Durante algún tiempo pensamos que los videojuegos de fútbol del futuro iban a imitar cada vez más y mejor la experiencia de estar en la cancha, de ser el futbolista, de jugar a la pelota. Sobre todo a comienzos de la ahora demodé séptima generación de consolas (PS4 y Xbox One), cuando modos tipo ser leyenda o carrera de jugador se integraron al núcleo de las dos principales sagas y asentaron el plafón para tratar de ser Messi.
En cambio, y por el motivo que sea –posiblemente porque operar el punto de vista a la velocidad de un partido de fútbol sin un casco VR es insoportable–, estos juegos fueron abandonando la ética y la estética de la gloria en primera persona y explotaron en dos sentidos. Entre los streamers y los esports, fueron volviéndose cada vez más una forma interactiva de un partido de fútbol televisado. Eso está súper bien y de hecho es suficiente a los fines de un videojuego futbolero. Pero también evolucionaron como plataforma para la estrategia, el management, la gestón y el roleo deportivo.
FIFA 21, la última entrega de EA Sports, es la línea (de cal) de llegada de un trayecto que empezó al comienzo de esta generación, con FIFA 14. Hace esa cantidad de años que las ediciones anuales de la mejor colección occidental de videojuegos de fútbol son más una remezcla que una nueva composición. Se nota a la vista, en la dinámica de los partidos, en la física y la lógica de lo que pasa, en la interfaz y los modos de juego.
FIFA 21 es entonces el mejor título de la saga y la última huella antes del salto a la octava generación, porque deja compilado lo más memorable de sus entregas contemporáneas en un paquete que le da a cada cual lo que le pinte hacer con una pelota: manejar un club, convertirse en estrella profesional, desafiar gente, coleccionar figuritas y hasta entrarle al fútbol fantástico de las calles y canchitas de cemento. Hoy está fuera de norma que un juego te dé tantas cosas para hacer offline, por las tuyas. Y de ésas, el modo carrera de entrenador resulta ser una cueva hermosa.
Las licencias que perdimos en el barro
En su raíz fundamental, como pasatiempo, los videojuegos de fútbol son como un Counter-Strike de hacer goles, o como un League of Legends de escaramuzas entre futbolistas legendarios. En la cancha se ven los pulgares: hay algo de técnica, de repentismo, de coreografía, de manada y de ver quién termina quedando de pie.
Este modo de juego es el más popular: el de los partidos con amigxs, las fechitas con regusto a arcade y el placebo para la manija de semanas particularmente futboleras. Pero en toda la variedad de FIFA 21, del freestyle callejero de Volta Football al halo TCG de FIFA Ultimate Team, un modo que ganó tribu e influencia a lo largo de los años fue el de la carrera de entrenador. De hecho, es un modo de juego que tiene su propio meta, y una variedad de analistas y streamers dedicados.
Tampoco es un formato perfecto. Medio que se da de cara con la falta de licencias muy claves (Roma, Juventus, Boca, River, el Camp Nou, Portugal e Italia), que son un choque muy grande a la veracidad de la simulación. Muchos de los videojuegos del palo más recordables y queridos están asociados a momentos particulares de equipos y a cierto contraste con la realidad de estadios llenos: PES 6 la rompió porque en la palestra estaban el Inter de Figo, Stankovic, Ibrahimovic y Adriano, y el Real Madrid de Beckham, Raúl, Ronaldo y Van Nistelrooy.
El mundo real se cuela en los pasatiempos digitales: y real no solo por el habitual, el cotidiano, sino también porque está en el ámbito de lo verosímil. Un superclásico argentino entre "Buenos Aires" y "Núñez"... bueno, no es un superclásico. Las licencias son un elemento central, y la falta de algunas muy notables empaña la experiencia general de FIFA 21, que por otro lado no trae muchos cambios ni novedades respecto de anteriores entregas de la saga. De hecho cualquier FIFA entre el 14 y el 21 son más o menos el mismo FIFA, solo que más refinado en sus gráficos y jugabilidad.
Técnicos next gen
Pese a estas zonas de ruptura de la realidad, y entre todo el andamiaje de modos de juego de la nueva edición (que se consigue a 60 dólares en las tiendas digitales de las principales consolas, y a 3600 pesos en Steam), el Modo Carrera como entrenador es el más interesante, porque condensa un sistema táctico, estratégico y de planificación más refinado con la experiencia de alta gama de jugar los partidos a un nivel gráfico de transición entre generaciones. La versión para nuevas consolas es más vistosa en materia de iluminación, animaciones y ambiente, pero la diferencia todavía no apabulla.
Una de las cosas más aburridas de los modos de entrenador siempre fue que con un buen rato de investigación y planificación, o viendo suficientes análisis en videos de YouTube, ganar todo en las primeras dos temporadas resulta muy sencillo, y así suele dejar de tener sentido seguir la campaña. FIFA 21 te da un montón de opciones estratégicas y de configuración para tener una experiencia a medida que permite encarar carreras más realistas y con desafíos más estimulantes.
Más allá de los fuegos artificiales de manejar al Barcelona o al PSG, lo más rico de este modo está en el progresivo avance de nuestro club y plantilla, cuando seleccionamos un equipo de la cuarta división inglesa, o de la tercera alemana; cuando descubrimos una joven promesa, concretamos un fichaje impactante o conseguimos subir a primera división o clasificar a una copa internacional. Salir del fondo de la tabla y de la escasez de recursos resulta mucho más exitante que hacer firuletes con Neymar.
Este modo de juego trae novedades específicas, como la simulación de partidos con visionado, la reversión de su sistema de gestión de transferencias y cesiones, o el sistema de entrenamientos, elementos que se suman a los avances de cosmética, física y dinámica: el manejo de contrataques, los cabezazos, el sistema de impactos y colisiones, los nuevos looks y uniformes, entre otros condimentos. ¿Los relatos? En español, parecen haber sido los mismos durante todo el arco de la séptima generación, y aburren hasta irritarnos.
El juego en debate
El paso de los años y los límites cada vez más evidentes de la séptima generación fueron amasando para la saga futbolera de EA Sports un bollo que levó con los años. FIFA 21 es resultado de casi una década de trabajo sobre la misma base, justamente como si de una campaña de entrenador se tratase. Esta edición contiene los elementos más representativos de la serie, sin aumentar considerablemente la calidad de ninguno.
Hace años que hay un debate en la comunidad de jugadores en torno a si no sería "más justo" un modelo de pases de temporada, donde cualquiera que compre una versión completa del juego pueda luego adquirir parcialmente la actualización de temporada con los nuevos uniformes y las plantillas al día. De nuevo: FIFA 21 le da a cada quien la posibilidad de hacer lo que quiera con la pelota; incluso ponerla abajo del brazo mientras se discuten éste y otros asuntos.
Además, así como el avance franco de los esports llevó a que en la experiencia lúdica se buscara una terminación más espectacular (de allí las mejoras de ambiente y de cámara, pero también la manija por los firuletes y las filigranas), por otro lado también brindó una enorme base de datos de inteligencia y picaresca humana para la toma de decisiones al disputar un partido en un videojuego de fútbol. Esa data parece haber goteado hacia una IA del juego que mejoró pero sigue teniendo serios baches.
En resumen, FIFA 21 es el juego de fútbol más completo que tuvimos hasta ahora. Ni el más divertido ni el más realista: sencillamente el que más opciones nos brinda y el que más parece haber ido tomando nota de lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, de esa costumbre que lleva décadas, de querer traducir la caprichosa dinámica del fútbol a un videojuego donde la programación y los polígonos no siempre logran las gambetas.