Por fin adolescente 6 puntos
Big Time Adolescence; EE.UU., 2019.
Dirección y guion: Jason Orley.
Duración: 91 minutos.
Intérpretes: Griffin Gluck, Pete Davidson, Emily Arlook, Jon Cryer,
Sydney Sweeney, Oona Laurence.
Estreno disponible para su alquiler en Flow y Google Play.
A mitad de camino entre la tradicional comedia high school y el relato de crecimiento, la opera prima de Jason Orley hace uso, pero no abuso, de una buena cantidad de lugares comunes para contar nuevamente la historia de un chico al borde del comienzo de la madurez. Por fin adolescente alterna momentos de comedia con otros empapados de tristeza, cuando no utiliza ambos tonos al mismo tiempo; al fin y al cabo, el patetismo puede hacer reír y generar piedad sin que un elemento elimine al otro de la ecuación. Y es que Monroe (Griffin Gluck), que acaba de cumplir dieciséis años, sigue juntándose con el grandulón Zeke (Pete Davidson), que con sus 23 años a cuestas parece no haber dejado atrás la adolescencia. Años antes, cuando Monroe era un niño y Zeke salía con su hermana mayor, la posibilidad de pasar el rato con chicos y chicas mayores era un sueño hecho realidad. Ahora ocurre algo similar, aunque el protagonista no termina de caer en la cuenta de que (sí, aunque suene algo moralista) suele haber una edad para todo.
Al menos eso es lo que le dice a Monroe su padre, paciente y comprensivo, pero preocupado por el futuro de su hijo. Davidson fue visto recientemente en The King of Staten Island, de Judd Apatow, cuyo personaje central posee varios puntos de contacto con este Zeke, otro alter ego de una tipología que el actor viene desarrollando desde los inicios de su carrera en Saturday Night Live. El muchacho vive en la casa de su abuela fallecida tiempo atrás y, en líneas generales, la vida se reduce a reunirse con sus amigotes a beber, fumar y jugar videojuegos. Eso y algún trabajo semi formal atendiendo al público en locales de electrodomésticos o de comida rápida. Monroe, sin embargo, lo sigue viendo como un modelo a seguir, eje central del drama y también de la comicidad, casi siempre agazapada. El despertar sexual del protagonista, interesado en una compañera de la escuela, y la posibilidad de participar de las fiestas de “los grandes” empujan la trama hacia su nudo, que se complica cuando el menudeo de marihuana y pastillas durante esas veladas pone al joven en el foco de atención de todo el mundo.
Si bien la mirada de Por fin adolescente es la del joven Monroe, es Zeke quien se roba el show: irritante y entrañable en partes iguales, su desatino cotidiano lo convierte en aquello que suele llamarse un loser, aunque su excentricidad inoxidable y un corazón bañado en oro no dejan de ser virtudes en un mundo demasiado agresivo, siempre ocupado en una incansable consecución de objetivos. Por eso el final de la película de Jason Orley es tan melancólico: cuando los problemas han acabado y Monroe finalmente parece haber “crecido”, el encuentro casual entre los dos amigos sólo puede sentirse como la clausura de una era. Pero mientras para uno de ellos el final de la edad de la inocencia es un hecho, para el otro el mundo seguirá siendo el mismo, hasta el fin de los días. Y no hay nada más triste que caer en la cuenta de que aquello que parecía inamovible, inmortal, simplemente ha dejado de existir.