Contra viento y marea, es el caso de decirlo, en tiempos de pandemia Ostende apuesta a una nueva edición de su tradicional festival de jazz. Con un formato que, adaptándose a las necesidades sanitarias de estos tiempos, combinará conciertos presenciales y transmisiones vía streaming, entre este jueves y el sábado la costa de Pinamar tendrá su Jazz en la Playa, que este año llega a su edición número 20. En el Parador Barlovento a las 21, las actuaciones en vivo del Nevua Jazz trío y Tango Jazz Quartet dejarán inaugurado el festival que seguirá el viernes, a la misma hora, en el mismo espacio y con los mismos protocolos de cuidado vigentes, con las actuaciones de Ad Libitum y Jazz 4.
En el formato virtual, que podrá seguirse a través de la cuenta de Facebook @OstendeJazz en conexión con más de treinta fanpages de festivales y clubes de jazz de distintas partes del mundo, el festival comenzará con los conciertos de Gillespi y Miguel Angel Tallarita, junto al Tango Jazz Quartet. El viernes se transmitirán conciertos de la Orquesta de Monte, Ad Libitum, Sotavento Big Band y Jazz 4 y el sábado las de Orquesta del Instituto Cultural de Cañuelas, La Malbec Orquesta, Nevua Jazz trío y Tango Jazz Quartet.
“Pensar el festival de este año fue un gran desafío”, asegura a Página/12 Gustavo Firmenich, director artístico y creador del evento, además de saxofonista y líder del Tango Jazz Quartet. “En dos décadas de vida el festival creció mucho, por ejemplo las últimas ediciones duraron ocho días, en distintas sedes del partido de Pinamar, incluso en Gesell y Mar de las Pampas. Este año todo se limitó, no sólo en cuanto a las formas de llegar al público, sino también en las propuestas artísticas. Las big band de jazz son formaciones numerosas y con el tema de la distancia que plantea el protocolo, y que ante todo queremos respetar, la logística se complica”, agrega el músico.
Como en muchos casos, si por un lado se plantean límites para la música en vivo, por el otro el streaming abre nuevas y todavía no bien sondeadas posibilidades. En más de una década al frente del Tango Jazz Quartet, Firmenich lleva realizadas más de veinte giras internacionales en las que cosechó amigos y contactos a los que apeló para esta edición especial del Jazz en la Playa. “No podíamos no hacer una parte presencial del festival y para eso nos limitamos al parador Barlovento en Ostende, que es donde nació el festival hace veinte años. Lo sentimos como una forma de volver a las raíces, a los orígenes de este encuentro. Pero por otro lado, le pedimos hospitalidad en sus redes a amigos que tenemos por el mundo, para que difundan lo que vamos a transmitir por @ostendejazz en Facebook. Así se fue armando un circuito con páginas de Argentina y también de varios festivales y clubes de jazz del mundo, como la de Minton’s Playhouse de Harlem, el Nisville Jazzfestival en Serbia, que uno de los festivales más importantes de Europa del Este, además de clubes de Gales, Lyon, Budapest, Croacia y Belgrado, entre otros”, explica Firmenich.
“Lo más importante es que para este festival conseguimos lo que logramos en otras ediciones y que es parte de nuestra identidad: variedad de propuestas”, destaca el saxofonista. Otro dato interesante es la sociedad entre el festival Jazz en la Playa, que es autogestionado, con la comuna de Ostende en Bélgica, para que el año que viene el festival tenga su edición “Ostende Argentina”, en enero, y “Ostende Bélgica” en agosto. “Estas cosas también nos dan energía para seguir organizando un evento, aún en circunstancias difíciles. El festival es un punto de encuentro para muchos músicos que en esos días compartimos ensayos, asados y campeonatos de truco. Pero también para un público que se mantuvo siempre interesado a lo que hacemos”, dice Firmenich, que destaca el espíritu independiente del festival. “Somos un festival autogestionado, simplemente porque la municipalidad nos dio siempre la espalda. Pero seguimos. Los músicos y el público lo saben y el espíritu es ese. También lo sabe la comunidad artística de la zona, que fue creciendo y se ha ido involucrando en el festival”, agrega el saxofonista.
Músico experimentado, Firmenich sonríe cuando escucha hablar de crisis. “Nosotros hicimos el primer festival en enero de 2002, en pleno verano del corralito. Pinamar era un desierto, pero decidimos hacerlo igual. La gente que vino, más de la que esperábamos, quedó ligada al festival y desde entonces nos acompaña. Es el público de acá y también el turista, que se multiplica. Eso es lo que nos permite resistir”, asegura Firmenich. Y concluye: “Ahora, estas ventanas virtuales hacia el mundo que logramos abrir seguramente nos ayudarán a la difusión, que podemos sostener porque estamos sobre bases sólidas”.