“Mirar el mundo a través de un plato simple, que condensa los sabores más preciados de una región, es entrar a un mundo de cocinas tradicionales, de folclore, de historias de familia transmitidas de generación en generación”, dice la laureada chef estadounidense Jenn Louis, que propone hoy día dar una vuelta al mundo en 131 recetas de 64 países “a través de una de las comidas más humildes y queridas, con numerosísimas interpretaciones: la sopa de pollo”. Para gustos, los colores que se desprenden de su rica selección: desde el Ohn-no khao swè, plato birmano a base de fideos de trigo en caldo de pollo al curry y leche de coco, con toques de jengibre, ajo y pimentón; hasta la tradicional sopa georgiana Chikhirtma, que además de pollo, lleva yemas de huevo y hierbas frescas y, según dicen, es mágica cura para quienes han empinado el codo y lidian con flor de resaca. La chorba bayda argelina, el sancocho colombiano y el panameño, el kao tom gai tailandés, la sopa de picadillo andaluza; otras recetas de rechupete que incluye Louis en The Chicken Soup Manifesto, su tercer y último libro, al que anteceden Pasta by Hand y Book of Greens.
“Puede que cada cultura tenga una idea diferente sobre qué es una sopa de pollo, pero en general persiste la creencia de que tiene cualidades curativas”, señala la informada cocinera sobre este nutritiva comida, desglosada en sus muchas variantes por continente y país. Más allá de que algún tiquismiquis objetará que algún que otro caso es más guiso que sopa, sirve el registro no solo por el paso a paso para intentar replicar variantes de todas las latitudes: cuenta también con jugosa info histórica, geográfica, sociopolítica. Por caso, que la sopa kanjee de Sri Lanka “se suele comer tras romper el ayuno del Ramadán”; o cómo la sopa pho de pollo vietnamita devino “popular en los 30s como alternativa a la carne de res, tras restringir el gobierno la venta de carne vacuna entre locales, para así satisfacer la demanda de los colonos franceses”.
Sobre sus mentadas bondades medicinales, tan
asociadas a combatir resfriados, recuerda la revista Smithsonian que “durante
siglos han habido culturas que confiaban en sus cualidades curativas. El médico
y filósofo persa del siglo XI Ibn Sina, por ejemplo, consideró al plato sanador,
al igual que Moisés Maimónides en el siglo XII. Actualmente, no existe
evidencia concluyente de que esta comida reconfortante sea un remedio casero,
pero sí hay un puñado de estudios científicos que sugieren que la sopa de pollo
realmente podría tener valor medicinal”. Dependerá, obvio es decirlo, de cómo
se acompañe, sazone, si se opta o no por carne orgánica… Dicho lo dicho,
recomendaba allá en el siglo XVI el Manual
de mujeres en el cual se contienen muchas y diversas recetas muy buenas,
libro español y anónimo, trozar un pollo, tirar todo lo graso, preparar en agua
con nuez moscada, canela, clavo y jengibre molidos; sacar del fuego, esperar
que se espese, y “como se espese, dad esta agua al que estuviese enfermo, y
sanará”.