Joe Biden, el nuevo presidente de los Estados Unidos, está decidido a instalar su impronta en la gestión, también en cuanto a la elección de quienes serán parte de su gabinete a nivel de los departamentos ejecutivos, en total quince, a los que hay que sumar ocho puestos claves en su administración. Todos ellos, a excepción de la vicepresidenta, Kamala Harris (56 años e hija de inmigrantes de Jamaica e India), tienen que ser ratificados por el Senado. Al margen de este requisito legal, Biden nominó un equipo muy diverso, en el que menos de la mitad de ellos son blancos, hay cuatro latinos, seis afroamericanos, tres asiático americanos, y paridad de género.
Sin embargo una de las características poco común en los equipos de gobierno de Estados Unidos es la supremacía de funcionarias y funcionarios que se autoperciben como fieles católicos, al igual que el presidente, segundo católico que llega a la Casa Blanca después de John Kennedy. Aunque nadie podría decir que el hecho de que se confiesen católicos sea el argumento para haber sido convocados, sí se puede constatar que ocho son católicos número superior a los cinco judíos y dos bautistas, sin tomar en cuenta a quienes prefieren no exponer públicamente sus preferencias confesionales.
En este sentido Biden también se diferencia de su predecesor Donald Trump, que cuatro años atrás obtuvo la presidencia con el respaldo del voto evangélico blanco y que luego convocó al gabinete a muchos representantes de esa comunidad. A primera vista ese grupo religioso no aparece representado ahora en el gabinete del nuevo mandatario.
Joe Biden procede de una familia en la que fue formado en los principios del catolicismo, es un fiel de asistencia regular a la misa semanal, exhibe asiduamente su condición de católico, hace referencias a textos bíblicos en sus alocuciones y expresa su admiración por el papa Francisco y coincidencias con el magisterio de Jorge Bergoglio en varias de sus encíclicas. En consonancia con su perspectiva religiosa y al margen de su alineamiento confesional personal, una decisión que el nuevo presidente debe confirmar es la reapertura de la Oficina de Asociaciones Comunitarias y Religiosas de la Casa Blanca que Trump había cerrado.
La lista de los católicos en el gabinete incluye a Lloyd Austin (Defensa); Tom Vilsack (Agricultura); Marty Walsh (Trabajo); Deb Haaland (Interior); Xavier Becerra (Salud); Jennifer Granholm (Energía); Gina Raimondo (Comercio) y Denis McDonough (Asuntos de veteranos). A esta nómina debe sumarse el ex Secretario de Estado, John Kerry, que ocupará el cargo de Enviado especial para el Clima, responsabilidad también de rango ministerial.
En número los católicos son seguidos por los judíos: Antony Blinken (Secretario de Estado); Janet Yellen (Hacienda); Alejandro Mayorkas (Seguridad Nacional); Merrick Garland (Fiscal General) y Avril Haines (Directora de Inteligencia Nacional). La vicepresidenta Kamala Harris y la Secretaria de Vivienda y Desarrollo Urbano, Marcia Fudge, son bautistas.
En uno de sus primeros eventos formales ya como presidente electo, Biden se hizo acompañar por el cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington. Fue para recordar a las 400 mil víctimas de Estados Unidos como consecuencia de la pandemia de la covid-19. Gregory, fue designado cardenal en noviembre último por el Papa Francisco. Durante una entrevista televisiva de la que participó en diciembre el propio Biden comunicó que el cardenal lo llamó para felicitarlo por su triunfo electoral y le envió un ejemplar del último libro del Papa, Let Us Dream, firmado por Bergoglio y que el pontífice le remitió en manos de Gregory a su regreso del Vaticano.
"Nunca ha habido una administración más católica en la historia de EE.UU.", afirmó el Director del Centro Bernardin de la Unión Teológica Católica en Chicago. Steven Millies, según lo consignó el periodista Christopher White, del Catholic Reporter (NCR), en una nota referida precisamente a la presencia de los católicos en el equipo de Biden.