En Alemania, le dicen Erdbeerwoche, cuya traducción al castellano sería “semana de la frutilla”; en Suecia, Ligonveckan, “semana del arándano”. “Me cantó el gallo”, puede escucharse por Puerto Rico; mientras finlandeses recurren a la displicente Hullum lechman tauti, o sea, “enfermedad de la vaca loca”. Apenas algunos modos de referirse a la menstruación porque, de tan extendido el tabú, aunque haya habido avances, llamarla por su nombre todavía resulta esquivo. Da prueba el estudio que, pocos años atrás, se propuso averiguar cuántas formas coloquiales existían en el mundo para hablar de la regla y, tras preguntar a 90 mil personas de casi 200 países, la indagación semántica logró reunir… más de 5 mil eufemismos. Bloody Mary, Código rojo, Juanita la colorada, la tía Flow (flujo), variantes de distintas latitudes. En Dinamarca, aún puede oírse quien diga “Hay comunistas -rojos- en el patio”; y aunque ligeramente pasada de moda, es parte del repertorio francés la belicosa Les Anglais ont debarqué, frase que habría sido acuñada en tiempos napoleónicos, guiño al escarlata uniforme militar del enemigo inglés y al reguero de hemoglobina que dejaba a su paso. También del idioma galo, Ragnagna, invención que imitaría la onomatopeya del quejido de una mujer irritable, de mal humor cuando está “indispuesta”, “en esos días”…
Pues, en el cantón francófono de Vaud, a pocos kilómetros de la pintoresca Lausana, dos mujeres han tomado esta última y desdeñosa expresión y, no sin cierta ironía, le han dado un petit giro, bautizando a su flamante tienda: Rañute. Una boutique que se jacta de ser “la primera ciento por ciento dedicada a la menstruación en Suiza”, en palabras de Alexandra Wheeler y Eléonore Arnaud, sus fundadoras. Que sí, que sí, que hay negocios virtuales de la misma índole, pero aclara el dúo que ha montado un negocio in situ, donde cualquiera pueda arrimarse para pispear su ecléctica oferta de productos y servicios sin que medien pantallas o clicks. No es que sean anticuadas: es una manera, explican, de no incrementar las emisiones de dióxido de carbono que produce el reparto de compras online. Además de permitir una mejor atención, más personalizada. “No hay a quien pedirle consejo en farmacias, supermercados o tiendas de ropa interior y, seamos honestas, no siempre es fácil ponerse una copa menstrual por primera vez y que el ajuste sea perfecto”, señala el dúo.
“Si existen locales especializados en gafas, en cigarrillos electrónicos, en prácticamente cualquier cosa, ¿por qué no abrir un espacio temático que reúna todo cuanto existe sobre menstruación?”, redoblan Wheeler (30), de origen sudafricano, y Arnaud (40), francesa. Aunque, en honor a la precisión, hay curaduría en su selección: solo tienen a la venta ítems que sean respetuosos del medioambiente y de la salud reproductiva. “En promedio, un cuerpo gestante usa 11 mil tampones a lo largo de su vida. A diferencia de lo que sucede con los productos cosméticos, sus fabricantes no están obligados por ley a mostrar su composición. Y según una enorme cantidad de fuentes, suelen contener sustancias químicas peligrosas como el glifosato, pesticidas carcinógenos o disruptores hormonales capaces de alterar el equilibrio del organismo”, subrayan, reparando además en que las toallitas comerciales hacen mella en el planeta Tierra, en tanto están hechas de un alto porcentaje plástico que tarda añares en degradarse.
En la recién estrenada Rañute, a disposición bombachas y bañadores menstruales, con diferentes niveles de absorción; toallitas reutilizables, lavables, además de compresas desechables pero biodegradables, ecológicas. Hay esponjas marinas, alternativa ecofriendly para reemplazar al tampón; copas menstruales de distintas marcas y medidas, también jabones libres de químicos para lavarlas en cada ocasión. Hay libros; hay tecitos con variedad de hierbas que ayudan a lidiar con el dolor; hay simpáticas almohadas con forma de gotita de sangre, cómo no. También hay bragas diseñadas para quienes tienen incontinencia urinaria, productos para fortalecer el suelo pélvico, largo el etcétera… Una semana al mes, por cierto, bajan los precios: un modo de reclamar que se elimine el impuesto (de casi un 8 por ciento en Suiza) a estos bienes de primera necesidad.
Vale decir que la dupla logró financiar su propuesta vía micromecenazgo, gracias a la contribución de cantidad de personas que arrimaron unos francos. Aún más, a tal punto el entusiasmo de la potencial clientela, que no solo la campaña recaudó lo previsto en poco tiempo: lo duplicó. Dicho lo dicho, en breve sumarán workshops y charlas (sobre endometriosis y menopausia, por caso), además de exposiciones de arte temáticas.