El recuerdo es nítido. Era un sector esquinado (cercano a la vidriera) de Librería Ross y los estantes estaban al alcance. Una sucesión de lomos amarillos. ¿Qué elegir? La sapiencia de papá vino al rescate: Salgari y Foster; vale decir: Los tigres de la Malasia y El Príncipe Valiente. La tapa de Cristóbal Arteche para el libro de Salgari fue fulminante. ¿Quién era este príncipe pirata, aventurero y melancólico? ¡Y Harold Foster! Uno de los autores definitivos de la historieta. Aquí en páginas que condensaban las aventuras del príncipe que sería caballero del Rey Arturo.
La Colección Robin Hood era una aventura iniciática, de legado generacional. La imagen legendaria del arquero de los bosques de Sherwood fue el santo y seña de la más recordada colección de Editorial Acme. El catálogo creció ostensible entre las décadas del ’40 y ’90. Verne, Twain, Alcott, Dickens, Spyri, London, Fenimore Cooper, Stevenson, pero también Sarmiento y Mansilla. Marcó a generaciones. El propio Fontanarrosa así lo reconoció consigo mismo. Por todo esto y tanto más, es bienvenida la muestra virtual Recordando a la colección Robin Hood, que organizan El Museo de la Ilustración Gráfica y el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (en su sitio web).
El recorrido cuenta con una selección de 28 ilustraciones de tapas y de páginas interiores, a partir de la curaduría de Hugo Maradei y Gonzalo Cadenas, con selección de imágenes y videos por parte de Nicolás Brun, junto a testimonios de Juan Sasturain, el dibujante Fernando Sendra, y el periodista Mariano Oropeza. Cada una de las imágenes ofrece un complemento informativo que sitúa a la obra y al artista. De esta manera, la riqueza de aquellos libros surge de manera dual y complementaria: por un lado, los títulos elegidos, apenas un muestrario del criterio editorial para la colección; por el otro y de manera fundamental, los ilustradores extraordinarios que dieron vida a las tapas y los personajes.
La muestra virtual Recordando a la colección Robin Hood, que organizan El Museo de la Ilustración Gráfica y el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (en su sitio web)
Entre ellos, el primero de todos es Pablo Pereyra. Autor también de la célebre ilustración de Robin Hood (con aires a Errol Flynn), Pereyra –oriundo de Cañada de Gómez- es uno de los gigantes de la gráfica argentina. Fue jefe de arte de la editorial Frontera de los hermanos Oesterheld e integró el plantel de los “12 Famosos Artistas” de la Escuela Panamericana de Arte de los hermanos Lipszyc. Héctor Pereyra, sobrino y también artista gráfico, supo señalar a este cronista que muchos de los rostros dibujados por el tío tenían parentesco de familia: "Heidi es mi prima Carlotita, y en la tapa de Mi querido enemigo (Jean Webster) está toda la familia: mi tía Carlota, su hijo Jorge y los vecinos. ¡Y Bomba era mi primo Osvaldito! El tío Pablo era un hombre de mucha personalidad, que supo captar mi admiración, siempre lo seguí y acompañé”.
Para hablar de Pereyra hace falta un libro (¡hace falta ese libro!). Hay una anécdota que recopila Aldo Pravia en su reciente Hugo Pratt: el Tano: “A menudo se encontraban en casa de (Héctor) Oesterheld, en ocasión de algún asado o por festejos de algún éxito del momento, a los cuales también acudía el jefe de arte de Frontera, Pablo ‘el Indio’ Pereyra, un tipo de buen humor, muy fornido y experto en lucha grecorromana, que también había sido entrenador de rugby. En el jardín de Oesterheld, Pereyra y Pratt se trenzaban en interminables luchas, en las que el Indio solía salir vencedor”. En la muestra pueden verse tapas suyas para títulos como Mujercitas, Bomba y los caníbales, La isla del tesoro, Cinco semanas en globo, Los tres mosqueteros, Moby Dick, Príncipe y mendigo. Así como los guiños familiares, el nexo con el cine del momento era insoslayable y muchas de las ilustraciones de Pereyra lo señalan, a partir de una dinámica que iba y venía entre los libros, las películas, la radio y las historietas.
De cada uno de los artistas se incluyen notas biográficas, y destaca de manera particular el rescate de una crónica publicada en axxon.com.ar con motivo del reencuentro de algunos de ellos durante el mes de septiembre de 2007.
Del plantel que la muestra exhibe, destacan también los nombres de Cristóbal Arteche (Raptado, David Balfour, Marco Polo, Sandokan, El Señor de Ballantrae), Raúl Valencia (Aventuras de Pickwick), Martha Barnes (El rey de las tinieblas), Ernesto García Seijas (Viaje maravilloso al planeta de los hongos, Oro escondido), José Clemen (Cartago en llamas), y una especial atención a los rosarinos Ely Cuschie y Oscar Soldati. En el caso de la primera, se pueden apreciar sus ilustraciones para las tapas de Sin familia (Héctor Malot) y El divino maestro (Germán Berdiales), así como las espléndidas páginas interiores para Las amazonas de la muerte de Eros Nicola Siri) y Jane Eyre de Charlotte Brontë. De Soldati se elige la tapa de El hijo de Yapeyú, de Germán Berdiales. De cada uno de los artistas se incluyen notas biográficas, y destaca de manera particular el rescate de una crónica publicada en axxon.com.ar/rev/177/c-177ensayo1.htm" style="background-color: rgb(255, 255, 255);">axxon.com.ar con motivo del reencuentro de algunos de ellos durante el mes de septiembre de 2007.
La influencia de la Colección Robin Hood puede constatarse de variadas maneras, cada lector tendrá historias por contar. Es cierto también que no todas las traducciones eran fiables y algunas sagas no se completaban. Como informa Carlos Abraham en su fundamental La Editorial Acme: El sabor de la aventura (Tren en Movimiento): “faltan cinco títulos del príncipe malayo (Sandokán) y dos del noble italiano (El Corsario Negro)”, mientras traza un recorrido minucioso que detalla también otras colecciones de la misma casa editora, como Centauro y Rastros.
Hay un libro más, precioso: Cartas extraordinarias (Alfaguara), donde María Negroni –junto a las ilustraciones de Fidel Sclavo- ensaya un epistolario promovido por sus primeras lecturas. En sus palabras: “Esos autores, se recordará, venían encuadernados en tapas amarillas –la famosa colección Robin Hood- y los leíamos con avidez, fascinados por las aventuras de sus múltiples pequeños huérfanos. Allí estaban, entre otros, Herman Melville, Emilio Salgari, Hans Christian Andersen, Louisa May Alcott, J. M. Barrie, Charles Dickens, R. L. Stevenson, Carlo Collodi, Lewis Carroll, Jean Webster, Johanna Spyri, Jonathan Swift, los hermanos Grimm, Jules Verne, Mark Twain, Charlotte Brontë, Rudyard Kypling, Jack London y Daniel Defoe. ¡Qué maravilla de ADN literario!”.