Los medios que usan y abusan de la teoría económica ortodoxa presentan dos tipos de análisis contrapuestos y contradictorios de la política del gobierno del presidente Alberto Fernández. En los que informan a los sectores medios y populares se afirma que es un programa de austeridad, de ajuste, mientras que los orientados a “informar” a la patronal y al personal jerárquico empresarial, se evoca el derroche y la impericia populista.

Esta aparente paradoja deriva del desconcierto de los “expertos” y de los “periodistas especializados” frente a la capacidad evidenciada por el gobierno para sortear los múltiples escollos económicos que debió enfrentar: la eminencia del default de la deuda, alta inflación, el elevado desempleo con recesión a lo cual, a partir de marzo, se agregó la crisis económica mundial provocada por la codiv-19.

Los medios explicaban sabiamente en un pasado reciente que la emisión monetaria utilizada para financiar el gasto del Estado provocaba la inflación pero ocultaban que desde el comienzo de la Gran Recesión de 2008 los bancos centrales de las potencias económicas aumentaban la masa monetaria como nunca desde la segunda guerra mundial y no había inflación. La dificultad de la ortodoxia fue mayor ya que con la política económica llevada adelante por el gobierno peronista hubo un incremento de la emisión monetaria pero la inflación bajó de más de 20 puntos porcentuales, aunque Macri con la “emisión monetaria ‘0’” imponía a los argentinos una inflación del 53,8 por ciento en 2019.

Un segundo aspecto que dio por tierra las previsiones apocalípticas hechas por los expertos lo constituyó la renegociación entablada con el objetivo de eludir el default de la deuda externa en manos privadas y bajo legislación norteamericana dejada por la Alianza Cambiemos. Se consideraba que el gobierno peronista, con pocos “contactos” y enfrentado ideológicamente con el FMI fracasaría, entraría en un cuantioso default de la deuda privada y aplicaría un programa de austeridad, de ajuste, para pagarle los 48 mil millones de dólares pedidos por el ex presidente el 8 de mayo de 2018 al FMI. Como contracara de la moneda en los medios de comunicación masiva se estableció en consecuencia que el programa del ministro Martín Guzmán era, como no podía ser de otra manera, un “ajuste”, un programa de austeridad, para satisfacer a las exigencias primero de los fondos especulativos y ahora del FMI.

Un programa de ajuste significa una disminución de la demanda global que es la suma del consumo privado más el consumo público a lo que hay que agregar la inversión pública y la inversión privada más las exportaciones. Un análisis somero muestra que en lo que hace al consumo privado, que es la principal componente de la demanda, el rechazo de los aumentos de las tarifas de los servicios públicos y la telefonía, Internet y televisión, su “desdolarizacion”, así como de los alquileres y el programa de Precios Cuidados permitieron limitar el impacto negativo de la crisis en el poder de compra de los salarios. En el segundo y tercer trimestre la pérdida de ingresos de los sectores más necesitados de la población debido a la pandemia fue en parte compensado por las ayudas del Estado, en particular el IFE. El consumo público se incrementó con el aumento de las diversas ayudas a las que se agregaron con la pandemia el ATP. 

En cuando a la inversión pública se aceleró ya que el ministro Gabriel Katopodis y los gobernadores terminaron las obras iniciadas por la anterior gestión macrista que habían sido dejadas al abandono. Esto explica, en parte, el fuerte repunte de la construcción y las pulsiones especulativas sobre los precios de los materiales. Hay que agregar que una parte sustancial de presupuesto nacional se orientó justamente a sostener la demanda global para reactivar la economía y en el presupuesto 2021 los gastos para apuntalarla y combatir la pobreza y continuar así con la reactivación económica constituyen cerca del 60 por ciento del mismo. En cuanto a la inversión privada ha sido reforzada con las diversas ayudas y la baja de la tasa de interés, pero las empresas solo comenzarán a invertir cuando alcancen una utilización más elevada de la capacidad ya instalada facilitada por la reactivación.

