Desde París. Europa está aprendiendo a seguir su camino sin la mano tutelar de Washington. Los cuatro años del mandato de Donald Trump fueron un suplicio para los países miembros de la Unión Europea. Hubo un momento en que el Viejo Continente renunció a cualquier posibilidad de entendimiento con la administración Trump e inició una suerte de proceso de ruptura, de alejamiento real y simbólico. La llegada de Joe Biden a la presidencia no cambia por ahora esa dinámica. Para muchos observadores y dirigentes políticos de Europa, el famoso “lazo transatlántico” se ha roto. El vergonzoso episodio de la invasión del Capitolio alentada por el hoy ex presidente Donald Trump precipitó a Europa a un vacío de incomprensión y terminó de derribar la imagen de democracia ejemplar de que gozaba Estados Unidos. Y cuando los mastodontes de internet decidieron suspender las cuentas trumpistas de las redes sociales entonces el mito se hizo añicos: el país de las libertades, allí donde impera la primera enmienda de la Constitución (1791) que garantiza todas las formas posibles de la libertad, acababa de repudiar su propio mito. A partir del 6 de enero, la Unión Europea descubrió otra dimensión insospechada de la democracia de los Estados Unidos: su vulnerabilidad. No bastaba con la victoria de los demócratas en las elecciones para reequilibrar la línea porque Trump seguía vociferando que le habían robado el resultado, llamó a sus partidarios a invadir una institución sagrada como la del Senado y organizó una transición enmarañada, digna de una República bananera. La República de Pinocho-Trump les mostró, además, que no había más sobre el tablero un líder del mundo libre sino una democracia prisionera de sus demonios violentos y, por consiguiente, limitada en su credibilidad y amputada en su legitimidad. La “estrella de la libertad” se hizo tragar por la fuerza oscura.
Uno de los primeros líderes europeos en saludar la toma de poder de Joe Biden fue el presidente francés, Emmanuel Macron. El mandatario expresó sus “mejores deseos en este día tan importante para el pueblo estadounidense” y saludó el “retorno” de Estados Unidos al acuerdo climático de París, del que Pinocho-Trump había salido apenas llegó a la Casa Blanca. Los estudios de opinión llevados a cabo en Europa en las últimas semanas muestran la degradación alucinante que sufrió Estados Unidos. Una serie de encuestas realizadas entre noviembre y diciembre de 2020 (antes de la invasión del Capitolio) por los institutos YouGov y Datapraxis a pedido del think tank europeo European Council on Foreign Relations (ECFR, Consejo Europeo de Relaciones Internacionales) indican que los ciudadanos del Viejo Continente dudan de que la administración de Joe Biden sea capaz de devolverle a Washington su lugar en el mundo. Escepticismo y falta de confianza en el futuro de Estados Unidos encabezan las respuestas de estas consultas mediante las cuales se interrogaron a 15.000 personas en 11 Estados miembros de la Unión Europea (entre ellos Francia, Alemania y Reino Unido). Una mayoría se dice convencida de que el sistema político de Estados Unidos está definitivamente roto. Seis de cada diez personas piensan que China será en breve la primera potencia mundial y 54 por ciento que “el mundo está hoy mucho peor a raíz de la presidencia de Donald Trump”. Casi un tercio de los europeos piensa que luego del voto a favor de Donald Trump en 2016 ya no es más posible tener confianza en los norteamericanos. El ciclo electoral que va de Trump a Biden no parece ser suficiente para restaurar la imagen empañada de la democracia estadounidense. Este desengaño se traduce en una mayor demanda de autonomía europea. Por ejemplo, 70% de los franceses, 71 por ciento de los españoles y 74 por ciento de los británicos considera que Europa debería ser mucho más soberana y autónoma y menos dependiente de Estados Unidos. Y en lugar de Washington como futuro eje del mundo los encuestados ubican a Alemania como el país con el cual sería necesario mantener relaciones privilegiadas y alentarlo a liderar las relaciones internacionales. Este paquete de encuestas pone también en evidencia otra tendencia mayoritaria: Estados Unidos carece hoy de las capacidades necesarias para asumir y dirigir el peso de una nueva guerra fría y, en consecuencia, Europa debería mantenerse al margen de cualquier confrontación futura, sea entre Estados Unidos y Rusia, sea entre Estados Unidos y China. Ante la tumultuosa caída del imperio Europa prefiere, más bien, no meterse en los conflictos que volverían a encerrar al mundo en la bipolaridad.
Entre los dirigentes europeos el escepticismo no es menor que el que se constata en las opiniones públicas. La tragedia política del seis de enero con esas hordas de fanáticos ocupando el Senado ha dejado la sensación de que la “herida” norteamericana es irreversible y que será necesario mucho pulso para recomponer el país y su credibilidad. La posición de las redes sociales, es decir, de empresas privadas (Twitter, Facebook, YouTube, etc), como gestoras de la libertad de expresión del planeta también juega en contra de una pronta recuperación de la confianza institucional en Washington. No sé ve hoy muy bien con que credibilidad Joe Biden podría organizar “la cumbre de las democracias” prevista en Washington durante 2021 con la meta de “renovar las nociones y las metas del mundo libre”. El Pinocho blanco que acaba de dejar el poder y sus tropas digitales se encargaron de ensombrecer el “American Dream”. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Europa se salvó del nazismo cuando Estados Unidos se metió en la batalla. Trump le hizo perder a su país todo el prestigio, el reconocimiento y la admiración que Europa arrullaba desde entonces.