Enorme 6 puntos
Énorme; Francia, 2019
Dirección: Sophie Letourneur.
Guion: Mathias Gavarry y Sophie Letourneur.
Duración: 98 minutos.
Intérpretes: Marina Foïs, Jonathan Cohen, Jacqueline Kakou, Ayala Cousteau, Victor Uzzan.
Estreno: gratuito en My French Film Festival (https://www.myfrenchfilmfestival.com/es) y, para abonados, en Mubi, Amazon Prime Video y Qubit.
Con cuatro largometrajes, la filmografía de la francesa Sophie Letourneur no es fácil de encasillar. Si la ópera prima La vie au ranch (2009) recuperaba guiños nuevaoleros para imprimirlos en un relato estudiantil contemporáneo, su segundo largo, Les coquillettes (2012) –presente en competencia oficial en el Bafici– diseñaba una ficción con el trasfondo real del Festival de Locarno. Luego de Gaby Baby Doll (2014), retrato de angustias treintañeras en formato indie, llega Enorme, comedia con algo de vodevil, una pizca de absurdo y la definida intención de jugar con cuestiones complejas como la maternidad, los roles masculinos y femeninos y el cuerpo como ámbito ambivalente, al mismo tiempo cárcel y sitial de liberación. Con los actores Marina Foïs y Jonathan Cohen en los roles centrales –una pareja que acaba de superar los cuarenta; ella excelsa pianista clásica, él su pareja, mánager y varias cosas más– y un reparto de secundarios no profesionales (muchos de ellos interpretando versiones de sí mismos), la película parece una típica comedia popular francesa, pero rápidamente va revelándose como algo distinto.
Claire viaja por todo el mundo ofreciendo conciertos en los mejores recintos, siempre acompañada por Frédéric, quien no sólo reserva vuelos y hoteles sino que “habla por ella”. Literalmente, como lo demuestran las primeras escenas. Hay algo incómodo en ese eclipse verbal y está bien que así sea: es parte del juego que la realizadora propone de entrada. Es durante uno de esos viajes transoceánicos que el hombre termina asistiendo en un parto de urgencia, despertar de un deseo paternal irresistible, incluso ante la firme decisión de la pareja de no tener hijos. De allí al meollo de la cuestión: Frédéric decide por su cuenta suspender las pastillas anticonceptivas que todos los días le provee a su mujer con la esperanza de que quede embarazada. Cosa que ocurre y que, por esas cosas de la vida (y el cine), sólo es oficializado luego de cuatro meses de gestación. En otras palabras, demasiado tarde para dar marcha atrás. Si Enorme hubiera sido dirigida por un cineasta varón, posiblemente su “cancelación” en festivales hubiera sido instantánea.
Madre de dos hijos, Letourneur declaró a la prensa que su intención era “hablar de la complejidad de estar embarazada y de dar a luz, discutir la idea de la mujer como una máquina de hacer bebés”. El título del film hace sentido cuando el vientre de la protagonista adquiere de pronto un tamaño fuera de lo común, ingreso del relato en el terreno del disparate, uno de los tonos que la realizadora maneja haciendo constante equilibrio y, casi siempre, evitando la caída brusca. Esa extravagancia –que también se evidencia en la inflación abdominal de Frédéric, haciendo carne esa expresión tan de nuestros tiempos: “estamos embarazados”– va de la mano de la angustia que comienza a embargar a Claire ante un posible final para su carrera profesional, ansiosa además ante los cambios que su cuerpo no deja de sufrir.
Las relaciones con miembros de la familia y la visita a una vieja profesora de música, entre otros personajes que incluyen un vecino gurú, le aportan su dosis de costumbrismo a una película que, en los últimos tramos, ingresa en zonas más convencionales, aunque sin llegar a abusar de los clichés. La decisión de incluir en la ficción el registro real de un parto, con sus momentos de nervios pero también los detalles más burocráticos del asunto, logra que el derrape en el sentimentalismo quede suspendido indefinidamente. Algo es cierto: Letourneur arriesga y dispara ideas todo el tiempo. No todas funcionan, pero, en sus mejores momentos, Enorme logra provocar e incluso sorprender con armas sencillas.