No fue un día más aquel 12 de enero de 2009. La noticia de la muerte de Sokol heló la sangre de muchos. Era como si se hubiese ido un amigo, por más que se lo hubiera visto dos, diez o mil veces. O ninguna. Era un tipo, el Bocha, que, por más que en el escenario se transformara en una fiera humana del rocanrol, caminaba las calles como todos, con todos, donde cualquiera. Hablaba sobre cosas comunes, cotidianas. Sonreía. Saludaba. Abrazaba. Tomaba cerveza en bares del barrio. Estaba “en” el pueblo, acción muchas veces declamada pero pocas encarnada. Por eso, cuando aparece alguna rémora sobre su vida, su ser y obra, como Solo, el muy buen documental que hicieron Eduardo Kevorkian y Bruno Larocca; o como el libro que acaba de salir en su honor (Sokol, El Cazador), huelen siempre a revancha de anónimo, de hombre y mujer comunes. 

Sokol arriba del escenario (foto Gonzalo Martínez)

“Desde que lo conocí me impactaron su magnetismo, su fuerza y su sensibilidad”, destaca Isaac Castro, autor de esta muy buena biografía que acaba de publicar la editorial Sudestada. “Arriba de un escenario –continúa— era imposible que no te llamara la atención. Y lo que más me impresionaba era cómo podía pasar de una canción súper potente como ´Escaleras´ a un tema tranquilo como ´Boca de pez´ y prenderte fuego, conmoverte hasta las lágrimas. Y lo hacía con apenas un par de gestos”.

--¿Esos son los temas que te impactan?
--Más bien, los que más me impactan son "Nunca me des la espalda", que cada vez que lo escucho siento escalofríos, y me dan ganas de conquistar al mundo. "Solo", que es una de las canciones más representativas y que narra mejor que ninguna esa sensación de desamparo e infinita tristeza que todos alguna vez sentimos. Y "Pasillos", porque es un tema que conjuga potencia y dramatismo en iguales dosis… es imposible oírlo sin estremecerse.
Con una escritura sólida, sin giros superfluos, muy a tono con el personaje, Castro resuelve en 186 páginas el peregrinaje musical y vivencial de un tipo al que en 48 años le pasó de todo: desde pintar casas para parar la olla hasta cantar en una de las bandas más importantes del rock argentino, entre fines de siglo XX y principios del XXI: Las Pelotas. De tocar la batería para el primer Sumo, hasta ser un fiel feligrés de la iglesia mormona, durante buena parte de los noventa. De darse duro con drogas, a curtir un don y contradón permanente de amor y cariño con amigos, incluso con gente que recién conocía. “Hizo tanto que me quedaron pendientes entrevistas que habrían aportado muchísimo. Después 1están las anécdotas, que eran infinitas, por lo que en un determinado momento tuve que decidir no agregar más. De todas formas, resolví focalizar en su música, básicamente por respeto a su memoria… en varios reportajes Sokol se cansó de decir que lo importante era lo que hacía como músico. Entiendo que su tremendo carisma y su manera de ser tan simple y mundana, muchas veces eclipsa su obra”, destaca Castro, docente, periodista y gestor cultural, que lleva escritas también dos obras de teatro (Quienes verán oscurecer y Flores para dos mujeres solas), además de poemarios, novelas breves y una biografía sobre Los Caballeros de la Quema.

--Siempre que alguien se dispone a escribir sobre algo o alguien, gravita una especie de “determinismo emocional” que lo activa ¿Cómo te activó Sokol, en este sentido? ¿en qué sentido esa música “salvó vidas”, como escribe Marcelo Fernández Bitar en la introducción?
--Cuando descubrí sus canciones en Las Pelotas me produjo una sensación que jamás había experimentado. El sonido, las letras y sobre todo su expresividad fueron una suerte de válvula de escape. Hasta el día de hoy, escuchar al grupo me emociona. Y en un momento sumamente sensible como es el de la adolescencia, esa conexión con su obra me brindó un gran sentido de pertenencia y una manera muy particular de pensar y entender la realidad: las críticas a la sociedad de consumo, la frivolidad y el mundo del espectáculo en plena fantasía neoliberal fueron, para mi generación, una suerte de bandera que nos hermanaba. Eso fue.

--Pudiste haber elegido cualquier título… Sokol era un generador espontáneo de ellos. ¿Por qué “El cazador”?
--Fue cobrando sentido a medida que avanzaba la escritura. Desde el principio tenía claro que cada capítulo llevaría el título de algún verso de canción, pero prontamente descubrí que toda la letra de "El cazador" condensaba la vida de Alejandro. Por otra parte, también me interesó la posibilidad de asociar la figura de "El cazador" con la de alguien que se halla solo y debe recurrir a los instintos más primitivos para garantizar su supervivencia. La vida y obra del “Bocha”, creo, tienen algo de eso.
--Interesante lo que planteás en torno a lo inconcluso de las biografías, en general ¿en qué aspectos pensás que la que hiciste vos quedó inconclusa?
--Antes, las biografías tenían cierta impronta enciclopedista, solían pensarse como textos adonde se alojarían los datos relevantes y desconocidos de una figura. Pero con la aparición de internet y el acceso masivo a la información, considero que el enfoque cambió. En mi caso particular, quizá me hubiese gustado profundizar aspectos que traté por arriba, como la etapa de Sokol fuera de la música profesional.
--¿Te sorprendió eso del Sokol mormón?
--Lo sabía pero de una manera superficial. La investigación para el libro me permitió ahondar en esa faceta tan significativa de su vida. Lo que más me sorprendió fue el impacto que tuvo en él y su nivel de espiritualidad. Siempre dijo que fue la mejor época que transitó.
--También pensaste en Horacio Quiroga, cuando te inspírate en “Los desterrados”, para escribir la obra de teatro Quienes verán oscurecer. Los separa un abismo, claro, pero tal vez podrían establecerse también algunas conexiones entre el desgarrado escritor y Sokol.

--Jugando un poco con el concepto de "El cazador" quizá podríamos establecer ciertas semejanzas en la forma en que ambos concebían el arte… de un modo casi salvaje, es decir. Fueron de personalidades temerarias, muy de poner el cuerpo y permitirse experiencias intensas. También hay algo en la oscuridad y en la muerte, si se quiere trágica, que los vincularía. Pero honestamente jamás se me pasó por la cabeza relacionarlos.