Soy el auténtico Asintomático Automático. Apenas me enteré que la peste se anunciaba con fiebre y estornudos mi hipocondría se manifestó durante una hora de reloj. Después lo limpié de moco --en su esfera me reflejaba, purulento y desfalleciente-- y más tarde me aboqué a dejarme morir. Llamé a la Parca por delivery y encendí la tele: en carteles rojiblancos como si fuesen banderas de River se anunciaban las defunciones en cada región. Hay una aplicación donde se puede observar cada territorio y su plaga correspondiente. --Esto es como un nuevo Prode --me dije. Cambié de canal. Un Bochini veinteañero bailaba a toda una defensa. !Alegría suprema! Me ilusiono con no más gordos futboleros opinando, no más gritos y batallas verbales como si en esas falsas disputas se estuviera jugando el destino de la Patria. El fútbol ahora es una pasión de fantasmas. Tribunas desiertas y goles sin gargantas. Pero los gordos volvieron a aparecer hablando de la Copa Maradona y aún con su cuerpo caliente chamuyan con una elocuencia pornográfica. Trump derrotado asalta el Congreso vestido a lo Mao. Un tipo con cuernos improvisa un discurso en un falso dialecto sioux. Punteo las banderas de los países con sus cifras de finados. Morgues improvisadas, hospitales de nylon, animales que han abierto inmobiliarias en las ciudades. Y entierros en la isla yanqui con cárcel incluida y son sus mismos presos los enterradores. Todos de blanco como astronautas pero seguro deben ser negros o chicanos . Por guasap inicié el Juego de la Huesuda Barbijera. ¿Quién podrá ganarlo?. Hay que saber medir las estadísticas, poblaciones de riesgo y etcéteras. Decido abandonar: me paranoiqueo con que algún hacker la esté trabajando de datero y pase de sotamanga qué país va a ganar perdiendo más vidas que otro.

En mi casa que es cueva y santuario, bulo hambreado, sala de estar, nido de ametralladoras y cama de divorciado todo anda por el piso: los calzoncillos deshilachados que ahora uso total ya nadie me puede ver, los impuestos, los poemas de la secundaria, ibuprofenos vencidos y hasta una estampita de San Roque, con su mordedura en la rodilla. Se dice estaba infectado por la peste bubónica así que haciéndome la señal de la cruz tomo todo y en la bacha del baño le doy mecha. Alcohol sobra. Caen en la pira funeraria los análisis con el colesterol bailando en tres dígitos con un 3 delante, Laurita besándose con un amigo, las cartas de navegación para el bote que nunca tuve, las tarjetas del Hotel La Pasionaria de donde huí sin pagar, la credencial para el gimnasio que nunca pisé. Se arma una fogata que reíte de la Inquisición o de Juana de Arco. Tanto fuego atrae al Demonio, gordo por la cuarentena y se asienta en la bacha con su enorme culazo. En minutos hace que estalle el sanitario completo resonando como una bomba. Me arrastro hasta el dormitorio y me acuesto, temblando del susto y con astillas del cerámico incrustadas en la busarda, atino a tomar el celu y no sé si llamar a los bomberos, al Same o a un exorcista. Todo esto que narro está existiendo en tiempo real y si bien los menos favorecidos son los ancianitos y viejitas, mi humor negro no descansa y se salta varios casilleros de la ética. 

La marcha de los anti cuarentena y anti vacuna ha encontrado en la Bullrich su máscara perfecta, perdón por el oxímoron. El Indio Solari ha manifestado “Suerte que la peste nos encontró con este gobierno porque si estaba Macri ahora estaríamos todos muertos”. Le saltaron al cuello los fachos, golpistas, anti todo y odiantes seriales de los Redondos y peronistas. Releo viejas revistas de la época del Destape Español y me conmueven los avisos sexuales, sórdidos y en blanco y negro; con sus caras borradas para evitar ser detectados. Escribían a la revista desde comarcas solitarias buscando un poco de pasión en medio de tantos años de soportar al franquismo. La covid nos virginizó a todos. Miro sobre la mesita de luz la tarjeta en papel barato con una dama desnuda y recuerdo el diálogo con la que me atendió: “En este momento, por la situación que es de público conocimiento no estamos dando el servicio. Gracias”. Parecía el mensaje grabado de una compañía telefónica. Miro el celular con nostalgia: antes un llamado me otorgaba un poco de compañía a domicilio, un algo para remediar las hormonas de un pobre tipo solo. Ahora apenas la voz de la chica disculpándose ¿Y que pretendía? ¿Qué me dijeran sí, que vamos volando hacia allá, prepare el dinero y le haremos el amor con barbijo y a dos metros de distancia? 

Es patética la vida en confinamiento. Si al menos me hubiese reservado el rencor con que eché a aquella novia que se acostaba con todo el barrio. Pero no, soy un idiota que entendió que ya sea en tiempos de salud o malaria nadie nos pertenece. Entonces oigo el mensaje de Gomito, mi amigo timbero: --¡Voy ganando! ¡Hoy cerraba a las diez de la noche el Prode del Coronavirus y aposté a un tapado que descuidaron! ¡No era Brasil, giles! ¡Es un país que se escapó de Rusia y ni me acuerdo el nombre pero lo aposté! ¡En la curva exponencial va perdiendo por goleada! !Y yo ganándome las cinco lucas!

No sé si llorar por mi dolor, por la peste, por los brasucas y la maldición del monstruo que los gobierna, por la guita perdida o por el mundo entero.

Y en vez de largarme a llorar, me pongo a estornudar como un loco.