¿La música de El cazador, que tiene un lugar muy protagónico, vendría a ser el condimento que hace de la película un thriller?

Sí, totalmente. La idea siempre fue hacer un thriller. Ya lo había probado con Ausente, que tiene la misma lógica de thriller. Con Pedro (Irusta) trabajé desde mi primer corto. Él compuso la música exclusivamente para el film –además es uno de mis mejores amigos- entonces, es muy fácil hablar de la música con él. Toda la parte de la casa bordea con el cine de terror.

En El cazador veo cierta continuidad y a la vez discontinuidad con Ausente.

Yo soy la misma persona y las dos son un thriller… ¿Viste que dicen que al autor de cine escribe siempre la misma película? Tienen en común la idea del adulto y el adolescente, el deseo, la presencia de lo familiar. Terminan siendo parte de la lista de películas de oscuridad que se abrió justamente con Ausente.

La película está construida alrededor del monstruo ese que es la pornografía infantil…

Sí, y la piedra fundamental de la película es la decisión ética que tiene que tomar este pibe, de 15 años, que tiene que ver con algo interno. Decido ser muy cuidadoso en la historia que cuento. No quería ser polémico. Podría haber puesto actores teniendo sexo explícito, si quería. Yo quería hacer una película que hablara de los seres humanos, del pibe que por ser gay no puede hablar con su familia, que se siente acorralado y necesita ayuda. No dejé ni un bache para que alguien pueda tirar de la cuerda y mal interpretar la película. En ese sentido me parece una película respetuosa con el tema.

Tiene un final polémico…

No hago películas para ganar un Oscar, sino para que la gente la analice y piense, que se deconstruya, se interiorice. Que te golpee y salga la discusión en la pizzería con amigos. Es una película para que te quede retumbando en la cabeza todas las ideas que propongo. No es un mero entretenimiento, creo yo. Para mí las películas tienen una responsabilidad muy grande: el poder de comunicar algo. Si te fijas, todas mis películas tienen un final positivo o esperanzador.

Tiene que ver con tu punto de vista sobre la vida.

¡Claro! Yo siempre veo que hay una puerta, que pasan cosas para aprender otras… No podía darle otro final: ni abierto, ni negativo.

Sin embargo, yo veo una diferencia grande entre el final de Ausente con El Cazador. Éste tiene un mensaje claro, de tinte social y de cierto aprendizaje. Ausente, me parece, es más punk, porque una vez que el chico se mata el profe de gimnasia, sin importarle si era mayor de edad o menor, se permitió tener una fantasía sexual con él… Es un final muy jugado ese.

Yo nunca quise construir en Ausente un gay reprimido. Es una película sobre un hetero que ve al gay como una amenaza, como un peligro. Y en la segunda parte se da cuenta que simplemente era un pibe enamorado, y en su fantasía él lo podría haber besado o acostado; y que no era algo grave. Por eso él se quiebra al final y termina tan roto. Para mí no era un gay reprimido. Era un hetero que tenía una piedra en el corazón se le abre con el gay, una vez que el pibe muere, y se da cuenta que el otro –el gay- era un ser humano con deseos, igual que él. Lo que lo parte es no haberlo visto a tiempo. Es como si fuese un hijo que hubiese echado de su casa por ser gay y después que se muere se pregunta, con culpa, por qué lo echó. Igual la lectura del reprimido está bien, porque vivimos en una cultura reprimida. Los gays con mujeres y los heteros con garcharse algún amigo cuando les pinte… Fue una película pensada para los homofóbicos para que la vean, que piensen qué es la homofobia y que se pregunten: ¿De dónde nace esa fobia? ¿Por qué tengo esa fobia?


CINE PARA TODXS

En Netflix figura como una película de género LGBT. En algún momento dijiste que preferías que tus películas no sean etiquetadas como gay…

No, yo no tengo ningún problema. Me encanta la etiqueta queer, LGBT o gay. Me parece muy funcional a la hora de buscar una película, yo como gay si quiero ver en Netflix una película de amor entre hombres o entre chicas, o lo que sea, me es más fácil buscarla a través de esa categoría. Es ambiguo, porque a mí me encanta que existan los premios y los festivales de cine gay, me parece perfecto… Ahora, si yo tengo que calificar mi película, no es una película gay. Para mí es una película.

