Desde que a principios de agosto, Lucía Correa, productora rural de 25 años fue asesinada de un disparo en el abdomen por su pareja, Roger Ismael Cara Tarraga, las mujeres de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT) se pusieron a trabajar para poder tener un refugio contra las violencias machistas. Y lo inauguraron el 19 de diciembre de 2020. “Venimos trabajando en el sector viendo las problemáticas de las compañeras que cuando sufrían violencias de género no se podían ir porque no tenían a dónde”, dijo a Las12, María Carolina Rodríguez, referenta de géneros de la organización a nivel nacional, hoy a cargo del refugio que está ubicado en Lisandro Olmos, localidad de la zona hortícola del Gran La Plata.
En los últimos 20 años, el cinturón hortícola del Gran La Plata se extendió y diversificó sus producciones. En Lisandro Olmos viven más de 20 mil personas y su principal motor económico es el trabajo de la tierra. “Fuimos luchando y la organización nos cedió el espacio, se trabajó mucho para reacondicionarlo y el 19 de diciembre pudimos inaugurar el primer refugio a donde las compañeras pueden venir; tenemos 19 lugares”, detalló la responsable del lugar.
Como se sabe, hacer la denuncia lleva mucho esfuerzo y en muchos casos, las tierras donde trabajan las mujeres están lejos de las comisarías. “El primer paso es hacer la denuncia y si la compañera no tiene a dónde ir con los niños se le abren las puertas del refugio, se le brinda ayuda y está pensado como un espacio de micro emprendimiento: tenemos cultivos de plantas medicinales, hacemos dulces y conservas y hoy en día la organización nos sostiene, nos da una mano”, dijo Rodríguez.
“No hay #SoberaníaAlimentaria si las mujeres y campesinas que producimos alimentos, que sostenemos nuestras familias y cuidamos de la tierra, sufrimos violencias. Hoy gritamos ¡BASTA! Seguiremos luchando, con potencia feminista y colectiva, por Lucía y por todas. No estamos más solas, estamos organizadas. Juntas y juntos venceremos”, se pronunció la UTT cuando se conoció el femicidio de Lucía (fue en una quinta de Angel Etcheverry, La Plata), que tenía un hijo de 10 años.
“Pensamos el refugio porque concretamente en los acompañamientos que hacemos las promotoras rurales de género surge la situación de qué hacer cuando las medidas de restricción y las medidas que pedimos en un caso de violencia no llegan, tardan o si llegan, la quinta, el lugar de trabajo de la compañera sigue dependiendo de un acuerdo entre varones con lo cual el dueño de la tierra no accede a que la mujer se quede porque estamos en este sistema patriarcal y nos terminábamos llevando a las compañeras a nuestras casas o saliendo a buscar una vivienda para alquilar o un laburo con casa”, explicó Rosalía Pellegrini, coordinadora nacional de la Secretaría de género de la UTT. Bien saben las mujeres trabajadoras de la tierra que poder garantizar la casa y el trabajo es clave para salir de las situaciones de violencia. “Lo que tiene que ver con lo material, la casa y el trabajo, siempre son un tema entonces el refugio busca dar solución a estas dos problemáticas. La idea es que pueda alojar transitoriamente pero por una etapa larga que puede ser medio año a una familia, al mismo tiempo que funciona el emprendimiento de dulces y conservas y plantas medicinales”, dijo Pellegrini.
El año terminó para las mujeres de la UTT con este triunfo de la lucha organizada. “Está recién empezando entonces estamos probando protocolos y buscándole la vuelta al funcionamiento. En el acompañamiento pasa de todo, a veces las compañeras se arrepienten, hablamos con las parejas también, hacemos talleres para erradicar las violencias. El espacio es autónomo y se sostiene con fondos de la organización”, explicó la coordinadora de género.
El refugio no sólo tiene como objetivo que las mujeres puedan salir de las violencias sino que también puedan formarse y tener asesoramiento jurídico. Otra de las metas es que puedan aprender los oficios como la producción de dulces y conservas y el cultivo y uso de plantas medicinales que luego se comercializan en los almacenes de la UTT. “De cada una de las ventas, una parte va para la secretaría de género y por ende, al refugio”, explicó Julieta Arévalo, integrante del área de prensa de la secretaria de género de la UTT.
Tierra para sembrar, para vivir
La independencia económica es clave para poder salir de la espiral de violencia, por eso la organización está luchando por conseguir la ley de acceso a la tierra. “Para las mujeres es aun más difícil poder acceder a la tierra porque por lo general esos tratos los hacen los varones”, explicó Julieta.
El jueves 22 de octubre de 2020, la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra presentó por tercera vez en el Congreso de la Nación la Ley de Acceso a la Tierra, una iniciativa que busca crear un Procrear Rural para que los pequeños y las pequeñas productoras puedan acceder a una vivienda digna y a una parcela propia para producir alimentos. Además, la ley busca impulsar un desarrollo rural ambiental, social y económicamente sustentable.
Desde la organización, con fuerte presencia en 18 provincias del país, buscan demostrar que con el acceso a la tierra para las y los productores de alimentos se solucionarían muchos de los problemas que hoy acarrea la industria agroalimentaria: hiperconcentración, especulación de precios, contaminación y trabajo informal o esclavo. Según datos de la UTT, en Argentina, sólo el 13 por ciento de la tierra está en manos de pequeños productores que producen más del 60 por ciento de alimentos que circulan en el mercado interno, mientras que el 1 por ciento de las empresas agrarias controlan el 36 por ciento de la tierra cultivada en nuestro país. Acorde a lo que proponen, con un crédito del Banco Nación de 110 millones de dólares, unas 2000 familias podrían acceder a una hectárea propia con infraestructura productiva y vivienda digna.
En América Latina, sólo el 30 por ciento de las agricultoras familiares y campesinas accede a tierra propia, explicó Rosalía Pellegrini.
Desde la UTT también llaman a seguir trabajando por políticas públicas destinadas a las mujeres rurales. “Cuando van las mujeres a hacer las denuncias, las tienen horas y les dan mil vueltas e incluso son discriminadas porque no saben escribir”, detalló Julieta.
Durante la pandemia la violencia de género recrudeció y el aislamiento en el campo se multiplicó: no hay señal, no hay internet y las mujeres no pueden comunicarse. “Y es un campo que está a 60 kilómetros de la Capital Federal”, expuso Arévalo. La idea es que éste sea un refugio modelo para que después haya en todas las provincias. “Este año hubo varios femicidios en Jujuy, todo el tendido machista es peor en las ciudades chicas porque el de la comisaría conoce al dueño del campo, el dueño del campo conoce al de la municipalidad, entonces todo queda en la nada”, expuso Julieta.
En palabras de Carolina Rodríguez: “el refugio va a necesitar ayuda. Aunque quisiera que todo fuera diferente y las compañeras no lo necesitaran y no sufrieran violencia, hoy es el hogar para ellas”.