Dentro de la matriz de la industria cultural argentina, el nombre de Daniel Grinbank se presenta desde hace décadas como una referencia inmediata. Hechos sociales artísticos llevan una marca de agua con su nombre, algo que lo convirtió en uno de los empresarios que más saben del show business local y extranjero, y como tal, advierte que nada va a volver a ser igual en este negocio: “Estamos frente a una nueva industria, y frente a un nuevo mundo, desde todo punto de vista”.
La industria del espectáculo sufrió un golpe como antes nunca había sufrido y que, desde luego, nunca vio venir. Los hechos culturales que implican reunión o aglomeración fueron inicialmente suspendidos a merced de la posibilidad de contagios, y luego aprobados bajo una serie de protocolos sanitarios que los productores (que estén en condiciones de hacerlo) deben cumplir. “El riesgo empresarial se incrementa, porque si alguien de la delegación que contrataste, sea artista internacional o local, contrae covid, tenés que cancelar. Y ningún seguro de cancelación cubre hoy el riesgo covid –explica Grinbank-. Una de las grandes discusiones que se están dando en el mundo, es que se está pidiendo que, si las empresas de seguros no cubren el riesgo covid, sean los estados que cubran esto. Por ahora las respuestas son negativas en todos los casos”.
Ante lo gris del panorama, y en tanto miembro de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (Aadet), el productor de 66 años busca adecuar los pactos a una nueva realidad. “¿Tenés la estadística que te mandé?”, consulta, a propósito de una tabla comparativa compartida por WhatsApp. Los porcentajes señalan que la Argentina tiene los gravámenes más altos del mundo en materia de derechos de autores o intérpretes para presentaciones en vivo: un 15 por ciento de la recaudación bruta pasa a manos de sociedades de gestión de derechos (Sadaic, AADI-CAPIF, DAC), mientras que en los países donde ese número es alto (Uruguay, Italia, Perú) llega hasta el 10 por ciento. “Argentina tiene la suma de los derechos de gestión un 50 por ciento más cara que el país más caro del mundo. Lo cual habla de lo inviable que se hace todo”, anticipa.
“Robert Plant, INXS, Billy Idol… muchos recuerdos, me hacen entrevistas y me obligan a buscar material de archivo”, confiesa Grinbank respecto de su propia carrera en este negocio, algo de lo que va a plasmar en una autobiografía y un documental que lo tuvieron ocupado desde 2020 hasta hoy. Fundador la FM Rock & Pop a mediados de los ’80, productor de eventos históricos como las cuatro visitas de los Rolling Stones, el único show de Prince en la Argentina, o el debut de The Police en Buenos Aires, entre tantos otros, Grinbank analiza junto a Página/12 las escasas alternativas de una de las industrias más rezagadas en el marco de la pandemia del coronavirus.
Pero para él, lo más importante es ahora revisar los gravámenes de derechos. Según las cifras que presenta el cuadro que comparte, el proporcional que se cobra en el país duplica al promedio mundial. Otros países vecinos, como Brasil o Chile, registran un 5 por ciento de gravámenes, lo mismo que otra gran plaza a nivel mundial, como Estados Unidos. Naciones europeas como Inglaterra, Francia o Alemania ubican este porcentual entre los 6 y los 9 puntos. De todas formas, lo que propone es que se recorte ese 5 por ciento que pone a la Argentina por encima del tope mundial en esta área, hasta llegar al 10 por ciento.
-¿Desde cuándo esto es así?
-Sadaic siempre fue el derecho de autor más alto del mundo, con el 12 por ciento. Hay una cuestión histórica de cobrar el 20 por ciento sobre el 60 de la recaudación, porque se consideraba que el 40 eran gastos. Esto también demuestra lo erróneo de la postura de Sadaic, porque hoy los gastos de producción son con creces superiores al 70 por ciento, por dos variables. Primero, porque los costos de infraestructura fueron creciendo; segundo, porque la covid genera gastos adicionales en cuanto a seguridad, baños químicos y personal de limpieza, y ni que hablar con los aforos limitados.
-Con la cámara presentaron una propuesta ante los ministerios de Cultura y Producción. ¿Cuál es la perspectiva?
