Desde Brasilia
En otro mundo. Jair Bolsonaro se rió a carcajadas durante el encuentro que mantuvo hoy con un grupo de seguidores con los que habló sobre varios temas, uno de ellos, al que le dedicó menos de tres minutos, fue la crisis del coronavirus en el estado de Amazonas, donde colapsó el sistema de salud con pacientes muertos debido a la falta de oxígeno. El argumento del presidente brasileño fue el de siempre, que hay poco o nada que hacer frente a una dolencia que inexorablemente causará la muerte de los ancianos o las personas con dolencias crónicas. "Es la ley de la vida”. En ese sentido hoy responsabilizó a la gente que espera hasta último momento para ir al hospital, cuando siente “falta de aire”. Dicho de otro modo: la culpa es de los pacientes, no del sistema hospitalario colapsado debido a una política sanitaria que desdeñó el problema.
Desde su encuentro con Donald Trump celebrado en Florida en marzo, su argumento copiado como tantas cosas de su colega, se resumió a un par de diminutivos: el Covid-19 es una "gripecita", un "resfriadito". En abril miembros del gobierno brasileño pronosticaron que la pandemia tenía sus días contados. Este viernes volvió sobre sus pasos cuando declaró, con enojo, "quien habló de la gripecita no fui yo", y acusó a la prensa de distorcionar sus palabras. Pero los videos de más de una decena de declaraciones indican que la prensa no alteró lo que dijo. De hecho, hasta lo dijo durante una solemne transmisión en cadena nacional de radio y televisión.
La situación en Manaos, capital del estado de Amazonas, es brava, admitió. Pero la atribuyó a la irresponsabiliad de las autoridades locales ya que el gobierno federal habría cumplido con su responsabilidad. Lo mismo dijo ayer el general Eduardo Pazuello, ministro de Salud sin formación en medicina, al igual que la cúpula de esa cartera, que le dio la espalda a la pandemia. Bolsonaro y Pazuello ecomendaron a los infectados amazónicos que tomen hidroxicloroquina la droga para enfermos de lupus y reuma que no fue concebida para el Covid-19.
Como suelen hacer los pastores evangélicos, el excapitán-presidente acostumbra citar anécdotas de veracidad dudosa, concebidas para un público formado por creyentes dispuestos a confiar en la palabra bíblica antes que para un auditorio de ciudadanos. Con ese estilo contó que contrajo el virus en julio y se sanó gracias a la hidroxicloroquina, y que esa misma droga fue prescripta para doscientos funcionarios y empleados del Palacio del Planalto.
El medicamento no es recomendable para pacientes con coronavirus según la Organización Mundial de la Salud, cuyas autoridades han llamado la atención sobre las excentricidades farmacológicas del gobernante. Por su partet Human Right Watch lo calificó, esta semana, como alguien que "sabotea" las políticas contra el virus.
CONVOCATORIA CONGRESO
Más allá de la realidad paralela del bolsonarismo, las imágenes de familiares de pacientes yendo a la compra de tubos de oxígeno ( a veces en el mercado negro que los acapara) fueron reproducidas en la televisión local y en los canales de noticias globales.
Obreros cavando tumbas a doble turno en los cementerios de Manaos se convirtieron en un ícono del Brasil narrado en diarios como The New York Times, Le Monde y Corriere della Sera. Brasil es la tragedia por antonomasia a nivel global, salvo en la galaxia presidencial donde orbitan sus acólitos, que van a su encuentro, al grito de "mito" o clamando "Dios sea contigo".
Los hechos reales de esta semana tal vez hayan hecho mella en una parte de la opinión pública, más o menos oficialista, que se conduce con indiferencia ante la tragedia sanitaria. Debido a esa actitud de la sociedad y a la complicidad de la derecha política con el Planalto hasta el momento no prosperó ninguno de los sesenta pedidos de impeachment presentados ante el Congreso, el último de ellos promovido por el Partido de los Trabajadores. La líder petista, Gleisi Hoffmann, pidió que el parlamento sesiones de urgencia, no para tratar el juicio político, sino para tratar la pandemia. Una señal de que la crisis puede ganar otra dimensión.