados también por la “opción por los pobres” impulsada por la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín, 1968), surgieron grupos de sacerdotes reunidos en torno al compromiso social con el pueblo y claramente con la consigna de “la liberación”, algo que también se manifestó en el pensamiento eclesiástico --aunque con diferentes acepciones-- como la “teología de la liberación”, una corriente religiosa de cuño latinoamericano.
En Argentina, esa expresión sacerdotal se reunió bajo el nombre de Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) en cuyas filas se enrolaron figuras de enorme peso político, social y religioso como el cura Carlos Mugica, asesinado en 1974, y otros como Alberto Carbone, Domingo Bresci, Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza, Rolando Concatti y Rubén Dri, para mencionar tan solo algunos referentes. También hubo víctimas de la dictadura cívico militar entre los integrantes del MSTM.
Por diferentes motivos, entre los cuales cuenta la represión de la dictadura y la persecución institucional de la jerarquía católica, el MSTM se disolvió y fue en 1986 cuando un grupo de sus antiguos integrantes a los que se sumaron otras más jóvenes, dio vida a lo que hoy se conoce como COPP. Desde entonces y hasta ahora, el nuevo nucleamiento se mantuvo activo, con encuentros anuales, actividades, pronunciamientos y presencia constante en la vida eclesiástica, pero sobre todo social y política del país y en directa relación con los barrios, los movimientos populares y las organizaciones de base.
Pero simultáneamente y sin directa relación con los COPP también se reunían en Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires algunos sacerdotes autodesignados como “curas villeros” por el hecho de que vivían en las villas y ejercían allí su trabajo pastoral. Al comienzo del gobierno pastoral de Jorge Bergoglio en la arquidiócesis de Buenos Aires (1998-2013), el ahora Papa decidió la creación de las “pastoral de villas de emergencia” otorgando institucionalidad a un fenómeno que se venía registrando en parte del clero joven: la decisión de los curas de ir a vivir a las villas. Una práctica que, por otra parte, alentó el propio Bergoglio. Con el tiempo la Pastoral de Villas fue dando lugar a lo que hoy se conoce como los “curas villeros” (CV) no sólo en la capital, sino también en otras diócesis del conurbano.
Similitudes y diferencias
Lo que sin duda iguala a uno y otro grupo de sacerdotes es su compromiso con los pobres, aunque esa vocación se asuma con características y acentos distintos. Y también todos estos curas son pobres. Lo reconocen los fieles con quienes conviven en los barrios. Muchos de estos sacerdotes realizan tareas remuneradas para satisfacer sus necesidades básicas. La gran mayoría de los sacerdotes católicos no son ricos en la Argentina, aunque existen excepciones. Es diferente esa realidad en otros lugares de América Latina.
También hay en ambos grupos una raíz política común vinculada al peronismo, aunque la explicitación de esa vinculación sea mucho más evidente en los COPP que en los villeros. Unos y otros reconocen como maestro teológico a Lucio Gera (1924-2012), uno de los más destacados teólogos católicos contemporáneos de la Argentina con mucha repercusión en América Latina y que marcó a varias generaciones, también de obispos, con la llamada “teología del pueblo”. Gera también fue activo participante del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
A la hora de las diferencias puede decirse que, sin renegar de esa raíz común, varios de los COPP han tenido y mantienen un diálogo más cercano y frecuente con la “teología de la liberación” latinoamericana cuyos principales exponentes han sido el peruano Gustavo Gutiérrez y el brasileño Leonardo Boff, en tanto los curas villeros se apoyan más directamente en la línea de pastoral y religiosidad popular del también cura Rafael Tello (1917-2002) y en la vertiente teológica del jesuita Juan Carlos Scannone (1931-2019), ambos argentinos y este último profesor también de Jorge Bergoglio.
Los COPP tienen una mayor presencia nacional, están distribuidos en mayor medida por todo el país. No así los curas villeros que se aglutinan básicamente en la Capital y en algunos municipios del Gran Buenos Aires.
Si bien unos y otros tienen una relación permanente con el mundo de la política y con las organizaciones que la integran, los COPP son más frontales y directos para hacerse cargo de los temas de la agenda del país, en tanto que los CV guardan mayor distancia y precaución cuando ingresan en cuestiones que rozan lo partidario. Ambos grupos alimentan un diálogo fluido con la dirigencia política tanto de base como con referentes nacionales, algo que los COPP no ocultan: hasta suelen aparecer públicamente en actos partidarios, mientras que los CV son muchos discretos y remisos a este tipo de exposiciones públicas.
La relación con la institución eclesiástica
Detrás de esta diferencia está siempre presente la relación que ambos grupos tienen con la institucionalidad eclesiástica y, en particular, con los obispos. Los curas villeros cuentan con reconocimiento de la jerarquía y con su respaldo, lo cual también limita su margen de maniobra sobre determinados temas. Será difícil ver un pronunciamiento de los CV que entre en contradicción con el pensamiento de la jerarquía católica y, en algunos casos, también estos curas se transforman en voceros del episcopado cuando las necesidades institucionales lo requieren.
En cambio los COPP actúan con relativa autonomía respecto de los obispos, si bien todos ellos están “legalmente” encuadrados en sus diócesis y en la Iglesia argentina. Pero se trata de vinculaciones más autónomas, habitualmente mediadas por obispos locales, algunos más afines al movimiento y otros apenas tolerantes con su existencia. Esto hace también que la agenda de los COPP esté mucho más cercana a los debates políticos (por. ejemplo: el reclamo por la liberación de los presos políticos) que la de los CV generalmente alineados con el episcopado (por ejemplo en relación al tema del aborto).
Aunque en ambos grupos se cultiva la horizontalidad, por imperio de las circunstancias y por definición mediática también aparecen los referentes. Así entre los villeros suelen sobresalir el obispo Gustavo Carrara (que además es responsable de la Pastoral de Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Buenos Aires) y el sacerdote José María “Pepe” Di Paola. Ambos son los que más atención ocupan por parte de medios y periodistas, en la misma forma que Eduardo de la Serna y Francisco “Paco Olveira son reiteradamente solicitados como voceros de los COPP, aunque otros sean actualmente los responsables de la coordinación.
Para despejar posibles dudas habría que decir que entre los grupos no existe “grieta” ni enfrentamientos, aún cuando de ambos lados se marcan las diferencias. Entre ellos y con cierta ironía suelen calificarse de “primos hermanos”. En el pasado reciente alguien trató de explicarle a Alberto Fernández los motivos de tales diferencias y, según relata un testigo, el Presidente tácticamente dio el paso al costado negándose a escuchar tales elucidaciones con el argumento de que “para internas… me alcanza con las del peronismo”.