-Estamos esperando que, en el marco del restablecimiento de políticas culturales, y de cara al futuro, nos convoquen a nosotros y a distintas sociedades de gestión de derechos para poder ponernos de acuerdo en una viabilidad, aunque sea traumática. Que la pérdida no sea tan grande, porque todos los empresarios están trabajando a pérdida. Es necesario que siga la construcción del tejido de producción, más allá de las medidas anunciadas por Tristán Bauer para enero y febrero, que son un paliativo para los trabajadores de las industrias culturales.
-¿Cuál es la propuesta en particular para estos porcentajes de derechos?
-Yo digo que la Argentina sea lo más caro del mundo, pero no puede ser un 50 por ciento más caro que el mundo. Como productor, tenía que escuchar que me decían “¿Por qué son tan caras las entradas acá, si en tal lado son más económicas?”. Estos son gravámenes, que no son impuestos, y después tenés una carga impositiva muy fuerte. Hoy no resiste ni ahí trasladar esos costos al precio, porque los espectadores no tienen plata. Esto lo está demostrando el teatro.
-Suponiendo que se recortaran en un 5 por ciento esos gravámenes, alguien dejaría de percibir esos ingresos. ¿Cuál sería la respuesta?
-Creo que es mucho mejor percibir un porcentaje de algo que un porcentaje de nada. Hay porcentajes que tornan inviable la actividad. Y no es sólo ese 5 por ciento, tenemos que reacomodar todo el aparato productivo. Así va a cobrar más el artista, porque el caché es el emergente de los costos fijos y los costos variables. No niego los derechos de las sociedades de gestión; es más, los reivindico. El tema es encuadrarlos dentro de una lógica porcentual que haga viable a la actividad. Si no, no hay recaudación de ningún tipo.
-¿Hay algún modelo que parezca interesante?
-Las sociedades de gestión son representantes de creadores. Hoy podés hacer arreglos con los creadores en forma directa y convenís, porque al tipo le interesa que vos uses su repertorio, inclusive porque también está cobrando un cachet artístico. En Estados Unidos y Europa es un uso creciente pagar plata fija y no porcentuales.
-¿Qué complicaciones afloran ahora?
-Cuando contratás, lo hacés con cinco meses de anticipación, y anunciás mínimamente con tres meses de anticipación. Entonces, si en ese lapso pasa algo, alguna cuestión sanitaria… cancelan la gira. Con artistas locales, estás de gira por Córdoba, Río Cuarto y Mendoza, de golpe un integrante de la delegación se pega covid y tenés que cancelar. La delegación no son sólo los músicos, está el personal técnico, músicos acompañantes... No son riesgos empresariales de si hiciste bien el marketing o si cobraste el precio de entrada correcto. Los gastos fijos tampoco se ven reducidos con los aforos limitados, porque si hoy hago un show, a la gente tengo que tenerla con distanciamiento, tengo que tener el mismo sonido, las mismas luces, el mismo escenario, los mismos grupos electrógenos, las mismas pantallas, y otros camarines, porque suelen ser cerrados y ahora tengo que tenerlos ventilados. Eso, agregado a que en la Argentina, por la crisis económica que estamos viviendo, esos costos no se pueden llevar a los precios de las localidades. El teatro, que está trabajando con los aforos limitados, está cobrando los mismos precios que antes de la pandemia, comiéndose un 40 por ciento de la inflación de este año.
-¿Cuál es la situación de la escena local, a nivel general?
-Está totalmente resentida -casi destruida- la capacidad de consumo de los espectadores. No podemos ignorar que la Argentina pre pandemia venía con un estado económico desastroso. Los últimos dos años para el espectáculo habían sido recesivos y la pandemia empobreció a todos los países. La Argentina estaba tan mal previamente que el daño fue mucho mayor. Donde hay una destrucción de las pymes, se perdieron millones de puestos de trabajo; donde los salarios no tuvieron correlato con la inflación, el tejido está destruido. Un submarino aguanta la presión de agua hasta cierta profundidad. Más abajo, explota. Y estoy hablando de artistas locales, ni que hablar con los internacionales. No lo digo yo, lo dicen las cifras que estamos viendo en las tres plazas que fundamentalmente está trabajando el teatro: AMBA, Mar del Plata y Villa Carlos Paz.