¿Por qué?

Porque nadie califica a las películas como heterosexuales. Porque nadie dice que Ana Katz es una directora de cine heterosexual y conmigo dicen ‘Marco es un director de cine gay’. En realidad son películas. Tanto Ana Katz como yo contamos películas. La diferencia es que sus películas son protagonizadas por hombres y mujeres y las mías por hombres. Lo que hincha un poco las pelotas es esa cuestión de separación. Socialmente, y sin querer, quedan las películas gay un poco como de Clase B. Por ejemplo yo nunca estuve en el Festival de San Sebastián Horizontes Latinos, y para mi tiene que ver con que hago películas gay; es como si lo gay te pusiese en otro lugar. Como la mirada es heteronormativa y patriarcal, yo soy el diferente… La etiqueta sirve para buscar pero si es para separar no me interesa.

Como que apuntarías a la igualdad, sin jerarquías de categorías, más a la integración que a marcar lo gay como algo paria…

Totalmente. Son películas. Hay mucha gente –incluso de cine- que nunca vio una película mía porque tengo la etiqueta de cine gay. Algunos que la vieron, después me dijeron que no era gay, porque se imaginaban que una película gay era de pibes en un gimnasio bailando con sunga… No sé qué se imaginaba. Es un problema de la sociedad, no nuestro. Si ponés la etiqueta en primer plano terminas espantando a la gente.

¿Te dirigís más al público en general que al de la cultura gay?

Yo me dirijo a todo el público: al gay y al no gay; es una película. En una época sacaban notas diciendo “Berger y su obsesión con el homoerotismo” pero nunca leí una que dijeran “Trapero y su obsesión con la heterosexualidad”. Lo que me cansa es esa etiqueta tan fuerte que no permite al espectador acercarse a la película. Estamos en una sociedad que tiene que cambiar. Yo me pinto las uñas y subo las fotos a Instagram; pero es un gesto, lo hago para provocar, pero después no me divierte tanto andar con las uñas pintadas. Me divierte una vez, nada más…

¿Considerás que hacés militancia, en algún sentido, LGBT?

Absolutamente. Al ser fiel a mi punto de vista y mi mirada es una militancia enorme. Porque lucho justamente por eso, para que la gente deje de mirarme como un bicho raro solo porque cuento historias desde mi punto de vista. Yo podría contar Pretty woman desde mi punto de vista con un chabón rico y un pibito. Es la misma película pero lo que cambia es el punto de vista. Después hay películas como Un rubio que sí hablan específicamente de la problemática queer. Y otras que no, como El cazador donde en vez de un chico podría haber sido una pibita… Hago películas para ser vistas.

Pero hay gays que no se sienten representadxs en tus películas.

Yo hago películas con visibilidad gay. El día que haya una marica empoderada que quiera hacer cine y que haga cine de marica empoderada está perfecto. No voy a ponerle un botín rosa a un actor en mis películas para dejar contento al otro, si no sería modificar cosas internas, profundas mías para satisfacer al otro. Mi postura política es muy fuerte. Los pibes que no se sentían representados con el estereotipo gay, televisivo, por ejemplo, se quedaban afuera. Y en ese sentido creo que abro otra línea… Lo que hacen mis películas es mostrar al gay que no es visible, que hace su vida común y está mezclado, donde lo único que cambia es su orientación sexual; simplemente para que se sientan identificados. No voy a hacer una película de una identidad que no manejo, que no conozco… Mi cine está atrapado porque es muy gay para los heterosexuales y demasiado paki para los gays; está en un intermedio medio raro… Pero igual a mí no me importa. Que me digan lo que quieran. Yo siento que el mundo que viví todavía no tiene representación y yo lo voy a seguir reflejando; es auténtico y eso se nota.