Cantó por primera vez en público cuando la Academia Nacional del Tango homenajeó a su abuelo, Armando Tagini. Ese día eligió “Marioneta”, uno de los muchos clásicos que compuso su antepasado. Vanina Tagini viene por parte de padre de un linaje tanguero que se remonta hasta su bisabuelo, quien importaba y trabajaba los gramófonos con los que grababa el mismísimo Gardel. Y por parte de madre, con quien la inspiró a cantar en primer lugar, la cantante Marta Rossi, que también abre las puertas a otra familia tanguera. Ahora, lejos de explotar su apellido, Vanina busca formas de contar la Buenos Aires de hoy y recurre a poetas más cercanos en el tiempo. Al punto de que el tema más “viejo” de su flamante álbum Urbana no es un tango, sino un aire de zamba bien conocido en el palo rockero: “Barro tal vez”, de Luis Alberto Spinetta.
Urbana es su segundo disco solista (tiene otros a duo con el bandoneonista Gabriel Merlino, quien además es su pareja). Por allí desfilan temas de Eladia Blázquez, Chico Novarro, Alejandro Szwarcman y Bibi Albert (una de sus mayores influencias, cuando a los 18 sus tangos le mostraron “que podía cantar tango sin hablar de otra época, con un lenguaje totalmente contemporáneo, desde la mirada de una mujer y con una impronta del nuevo siglo”), entre otros. Una selección de repertorio que, según explica la cantante, busca “mostrar una pintura de época, de las últimas décadas del tango”. “Este repertorio abarca composiciones que arrancan en ese período oscuro del género en los setenta, y llega hasta hoy, con temas del siglo XXI”, señala. Tagini agrega que “el tango es una música que, a pesar de haber enfrentado desde la década del 60 una falta de difusión brutal y campañas de desprestigio orquestadas por las dictaduras principalmente, pero también el ninguneo de los privados, como las grandes discográficas, y varios sectores de la prensa, ha seguido viva y produciendo más que nunca”. Tagini también milita en la ACIT (Asociación de Creadorxs e Intérpretes de Tango), uno de colectivos tangueros que se formó en el 2020 “con el fin de defender nuestros derechos y de visibilizarnos como sector”.
Para la cantante es fundamental mostrar que el tango “también toma temáticas actuales y que interpelan a la sociedad”, y señala la inclusión de temas como “Pompeya no olvida” –sobre la última dictadura cívico-militar, o “Ciudad de nadie”, que reflexiona en torno a la crisis de 2001. En ese sentido, comenta que la inclusión de “Barro tal vez” obedece a que “Spinetta y el rock fueron también parte fundamental de mi vida musical, con la particularidad es que es una zamba compuesta por Luis en 1963 (y recién grabada en 1982), lo que la convierte en el tema más viejo del disco, lo que, de alguna manera podría también convertir, aunque sea por un rato, al rock en tradición y al tango en modernidad, o mostrar que en el arte las supuestas barreras culturales entre lo viejo y lo nuevo quizás no existan en el sentido de una temporalidad lineal”.
El disco salió en las últimas dos semanas de 2020 y, como otros tantos de ese año, su producción no escapó a los avatares pandémicos. De hecho, entre al primera sesión de grabación en Estudios ION –el 18 de marzo- y la siguiente, pasaron exactamente cinco meses. “Fue muy emocionante porque para la mayoría de los que estábamos ahí era la primera vez que salíamos lejos de nuestras casas y ¡para hacer música! Creo que esa enorme pausa se refleja emocionalmente en el disco, pero de manera positiva, porque esto nos hizo valorar más todo”.
Si el repertorio y su selección poético reflejan una idea, lo estrictamente musical tuvo el acompañamiento de su compañero de vida Gabriel Merlino. “La búsqueda estilística de este disco es piramidal, con la base ineludible de los recursos del tango, pero tratando de incorporar también siempre algunos elementos de otras músicas del mundo, como el jazz o diversas músicas latinoamericanas, nosotros consideramos que los géneros populares están siempre, más que en evolución, en expansión, ya que las formas culturales son espacios abiertos y no cerrados”, plantea.
Más allá de esa perspectiva pluricultural, cuando se reconoce “urbana”, Tagini habla inevitablemente de Buenos Aires. “Es mi lugar en el mundo”, celebra. “Es la ciudad donde nací, pero sobre todo donde elijo vivir. Me siento afortunada de ser de acá. Siempre digo que si hubiera nacido en otro lado, hubiera terminado viviendo en Baires de alguna manera. Disfruto de sus rincones, de su música, de sus noches mágicas e interminables, de sus milongas, de sus bares míticos, de sus sabores, de sus personajes, de la poesía que la habita. Baires es mi refugio, mi punto cardinal, una de mis mayores certezas”, se entusiasma.
Pero claro, Buenos Aires tampoco es una ciudad sencilla y de sus miserias y disgustos, cuenta Tagini, se reconcilia “defendiendo su cultura, difundiéndola en todos los lugares que puedo, estudiándola, cantando temas que muestren las dos caras de Buenos Aires, la que me enamora y la que me duele”.