-¿Cómo se va a reconfigurar la industria a nivel global?
-Creo que la industria no vuelve más a cómo era. Me es difícil ver el futuro, pero lo veo muy gris, atado al cuándo y al cómo de la vacunación. Mal puedo presagiar algún futuro, cuando los científicos no lo pueden hacer. La OMS habló de que en 2021 no va a haber inmunidad del rebaño, este es un detalle importante para concentraciones masivas. Se está viendo la dificultad de los países para llegar a las necesidades de demanda de vacunación de la población. Ahí jugás con la locura de Bolsonaro, cómo está trabajando con más de 200 mil muertos, sin planes de vacunación. Es incierto y nos pega mucho, porque no hay gira en Sudamérica que no abarque Brasil.
-¿Qué viabilidad le ves al streaming como formato?
-Vino para quedarse, hay algunos ejemplos que lo han logrado bien. BTS recaudó 44 millones de dólares en un fin de semana, pero se gastaron 15 millones en producción. Generaron un contenido pensando en eso. El streaming del show convencional tiende a ser abúlico, aburrido. No es casualidad que hace 40 años se empezó con el videoclip: presentabas un tema con imágenes, otra dinámica, otro lenguaje, y te lo bancabas un ratito. Un concierto de más de una hora, me parece aburrido. Las experiencias que está haciendo Fortnite me parecen más que interesantes, pero son excepciones, porque estamos hablando de un volumen de 12 millones de personas que ven un show en streaming. Lo de Billie Eilish también es una excepción. Hoy, en la inmensa mayoría, hay una sobreoferta.
-Quizá todavía no se desarrolló un marco estético…
-Lo que pasa es que es muy cara la técnica. El streaming es un negocio de volumen, porque te permite millones de visualizaciones. Ahí tiene sentido una inversión como la de BTS o lo que hizo Travis Scott con Fortnite.
-Estás escribiendo una autobiografía y preparando un documental sobre tu carrera. ¿En qué etapa se encuentran esos proyectos?
-Estoy trabajando en los dos. El libro, con editorial Planeta; en el documental, con una plataforma nueva que se llama Paramount +. Este año mío se lo llevan el libro y el documental, y aparecen los recuerdos: la semana próxima se cumplen 30 años del show icónico de Prince en la cancha de River.
-¿Cuánto cambian esos recuerdos cuando se los ordena?
-Mi historia es una suma de aciertos y desaciertos, hay de todo. Desde lo comercial, lo artístico, lo organizativo, abarca la parte de medios y la dinámica de cambios de tiempos. Es un ejercicio interesante. Cuando firmé las dos cosas y me propuse hacerlas, quise ser lo menos nostálgico posible. Cuando digo que pienso que el mundo no va a volver más a lo que era y me doy cuenta de la pérdida, de cómo el virus desnudó a la sociedad, entré a valorar un montón de cosas. Noto que el esfuerzo por no entrar en la nostalgia es muy grande, en la experiencia de convocar a las masas, que se traduce en ver un partido de fútbol sin gente. Estamos peleando contra un virus nunca visto, nos acostumbramos a malas noticias, a vernos con mascarillas... y ojalá viéramos a todos con mascarillas. Es una lucha tremenda, muy estresante. Nosotros, que somos entretenimiento, que venimos después de la educación, de la alimentación, de la salud, quedamos muy marginados. Por eso la necesidad de reinventarnos, si queremos subsistir. Cuando decís que hay gente que va a cobrar menos, sí: todos vamos a cobrar menos. El tema es que podamos cobrar algo. Todos: el pequeño comerciante que tiene una pizzería, las pymes culturales, cualquier empresa... Salvo algunas cuestiones muy excepcionales de logística, como Mercado Libre, el mundo se ha empobrecido. Entonces ganamos menos, lo que pasa es que ya veníamos muy golpeados de años anteriores. Todo el mundo está más pobre, salvo las élites, que siempre zafan. Hay algunos que son ganadores con la covid, pero son pocos, no es la masa de la gente.