Tenía que ser Charlie Brooker. Junto a Anabel Jones, el guionista y productor inglés le dio forma en 2011 a Black Mirror, esa serie distópica ma non troppo que, bajo una pátina de ciencia ficción, dibujaba una realidad bastante más cercana. Y si 2020 fue un año muy Black Mirrorun año que en los hechos no terminó, más allá de lo que indique el calendario-, tenía que ser esa dupla la responsable del documental que puede verse en Netflix, un contundente resumen de la temporada más desquiciada que todo ser vivo en la Tierra haya visto. Tan contundente como para decantarse por el título perfecto: Death to 2020. Muerte al 2020.



Como en aquella serie que producía encantamiento y rechazo por igual, pintura de una Humanidad bastante desquiciada, Muerte al 2020 borronea los límites entre realidad y ficción. Pero ese borroneo se produce en un contexto en el que los sucesos son identificables, forman parte de una historia dolorosamente reciente: el cruce entre documental y mockumentary tiene líneas precisas que hacen aún más efectivo el despliegue de ironía y sarcasmo con el que por momentos es preferible abordar el largo camino de un año inolvidable... por las peores razones.

El arma más contundente del film disponible en la plataforma desde fines de diciembre está en el elenco, que –junto a la voz en off de Laurence Fishburne- ordena el relato, aporta testimonios para analizar y comentar la lisérgica cadena de sucesos que entregó la temporada. A la cabeza aparece Samuel L. Jackson, que dignifica todo personaje que se calza y es aquí Dash Bracket, periodista del New Yorkerly News: es bien suya la mordacidad con la que revisa el recorrido de Donald Trump, desde el asesinato del general iraní Qasem Soleimani el 3 de enero y pasando por su desmanejo de la pandemia, sin olvidar la muerte de George Floyd y la potencia de #BlackLivesMatter. Todas sus referencias sirven de marco al hecho más reciente, el asalto al Capitolio que quedó fuera del recuento apenas por días.

Pero Muerte al 2020 se apoya en otras apariciones que le dan un tono más soportable a un año insoportable. Hugh Grant es Tennyson Foss, un historiador que paladea su whisky ("Mi pequeño ayudante") mientras ofrece análisis que por momentos se apoyan en el rigor académico, y castiga con ganas al "Primer Ministro espantapájaros" Boris Johnson, pero desbarranca cuando presenta situaciones de Game of Thrones o Star Wars como hechos reales. Lisa Kudrow, la inolvidable Phoebe de Friends, está en su salsa como Jeanetta Grace Susan, vocera “no oficial” del republicanismo trumpista: la negación de las acciones de Trump, la acusación a los medios como responsables de todos los males y la rotundez conque larga frases como “Ucrania no existe” explota en el final, con un giro que no conviene develar aquí. Tracey Ullman la descose en su interpretación de la mismísima Reina de Inglaterra, que solo pierde su envarada compostura cuando se menciona al príncipe Harry y Meghan Markle y protagoniza un hilarante mensaje "a los habitantes de la Tierra" en YouTube. 

Lisa Kudrow es Jeanetta Grace Susan, vocera republicana.

Tratándose de una producción de Brooker, el documental "falso pero no tanto" dedica varios pasajes al rol de la tecnología y las redes sociales en el año pandémico. Hay un guiño en la elección de Kumail Nanjiani, una de las caras de la serie Silicon Valley, que aquí representa claramente al mundo Zuckerberg como Bark Multiverse, CEO de la compañía tecnológica Shreekr. "Cuando escuché a Greta Thurnberg en Davos comprendí que debía hacer algo", señala el gurú informático. "Entonces me compré una montaña en Nueva Zelanda, la dinamité y construí este bunker", completa, y cuando la asordinada voz en off del mismo Brooker le pregunta si no le preocupa que la gente esté diciendo que es un egoísta, apenas se encoge de hombros: "El bunker está insonorizado".

A medida que el recuento avanza y los efectos del coronavirus van convirtiéndose en monotema, Muerte al 2020 va acercándose más y más a esas cuestiones que hicieron de Black Mirror una serie tan inquietante. Joe Keery, una de las estrellas de Stranger Things, es Duke Goolies, un YouTuber con la profundidad de pensamiento de una palangana pero millones de visionados que lo convierten en referente, cuyo principal atractivo es "reaccionar" en cámara frente a sucesos (y si algún lector cree que eso es improbable, se recomienda dar un paseo por esa plataforma). Leslie Jones, ex integrante de Saturday Night Live, no tiene pelos en la lengua como una psicóloga a la que la cuarentena le vino bien porque "la verdad es que no soporto a la gente, fue una bendición". La desazón del científico Pyrex Flask (Samson Kayo) frente al modo en que los productores insertan "imágenes atractivas" en sus testimonios bien podría ser la que sienten los especialistas que son cuestionados por panelistas y opinadores en los medios argentinos.

Tracey Ullman, Reina de Inglaterra.

Y más allá de las "voces autorizadas", Death to 2020 dedica dos personajes a dibujar una parte esencial del año pandémico, que ayuda a entender ciertos procesos: la gente común, los usuarios de la tecnología, los consumidores digitales. Con sus ojos saltones y su actitud anestesiada, Diane Morgan (After Life) es la "ciudadana media" Gemma Nerrick, que arrastra como puede la vida en cuarentena: tras ver todo el contenido de la misma Netflix, se apasiona con una serie llamada "América" que, a través de los canales de noticias estadounidenses, transmite una historia tan apasionante como descabellada. "Me sentía tan sola que desarrollé a propósito un trastorno de personalidad múltiple... pero se me hizo muy difícil mantener a las diferentes personalidades en distanciamiento social", señala la "aislada" británica, que tiene su contraparte estadounidense en uno de los más acabados retratos del usuario manipulado por las fake news: la irresistible -en el peor sentido del término- Kathy Flowers. 

A Cristin Milioti se la había visto en How I Met Your Mother y en un dramático rol en la segunda temporada de Fargo pero aquí, como la perfecta ama de casa norteamericana, familia tipo y siempre atildada y bien maquillada, es un excelente resumen del target fértil para la manipulación mediática. Su encantamiento con las "revelaciones" del foro Ivory Fist, la desconfianza hacia todo ciudadano de piel oscura -que incluye al mismo sonidista del documental-, la naturalidad con la que señala que dejó de confiar en el inmunólogo Anthony Fauci cuando se enteró que "en realidad es un actor", representa brutalmente un estado de las cosas demasiado cercano.

Así, a pesar del trazo grueso y algún chiste demasiado fácil que surge aquí y allá, Muerte al 2020 cumple sobradamente con el objetivo de repasar el año más desquiciante de la historia contemporánea, provocar una sonrisa y más de una carcajada y dejar material de reflexión sobre el grado de locura colectiva alcanzado por una Humanidad en jaque por un virus que no pide permiso. Una realidad que a menudo se desea solo ficción. Un espejo negro cuya dimensión aún hoy, cuando ya es 2021, sigue siendo insondable.