La afirmación de los medios que atribuye a Guzmán la intención de aplicar un plan de ajuste es falsa por lo indicado pero además está en contradicción con sus convicciones e ideas económicas explicitadas en su crítica moderada, pero argumentada y profunda de la teoría neoliberal emitida en reiteradas oportunidades y que lo ubican así como formando parte de la corriente de los “Nuevos Keynesianos”. Dicha orientación del pensamiento económico agrupa economistas como Paul Krugman, Michael Spence, Janet Yellen, Bradford DeLong, Joseph Stiglitz, Lawrence Summers, Olivier Blanchard, etc.. Estos economistas argumentan que no solo se debe tratar de incrementar la demanda global vía el déficit presupuestario y la baja de las tasas de interés, como señalaba Keynes, sino que también se deben corregir los problemas estructurales como son la política fiscal regresiva, la viscosidad de los precios en las estructuras oligopólicas de los mercados y la asimetría de la información. Rechazan además explícitamente las políticas de contracción de la demanda para salir de las crisis económicas.

A mediados de julio el ministro Guzmán señaló, contrariamente a lo que argumentaban los ministros neoliberales de la anterior administración, que no pensaba reducir el gasto público porque ese no era la orientación de la política económica del gobierno. Sus recientes declaraciones en PaginaI12 confirman claramente que el mentado ajuste es una obsesión de los medios para crear zozobra en los ciudadanos.

Los medios especializados ya sea los diarios financieros, las “notas confidenciales”, las “newsletter”, los informes de coyuntura enviados a los “clientes” o las ponencias en las revistas especializadas hacen gala de un autismo teórico permanente. Afirman contrariamente a lo antes señalado que la política económica del gobierno es un derroche de dadivas, planes y gastos inútiles financiados mediante la emisión monetaria y la política fiscal que se traducen en una fuerte inflación aunque esta haya disminuido y que se traducirá tarde o temprano en un “hiper” incremento de los precios.

Estos medios han cesado de hablar de economía, ignoran los datos estadísticos afirmando que la “presión fiscal es la más alta del mundo”, y fundan su catastrofismo afirmando que la emisión monetaria es vista con “desagrado por los mercados”. Lamentan que el gobierno peronista no facilite las ganancias de los grupos concentrados y que proceda a una redistribución del ingreso favorable a los sectores medios y populares así como al desarrollo industrial. Otros postulan que sería importante que el gobierno se “anclara” con el FMI o si se prefiere que los peronistas ineficaces dejen que la política económica sea diseñada por los “super técnicos” del FMI que le otorgaron el exuberante préstamo a Macri ya que es necesario “cambiar de modelo”.

Como lo indicaba un diario financiero de referencia internacional los medios elaboran análisis económicos que confortan las creencias profundas de sus lectores o escuchas aunque no reflejen la realidad. Pero en este caso lo que no deja de sorprender es que los medios especializados finjan ignorar las importantes evoluciones que se han operado en el pensamiento y las propuestas de los autores que defienden la teoría ortodoxa ya que la Gran Recesión del 2008 y la crisis de la codiv-19 han trastornado el debate económico.

Entre los temas en debate señalemos el rol de la emisión monetaria y de los bancos centrales, la función de la deuda publica, el libre cambio, el control de los mercados financieros, la relocalización industrial y la sustitución de importaciones provenientes de China y la India. Estas nuevas orientaciones aparecen donde menos se las esperaba y pueden ilustrarse con las posiciones asumidas por Carmen Reinhart una economista cubano-norteamericana, ultra ortodoxa, que es la actual economista en jefe del Banco Mundial nombrada con la bendición de Trump. En recientes declaraciones expresó que “primero hay que batallar y ganar la guerra y después pensar como pagarla” sin aparecer para nada preocupada por el problema inflacionario o de la deuda pública que antes la desvelaba. Ha defendido la ayuda que la institución va a desplegar: un monto de 160 mil millones de dólares para los países con un bajo PIB per capita para enfrentar la situación de la crisis económica actual. Se podrá argumentar que este gasto es poco elevado e insuficiente pero constituye un cambio radical en la política del organismo.

La crítica de la política económica del gobierno peronista por parte de los “expertos” y los periodistas especializados aparece así claramente desfasada respecto de la realidad no solo nacional sino también internacional. Es posible que en un tiempo futuro los economistas ortodoxos vuelvan a enamorarse de sus viejas ideas pero, por el momento, la realidad se impone a todos.

* Doctor en Ciencias Económicas de la Université de Paris, Autor de « La economía oligárquica de Macri” Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.

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