Después de un año de organización en secreto, 226 empleados de Google anunciaron lo que para muchos parecía imposible: la formación de un sindicato al interior de una de las empresas más grandes y poderosas del mundo. En apenas una semana ya son más de 700 afiliados y van por más. El gremio, denominado Alphabet Workers Union (AWU), es el primero abierto a todos los empleados y contratistas de cualquier compañía de Alphabet, multinacional estadounidense cuya principal filial es Google. Los miembros de AWU pagarán cuotas mensuales, elegirán una junta directiva y tendrán representantes permanentes. La mayoría de sus integrantes son de cuello blanco: ingenieros de software, desarrolladores y programadores altamente calificados, muy bien remunerados y ubicados en una región antisindical por excelencia, Silicon Valley.


Atrás parecen haber quedado los tiempos en los que Google era presentada como una compañía modelo por el trato con sus empleados. Un lugar que formaba parte de las aspiraciones de muchos estadounidenses, pero también de trabajadores de distintas partes del mundo. El nuevo colectivo de trabajadores no solo se centrará en los salarios sino que también pretende ocupar un rol estratégico en las decisiones éticas del gigante tecnológico y en la protección contra despidos arbitrarios. Además se presume que el presidente electo Joe Biden considerará las demandas antimonopolio que su gobierno heredará del Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio. "Queremos un foro que represente la voz de los trabajadores. Queremos que todos puedan hablar en contra de la injusticia sin temor a represalias", asegura la ingeniera de software Raksha Muthukumar en diálogo con PáginaI12.

En ninguna empresa de tecnología la voz de los trabajadores se viene sintiendo más fuerte que en Google. En 2018, más de 20 mil empleados convocaron a una huelga para protestar por la forma en que la empresa maneja las denuncias de acoso sexual que salpican a altos cargos ejecutivos. Otros se oponen a decisiones comerciales que consideran poco éticas. Por ejemplo, dos años atrás más de cuatro mil trabajadores se opusieron a un contrato que Google firmó con el Departamento de Defensa estadounidense. El llamado Project Maven consistía en el desarrollo de herramientas basadas en inteligencia artificial para ser usadas en drones militares. Doce empleados renunciaron por ese motivo. Ante la lluvia de críticas, la compañía fundada en 1998 decidió no renovar el contrato con el gobierno de Donald Trump.

Raksha Muthukumar es un caso testigo de lo que vienen atravesando los trabajadores de Google en los últimos años. Muthukumar nació en la India pero vivió en Estados Unidos la mayor parte de su vida. Estudió ingeniería en Atlanta y se mudó a Nueva York para perseguir su sueño de trabajar en Google. "Me uní a la compañía porque se suponía que era un lugar donde la gente podía hablar cuando veía algo mal. Se suponía que era una empresa diferente, una que optaba por hacer mejores cosas en el mundo. Desafortunadamente en los últimos años el tono parece estar cambiando", advierte Muthukumar, y agrega que "se han repetido despidos por el solo hecho de decir que las cosas están mal, como el caso de la doctora Gebru".

Raksha Muthukumar, programadora de Google

La joven programadora india se refiere al despido de Timnit Gebru, investigadora de ética de inteligencia artificial y una abierta activista por la diversidad. Gebru recibió un mail a principios de diciembre mientras estaba de vacaciones. "Aceptamos tu dimisión inmediatamente a partir de hoy", le escribió una vicepresidenta de la compañía. El problema es que Gebru no había renunciado. La decisión de Google habría sido provocada por un correo interno en el que criticaba la censura de un paper académico.

En un artículo de 2018 Gebru había descubierto junto a otros investigadores que las nuevas tecnologías de reconocimiento facial solo se equivocaban al detectar el género de hombres blancos en el uno por ciento de los intentos, pero el porcentaje ascendía al 35 por ciento con las mujeres negras. Debido a la gran repercusión que tuvo esa investigación, Google la contrató para que lidere el equipo de ética en Inteligencia Artificial. Estaba escribiendo un nuevo paper planteando que las empresas tecnológicas podrían hacer más para que los sistemas de inteligencia no repliquen patrones discriminatorios históricos. Pero eso parece haber sido demasiado para Google. Al menos 2.351 empleados de Google y 3.729 académicos de todo el mundo firmaron una carta repudiando el despido de Gebru. Su caso fue el disparador para que los empleados agrupados en AWU salieran de la clandestinidad.

Google se vio contra las cuerdas en los últimos meses a causa de un control creciente por parte del regulador de la competencia de Estados Unidos y los fiscales generales de varios estados, lo que le ha costado varias denuncias antimonopolio. Una de las principales voces que se levantaron contra ese tipo de prácticas es la de la senadora y excandidata presidencial demócrata Elizabeth Warren, quien en marzo de 2019 publicó un plan en el que llamó a realizar "grandes cambios estructurales" para dividir a gigantes como Amazon, Facebook y Google. A esta última también le exigió respuestas luego de que un informe del New York Times descubriera que tiene más trabajadores temporales y contratados que empleados a tiempo completo, que suelen realizar el mismo trabajo y por salarios más bajos.

"Las principales preocupaciones de muchos trabajadores han sido las represalias de parte de Google hacia empleados que denuncian los actos indebidos de la compañía. De hecho, hace algunos meses, el Panel Nacional de Relaciones Laborales (NLRB por sus siglas en inglés) acusó a Google de haber despedido a ciertos trabajadores ilegalmente. Además, hay muchas preocupaciones en nuestro sector sobre el trato hacia las mujeres y las minorias raciales, así como gente que está bajo contratos temporales", asegura Alan Morales, ingeniero de responsabilidad cibernética. En lugar de escuchar a los trabajadores, Google contrató a la consultora IRI Labor Relations para impedir que se agrupen.

"Esperamos que Google respete nuestro derecho de organización laboral y la companía esté dispuesta a colaborar con nosotros para negociar las condiciones laborales", advierte Morales, quien llegó desde Guatemala a Estados Unidos para desarrollar su carrera en el campo de la tecnología. "Una de las razones por las cuales el sindicato se creó es precisamente para obtener la atención de la companía y recibir una actitud receptiva de la companía hacia los deseos de los empleados. Confio que en cuanto más crezca el sindicato, tendremos más poder para negociar y tener la recepción de la companía a nuestros deseos como empleados", advierte Morales.

La afiliación de los trabajadores estadounidenses ha disminuido desde un 35 por ciento en 1954 a un 20 por ciento en 1984 y un 10 por ciento en 2019 de acuerdo a la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. Este nuevo gremio abre una esperanza para la organización sindical en la burbuja de Silicon Valley. "No estoy tan preocupada como emocionada de que las cosas puedan cambiar este año", asegura Muthukumar. Para esta mujer nacida en Chennai, "muchos otros trabajadores tecnológicos y de cuello blanco se darán cuenta de que un sindicato podría serles útil, y eso nos permitirá ver una expansión de los derechos de los trabajadores y la solidaridad en otras industrias también".