Una supergripe causa estragos en el mundo. Los Estados Unidos están sumidos en una grieta de dos bandos. A uno de ellos lo comanda un líder tan mesiánico como carismático. ¿Suena familiar? The Stand (estrenada por Starzplay a comienzos de mes) es, para empezar, una adaptación de cierta obra escrita por Stephen King a finales de los ’70. Nada menos que su meganovela La danza de la muerte/Apocalipsis, epopeya en la que el oriundo de Maine imaginó un escenario global espantoso para la humanidad pero en especial para la nación de la bandera estrellada. Puede, incluso, que el proyecto original de la CBS All Access fuera el de aprovechar el filón que impusiera The Walking Dead ­hace una década. Hasta que el Coronavirus –¿el Capitán Trotamundos de la realidad?- se encargara de cambiar el sentido de ese texto, de la miniserie y, posiblemente, de lo que de aquí en más se entienda por género “Catástrofe”. La plataforma de streaming ya alojó los dos primeros de sus nueve episodios y cada domingo subirá uno nuevo.

El hueso de la miniserie es la antiquísima lucha del bien contra el mal desencadenada por un arma bacteriológica que borró del mapa a gran parte de la humanidad. Los sobrevivientes tienen que elegir adónde irán, y cómo actuarán, mientras ese virus sigue allá fuera. Algunos oyen el llamado de la benevolente Madre Abigail (Whoopi Goldberg) y se embarcan en su viaje a Boulder, Colorado. Otros toman partido por Randall Flagg (Alexander Skarsgård). Un diablo que sabe cómo tentar a sus devotos: ofrece cura y vicios a cambio de la idolatría y sumisión. Además, claro, de poder levitar, hipnotizar, leer la mente, insuflar lo peor de las personas y generar caos. ¿En que otro lugar más que Las Vegas podía estar su fortificación? Además del argumento, The Stand respeta a rajatabla otra característica del libro: sus múltiples personajes. La ficción asume esa complejidad atándose a la estrategia coral y cierto espíritu clase B. Los primeros episodios presentan al buenazo de Stu Redman (James Marsden), a Owen Teague (Harold Lauder) cuya obsesión por Frannie Goldsmith (Odessa Young) raya la psicopatía, al intelectual cínico de Glen Bateman (Greg Kinnear), a Larry Underwood (Jovan Adepo) que recorre las calles vacías de Nueva York, y a la furtiva Nadine Cross (Amber Heard), por nombrar solo algunos de los personajes.

El libro es sobre una pandemia sólo en el comienzo y después trata sobre cómo nos comportamos en ese escenario. Eso fue en lo que más nos enfocamos. La segunda parte de la historia es la que nos interesa más. La pandemia de la que hablamos en la serie es producto de un arma viral que el gobierno desarrolló y no de un virus que ocurrió de manera natural. Creo que esa distinción, al menos, nos distancia de la realidad que estamos enfrentando”, dijo Taylor Elmore, co-creador de la entrega junto a Benjamin Cavell, en una conferencia de prensa con medios internacionales entre los que estuvo Página/12. El proyecto data de hace un largo tiempo, contó con la venia de Stephen King, y recién hace tres años se formalizó la producción. El rodaje se llevó a cabo sin problemas entre finales de 2019 y comienzos del año pasado en Vancouver. Cuando el equipo estaba a punto de entrar en postproducción, otra clase de virus alteró los planes. Con la pandemia en plena escalada, los realizadores discutieron si debían mencionar el Coronavirus dentro de la ficción. Descartaron esa idea por “deshonesta” y se apegaron a la senda delineada desde un comienzo: modernizar y ser los más fieles posibles a la obra de más de 1500 páginas. “Tenía que ser de este tiempo como el libro estuvo enraizado a 1978. A nivel de tecnología y lo social, debimos imaginarnos cuáles serían las implicancias y cómo podría jugar esta pandemia en la actualidad. No sólo nos enfocamos en el colapso de las comunicaciones, la caída de los servicios sociales y demás, sino que también analizamos qué pensarían las personas en 2020. Nos metimos mucho en los pequeños detalles que le aportan textura actual a la historia y te hacen sentir que estás inmerso en ese mundo. Ese fue un desafío”, confió Cavell.

Para dar una idea cabal de la lucha entre los dos bandos antagónicos y explorar la maratón de personajes, hubo que ajustar el relato y presentar otra estructura. Uno de los anclajes narrativos más radicales fue el de apelar a saltos temporales permanentes. El viraje entre presente y flashbacks ofrece una perspectiva cambiante que allana el terreno para la gran batalla final. El audio del primer mandatario tosiendo (en la reconocible voz de Bryan Cranston) se intercala con postales idílicas de una noche en Texas. Hay apariciones sobrenaturales y cuerpos en descomposición. Lo fundamental, como siempre se ha dicho del escritor, es la descripción del mundo interno de los personajes. “Si separás la acción real de lo que pasa en las mentes de los personajes, te das cuenta de que hay mucho, pero aquello no es tan abrumador como pareciera en el libro. El desafío real fue que todos esos subtextos se reflejaran en el rostro de los actores en fracciones de segundos, pero tuvimos los actores adecuados para este trabajo”, precisó Elmore.

