En abril último, Catnapp estuvo en boca de todos al convertirse en la protagonista inesperada de la conclusión de uno de los grandes fenómenos de Netflix en 2020: la serie germano-estadounidense Poco ortodoxa. Por eso pasó a ser instantáneamente de ilustre desconocida a la artista más internacional de la Argentina. Si la pandemia hubiera tenido un desenlace menos longevo y dramático, le esperaba una gira abultada, pero sólo pudo consumar algunos live streaming y una fecha para público reducido, en diciembre pasado, en España. Sin embargo, el domingo 17, a partir de las 19, la cantante y productora tendrá la ocasión de saldar esa deuda consigo misma y con la audiencia de su país una vez que se presente en vivo en el Hipódromo de Palermo (Av. del Libertador 4101). Será su vuelta a Buenos Aires, en un evento donde además compartirá fecha con sus colegas Chita, Lara 91K y Taichu, a casi dos años de su actuación en el Lollapalooza argentino.

“Tengo muchas ganas de sorprender a esa gente que vio la serie. Quizá no escucharon mis otros temas y no saben que detrás de eso hay un montón de cosas distintas”, comparte la artista establecida desde hace unos cinco años en Berlín, quien fue invitada a llevar adelante esa mini performance con dos canciones suyas (“No Cover” y “Thunder”) en el final de Poco ortodoxa, después de que la pareja de Maria Schrader, directora de la serie, la viera en vivo en la capital alemana y la recomendara para esa escena. “Estoy expectante de ver qué sucede durante mi recital, si gusta esa cosa extraña que hago y si puede estimular a que el público escuche todos esos géneros musicales innombrables o inexplorados que se encuentran dando vueltas. Esa idea me emociona un montón”. Aunque cruzar el Atlántico hasta acá no fue del todo fácil para el álter ego de Amparo Battaglia. “Me sentí como Indiana Jones cuando pasa debajo del portón”, describe. “Si bien no se cerraron las fronteras, se necesitaban tantos trámites que hasta último minuto no sabía si podía viajar”.

-Con la serie viviste incluso una sobreexposición. ¿Qué pasó luego de que se calmara el auge?

-Fue genial todo lo que sucedió con la serie en Argentina. Todos los días me hablaban cinco medios diferentes, lo que me hacía sentir unida con mi país. Después de que pasó todo, no me preocupé mucho. Es una ola que sube y baja, y cuando uno pueda asimilar eso se sufre menos. Hay cierta estrategia de marketing para que las cosas se mantengan, pero yo no soy así. Me importa más estar haciendo música que me guste. Lo viví tantas veces que ya aprendí cómo es. Disfruto de la subida por la tensión, de la bajada porque te dejan en paz, y de lo que viene a continuación porque tenés tiempo y espacio para crear algo nuevo.

-¿Volviste a estar en alguna otra serie?

-El año pasado incluí un tema mío, “The Mover”, en la segunda temporada de la serie alemana How to Sell Drugs Online (Fast). Lo hice en colaboración con Modeselektor (célebre proyecto alemán de música electrónica que firmó a Catnapp para su sello, Monkeytown Records).

-¿Y en qué andás ahora?

-Me puse a trabajar en un álbum nuevo, que planeamos lanzarlo en 2022. Y saldrá también un disco súper especial de remixes de mi último EP, Damage, con artistas que me gustan mucho y que fui descubriendo el año pasado. Al mismo tiempo, preparo varias colaboraciones. Se viene un año bastante explosivo.

-Damage, es un EP en el que, a pesar de poner en evidencia tu lado más experimental, no perdés esa identidad artística que cultivaste en la Argentina. ¿Cómo estableciste ese equilibrio?

-Es un trabajo muy particular dentro de mi discografía: quería que sonara a mí, pero con una influencia muy específica. Tiene una base de breakbeat, una capa de pop arriba, y lo que me estaba atravesando en ese momento en particular. Damage está muy marcado por el autotune y la música robotizada. Su concepto gira en torno a la distorsión y la destrucción del ser, sin llegar a perderse a sí mismo. Ese disco fue muy necesario porque me dio la posibilidad de sacarme de encima la experimentación para volver a cantar con mi voz normal. Llega un momento en el que los cantantes nos aburrimos de nuestra voz. Al jugar con eso, hace que la extrañe.

-El año pasado subiste a Spotify una versión despojada de “Lengua”, en el que te atreviste a convertir un tema electrónico tuyo en una suerte de balada de solo piano y voz.

-El proyecto Catnapp se caracteriza por tener un amplio espectro de géneros, sensaciones, estados de ánimo, subidas y bajadas. Eso refleja como soy yo y el tipo de música que me gusta. Por suerte, hoy los géneros están más mucho abiertos y la gente también. No puedo evitar hacer lo que me sale. Un día puedo hacer algo con el piano, y al día siguiente se me ocurre una base distorsionada al estilo de The Prodigy. Sin embargo, hay cosas que tengo que dejar de lado y que no puedo sacar con Catnapp porque no se entienden.

-Si bien a grandes rasgos sos una artista de música electrónica, ¿cómo te llevás con las etiquetas? No es fácil definirte.

-A uno como artista no le gustan. Me resulta difícil encasillarme en un género. Pero es verdad que necesitamos ponerle nombre a todo. Si me preguntan qué tipo de música hago, aunque se me rompa el alma digo que se parece un poco a Grimes o a Die Antwoord, y la gente entiende. A veces cedo, por más que digan que me copio de esto o aquello. Me tuve que amigar con eso.

-Mientras viviste en la Argentina, fuiste una de las primeras artistas que se acercó al trap. ¿Qué opinión te merece que hoy se haya apropiado del mainstream?

-Cuando me mudé a Berlín me cayó la ficha de eso. Me parece que hoy el trap está un poco sobreexplotado, como todo lo que llega al mainstream. A mí, en lo particular, me cansó el mismo beat y esas temáticas tan repetitivas, por más que reconozco que también las uso para algunos de mis temas.

-Te adaptaste muy bien a Berlín, al punto de que su escena te adoptó. Nadie es profeta en su tierra, ¿no?

-Nunca me voy a sentir así. Me quedé allá por la buena energía que hay y luego se fue dando todo bastante fácil. A medida que pasan los años, siento cosas distintas. No pertenezco a ninguno de los dos lados, pero también soy de ambos. Si antes no me sentía parte de un género, ahora no soy de ningún país. Lo loco es la percepción de los otros hacia uno, cuando vive fuera. A veces me dicen que no puedo entender lo que está sucediendo acá porque vivo en el Primer Mundo. No quiero que me echen ni que me excomulguen. Cada vez que vengo, pertenezco.