Desde Río de Janeiro
Donald Trump abandona la presidencia como el líder de la oposición, con perspectiva de lanzar su candidatura en cuatro años. Cuando salga de la presidencia, Jair Bolsonaro no contará con una situación tan favorable.
Siempre hubo diferencias entre ellos, en medio de tantas similitudes. Las diferencias empiezan a contar más en el momento en que dejan el poder.
Trump fue un importante creador de opinión, a través de la cadena NBC, durante más de diez años, antes de que los estadounidenses lo eligieran presidente. Era un millonario, dueño de edificios, campos de golf, casinos, entre otros.
El magnate neoyorquino tenía una relación conflictiva con el Partido Republicano, que se ha resistido a su influencia.
Los dos mandatos de Obama representaron una hegemonía muy amplia del Partido Demócrata, de tal forma que Hillary Clinton era la favorita para ser elegida en 2016. Sin una candidata que pudiera rivalizar con ella, el Partido Republicano cedió a la candidatura de Trump como el único el que podía competir con Hillary. A pesar de que tuvo menos votos, Trump triunfó con una ofensiva final acelerada, apostando por los estados donde podría ganar, aunque por una pequeña diferencia, para obtener los votos en el Colegio Electoral que lo llevaron a la presidencia. Fue un logro que el Partido Republicano no habría conseguido si no hubiera sido por Trump.
A partir de ese momento, se estableció un nuevo tipo de relación entre Trump y los republicanos. Estos quedaron rehenes del gobierno del magnate, en la medida en que Trump podría contar con un partido implantado a nivel nacional, con muchos gobernadores y la mayor parte del Senado.
A lo largo de su mandato, aun con las actitudes arbitrarias de Trump, que nunca consultó nada con el partido, no hubo rupturas por parte de parlamentarios con el gobierno. La candidatura de Trump para la reelección fue un consenso en el partido, que no buscó a ningún otro candidato frente al favoritismo de Trump.
Esto se apoyó en una economía que, al contrario de los países europeos o de Japón, se recuperó de la crisis de 2008. Una economía en crecimiento, con la creación de empleos, es una fórmula segura de reelección en Estados Unidos.
Pero se produjo la irrupcion inesperada y contundente de la pandemia, que cambió el escenario electoral. La situación económica se revirtió, de expansión a recesión y se comenzó a disparar nuevamente la cifra de desempleo. Como consecuencia, los demócratas volvieron a pensar en la posibilidad de la victoria. Escogieron al moderado Joe Biden, apoyado por el voto de los dos negros -- que heredó por haber sido vice de Obama--, mientras Trump se preparaba para candidaturas más radicales: Bernie Sanders o Elisabeth Warren.
La actitud negacionista de Trump consolidó su derrota. El intentó disminuir el desgaste de su imagen, asumiendo la vacunación como un logro de su gobierno. Su discurso alentando la invasión del Capitolio tiene un doble efecto: tuvo la condena de varios parlamentarios republicanos y además consolidó su capacidad para movilizar a sus simpatizantes más radicalizados. La denuncia del supuesto fraude electoral llegó a amplios sectores de la población y al propio Partido Republicano.
La invocacion de los 75 millones de votos -el líder que obtiene la segunda mayor votación en la historia de Estados Unidos- y la negación del resultado electoral son ya elementos de su plataforma electoral para el 2024. Trump sale del gobierno contando con esa votación y con un partido fuerte nacionalmente, aun con escaños minoritarios en el Congreso. El mismo intento de impeachment lo deja bajo los reflectores y mantiene su imagen en el centro del escenario político por lo menos por un tiempo más.
¿Y Bolsonaro? Primero, enfrentará su intento de reelección en una situación mucho más difícil que la de Trump. Sus posibilidades de reelección son mucho menores que las de Trump, que contaba con la la economía creciendo y el desempleo declinando.
Bolsonaro vivió sus dos primeros años de gobierno en recesión, que se alarga al tercer año de su mandato, con desempleo récord y precariedad de la mayoría de la población. El sufre los resultados de la derrota de Trump y la asunción de un gobierno hostil a él en su lugar. Perdió la las elecciones municipales de 2020 y, al mantener su visión negativista, su imagen se ve afectada y seguirá erosionándose a lo largo del resto de su mandato, sin que la economía y el nivel de empleo se recuperen.
Al salir del gobierno, Bolsonaro se irá sin un partido organizado, sin el espacio en los medios con el que cuenta ahora, probablemente será víctima de una gran cantidad de juicios, situación similar a la de sus hijos. En estas condiciones, si realmente no logra ser reelecto, de la misma manera que Trump, sale del gobierno sin condiciones de supervivencia política, aun contando con muchos simpatiznates radicalizados y aislados.