Mardsen –aún recordado por su papel Cyclops en la saga de X-Men- es el “héroe reacio” de esta historia. “Estos son los días de los antihéroes y yo amo a los personajes como Stu. Ser una persona buena quizá no sea lo más atractivo del mundo. Lo mejor es el contraste que se da cuando voy a Las Vegas, en la tierra que manda Randall Flagg. Él es un tipo humilde con una fuerte opinión sobre lo que está bien. Tiene todos los atributos de alguien aburrido, pero me gusta celebrarlos. Randall representa el caos y a Stu lo aterroriza eso. Es leal, querible, le gusta el orden, es optimista, básicamente, es el aburrido buen tipo”, lo describe. Su personaje, paradójicamente, es uno de los encargados de proyectar un futuro por la pareja con Frannie y lo que representa un embarazo en esa tierra devastada. “Lo que más amo de esta chica es que no es perfecta, no es de las que tienen una mirada positiva de las cosas. Es una adolescente que se entera que está embarazada y la decisión que debe tomar depende mucho de que a su alrededor todos se están muriendo. Nadie podría saber bien cómo actuar en un trance así y muy compuesto desde lo moral. Es un personaje que se equivoca y tiene la libertad de equivocarse”, señala Young. 

Este rol será esencial por otro motivo. Durante más de tres décadas King planeó un nuevo final para Frannie (sintió que sus acciones quedaban desdibujadas en el libro y no le hacían justicia). La espina se la pudo quitar escribiendo el guion del último episodio de esta miniserie. Según los realizadores es una suerte de “arreglo” para el personaje y una coda con más matices para el epílogo. King participó del writers rooms de la miniserie junto a su hijo, Owen, quien estuvo a cargo como productor y guionista de varios episodios. “Abordamos este proyecto con la idea de hacerle honor a esta obra maestra, sabíamos que Stephen King estaba leyendo cada avance y dándoles el visto bueno a los directores y a los actores, nos dio mucha confianza. Estábamos muy al tanto de que si nos apartábamos de la idea original, Owen nos iba a traer de regreso. Pero honestamente no lo tuvo que hacer ni una sola vez”, asegura Cavell.

Para el elenco, tanto la novela como su transposición ofrece múltiples capas de interpretación. Gregg Kinnear recuerda cuando leyó ese libro que parecía “una guía telefónica” y que le sirvió para reflexionar sobre la condición humana dentro de un evento aterrador. A su personaje, un sociólogo misántropo, “con el chiste justo para cada momento”, lo sobrenatural le va a suponer un desafío a todas sus creencias. Amber Head destacó los polos que estructuran el relato y operan sobre personajes como el de Nadine Cross. “No es un rol estático. Ella intenta hacer lo que cree correcto, de acuerdo a sus motivaciones, y es más interesante cuando no se puede etiquetar al rol”, explica. Mardsen, por su parte, alucina con el carácter anticipatorio del texto pero anclado en cuestiones elementales. “Es como si Stephen King hubiese tenido una bola mágica. Siempre fue curioso sobre las decisiones que las personas toman, su psicología, Dios versus el mal, qué tememos y con todo el potencial de lo que eso puede pasar. Estábamos en Vancouver finalizando el rodaje y de a poco empezamos a ver cómo iba creciendo lo del virus. En la novela el Capitán Trotamundos elimina al 99% de la humanidad en dos semanas. Es una gran diferencia pero es imposible no ver los paralelismos. Es cierto que el interés principal es analizar lo que haríamos en un caso así. Es un relato sobre instintos, sobre qué haríamos en un momento apocalíptico, y no creo que nadie hubiese imaginado lanzar esto en medio de una pandemia real”, dice el actor.

Al momento de su publicación, la novela fue celebrada por su carácter monumental. Podían entrar la épica de Tolkien con las notas al pie sobre el ocaso de los ‘70 (crisis económica, el ascenso al poder del nuevo conservadurismo, las posturas fanáticas y la paranoia nuclear). Los ’80 fueron los años de la resignificación para la obra. Con el HIV y el ébola en agenda empezó a subrayarse su carácter anticipatorio. En 1994 se realizó la primera adaptación en formato de miniserie, justo entre la Guerra del Golfo y la aparición de Internet. Damon Lindelof, el creador de Lost, ha dicho que sin La danza de la muerte/Apocalipsis no hubiera existido la historia de los náufragos en esa isla que se dividía entre unos, los otros y pasaban cosas más allá de lo racional. Y bajo ese arco fantástico las preguntas clave: “¿Qué pasaría si apretaras el botón para resetear a la humanidad? ¿La reconstruirías de la misma manera? Estas preguntas son centrales para el libro y es lo que nos interesaba plantear y contar”, cree Cavell.

Randall Flagg, al que algunos llaman Hombre Oscuro, comanda el lado diabólico de la civilización. Mezcla de hechicero y profeta, viste campera de cuero y un jopo impertérrito. “Un Donald Trump sexy”, dijo sin dar muchas vueltas Alexander Skarsgård. “Era muy importante para nosotros que Flagg no fuera una caricatura ni que subrayara su carácter de villano. Sabíamos que queríamos decir algo sobre el appeal de un poderoso, de un autoritario, de un hombre de esa clase. Flagg es increíblemente carismático y bello sólo como Alexander Skarsgård puede ser. Buscamos la resonancia con lo que pasa en el mundo acerca del encanto de cierto tipo de líderes muy sugerentes. En medio del caos aparece un tipo que puede levitar y tiene muy claro lo que quiere. Espero que la audiencia puede comprender lo que significa darle poder a un tipo así -o lo que demonios sea- y note sus fallas”, sentencia Cavell. The Stand, en definitiva, es una relectura dramática, exagerada, revisionista, entretenida y paradojal tanto de la ficción como del contexto del que surge. El propio Stephen King desde su cuenta de Twitter diferenció a The Stand del Coronavirus. “De una pandemia se puede sobrevivir. Mantenete calmo y tomá medidas razonables”, escribió. El Capitán Trotamundos, en tanto, sigue haciendo de las suyas.