El macrismo pasó de gobierno a oposición, Mauricio Macri pasó de la peor gestión en educación a preocuparse por las clases presenciales, Carolina Píparo mutó de víctima a verdugo y el radicalismo tucumano pegó el salto mortal desde los juicios de Alfonsín a aliarse ahora con el bussismo de los genocidas. La metamorfosis kafkiana de los conservadores argentinos.
Es el expresidente que no construyó escuelas ni hospitales y redujo drásticamente los presupuestos. Es chistoso que Macri quiera dar clase en temas que nunca le importaron. Siguen sin importarle. El objetivo de sus declaraciones es más primario: su esqueleto comunicacional detecta preocupaciones básicas para proponer salidas demagógicas que rompan los marcos de responsabilidad social.
La situación de los chicos que han perdido contacto con sus pares durante el año que pasó es una problemática que se siente en los núcleos familiares. Es una preocupación que se acrecienta con las perspectivas de extensión de la epidemia en el tiempo. La salida demagógica sería abrir la puerta sin pensar en la ola de contagios masivos entre los seres queridos de esos chicos.
Esa preocupación motivó declaraciones de los gobiernos bonaerense y porteño y del gobierno nacional. Con más precaución por parte del bonaerense, los tres expresaron su deseo de comenzar las clases presenciales. Los docentes, en cambio, plantearon sus reservas en relación con los contagios. Los chicos no son tan afectados por el virus pero son una gran fuente de diseminación.
La declaración de Macri no es ingenua: busca hacer impacto en una preocupación real que se complica con otras dinámicas familiares. Pero las respuestas a estas problemáticas en medio de la pandemia son complejas y requieren paciencia y algunas concesiones. Como dice el macrismo, las libertades están restringidas, pero no por una dictadura humana, sino por la dictadura del virus.
Las soluciones tienen que evitar que las clases presenciales se conviertan en focos de propagación de la epidemia entre maestros y familiares. Lo más probable es que eso recién ocurra cuando estén vacunados los docentes y los familiares que constituyan población de riesgo. El Gobierno estima que entre mediados y fines de febrero habrá cumplido esa meta. Es difícil que el ritmo de vacunación llegue a esa fecha. Pero si es necesario posponerla por un criterio de responsabilidad social, habrá que hacerlo, aunque Macri siga escribiendo cartitas.
El caso de Carolina Píparo y su esposo tiene la intensidad oscura de una tragedia griega. La elaboración de su drama personal, al ser herida en un asalto bancario y perder un embarazo avanzado, la fue convirtiendo en Némesis de la justicia por mano propia, vocera y defensora del deseo de venganza como forma de justicia. Y ese deseo la lleva a convertirse en el odiado responsable de su dolor. Aunque ella no estuviera al volante, el relato del hecho se sostiene en esa furia vengativa que ella proclama. Y esa proclama es responsable de la tragedia de los dos inocentes que fueron atropellados y abandonados por su esposo, al que ella acompañaba, según ella misma relató.
La idea de justicia por mano propia o como acto de venganza justiciera por parte de la víctima necesitaba un drama como el de Píparo para justificarse. Ella lo convirtió en argumento electoral de Juntos por el Cambio. Así llegó a diputada provincial y aspirante a reemplazar a Julio Garro en la intendencia de La Plata.
La pareja fue asaltada en la madrugada del primero de enero cuando llevaba al suegro de Píparo a su domicilio. Los asaltantes, que se trasladaban en moto, le sustrajeron un celular.
La pareja hizo la denuncia, pero salió en busca de los asaltantes, se encontraron con otros motociclistas y creyeron que se trataba de los ladrones. Comenzó una persecución, hasta que el automóvil atropelló con su parte delantera a una de las motos y huyeron dejando a dos pibes, uno de ellos menor de edad, heridos de gravedad.
Ella quiso encarnar la necesidad de mano dura, quiso que su historia sirviera para justificar la idea de justicia como venganza justiciera para las víctimas. Pero los caminos de Dios son insondables, dirían los creyentes. Un giro vertiginoso de la vida, el misterio, la convirtió en exactamente lo contrario, al proyectarla como ejemplo de que la justicia no puede ser venganza ni ejecutada por mano propia.
Ensimismada en su propio dolor, la mujer no termina de tomar conciencia del dolor que ha provocado a los chicos atropellados, que podrían haber muerto, y a sus familias. No hubo palabras de arrepentimiento. No hubo reconocimiento de culpas, ni disculpas públicas por el dolor que ha causado, sin hablar del que causa con su prédica, que replica por mil la tragedia de los pibes atropellados.
Su relato cambió a medida que las pruebas la desmentían: primero dijo que eran los pibes que la habían asaltado, después que los pibes la habían amenazado desde las motos. Si su dolor fue terrible, es incapaz de reconocer que ella provocó injustamente el dolor en otros. No hay piedad por las víctimas. Solamente puede reconocer su dolor, incluso como mal consejero. Resulta paradójico, porque se desempeña ad honorem como directora de Asistencia a la Víctima de la intendencia de la ciudad de La Plata, gobernada por el macrismo.
La escena se despliega y se descarna. El Frente de Todos pidió su renuncia a ese cargo. Píparo se aferró a la función porque la renuncia hubiera sido reconocer culpas. Y subió la apuesta, porque la preocupa que no pueda reelegir como diputada provincial del macrismo por La Plata. Encaró a los responsables de cada fuerza de la alianza conservadora para increparlos porque no la apoyaron desde el principio. La respuesta que encontró, según difundieron los medios, fue que las pruebas en su contra eran muy contundentes.
Sin embargo, el secretario de Seguridad de La Plata, a cargo de la intendencia, Darío Ganduglia, acudió misteriosamente esa madrugada al lugar donde se detuvieron Píparo y su marido tras embestir la moto y fugarse. Y nunca les hicieron control de alcoholemia, lo primero que se hace en esa circunstancia. Hasta el procurador Julio Conte Grand estudió el caso. Realmente, si no tuvo más cobertura fue porque era imposible tapar tanta evidencia.
Uno de los mayores actos de valentía política en esta transición democrática fue la decisión de Raúl Alfonsín de juzgar a los ex comandantes militares, cuando apenas había asumido y todavía el respaldo a la dictadura era mayoritario en las Fuerzas Armadas. El radicalismo tucumano, representado por los intendentes de Yerba Buena, Mariano Campero, y de Concepción, Roberto Sánchez, dio el salto de esa tradición y arregló una alianza con Ricardo Bussi, hijo del genocida y ex gobernador.
Tucumán tiene su propio perfil, con internas que muchas veces no se condicen con el escenario nacional. La alianza de Cambiemos con el bussismo fue respaldada por Alfonso Prat Gay, que aspira a una candidatura por ese distrito y provocó el alejamiento de un sector del peronismo referenciado en el intendente de la capital provincial, Germán Alfaro, enfrentado al gobernador Juan Manzur.
El juego de alianzas en los partidos políticos tiene más vueltas que el caracol y supuestamente todo se permite. Pero en este caso simboliza el proceso de derechización que inició el radicalismo en su alianza con el macrismo, y el abandono, en este caso por parte de importantes dirigentes tucumanos, de sus banderas éticas más sentidas, como la defensa de los derechos humanos y el repudio a las dictaduras.