En 1862, el gentleman inglés Phileas Fogg y su fiel valet Passepartout establecieron un récord dando la vuelta al mundo en 80 días, como bien sabemos los lectores de Julio Verne. Esta marca imaginaria fue superada en 1890 por dos mujeres, Elisabeth ambas y periodistas en la ciudad de Nueva York.
Elisabeth Cochran nació en Pittsburg en 1864 y llegó al periodismo casi por casualidad. No pudo completar su educación formal por razones económicas, pero cuando tenía 18 años envió una carta de lectores indignada, rebatiendo un artículo del diario local que defendía un rol tradicional para la mujer. No sólo publicaron la carta sino que le pidieron otro artículo y terminaron contratándola en forma permanente. Eligió un seudónimo, Nellie Bly, y así fue conocida durante toda su carrera.
Elisabeth Bisland nació en 1861 en Louisiana, dentro de la aristocracia sureña, y empezó a publicar versos desde adolescente. La familia perdió su fortuna después de la Guerra de Secesión, pero Elisabeth pudo ganarse la vida con el periodismo, primero en Nueva Orleans y luego en Nueva York. No era reportera, sino editora de la sección literaria de la revista Cosmopolitan. Rehuía la publicidad y raramente firmaba sus contribuciones.
Nellie Bly, en cambio, fue pionera en reportajes de investigación. En Pittsburg se enroló como obrera y denunció el maltrato a las trabajadoras en las fábricas. Las quejas de los dueños hicieron que la relegaran a las secciones “femeninas”: moda, jardín y cocina. Nellie renunció y viajó a Nueva York. Allí consiguió hacerse internar durante 10 días en el asilo para enfermos mentales de Nueva York y otra vez denunció los abusos de los que fue testigo en el New York World de Joseph Pulitzer. Nellie se hizo famosa con esta publicación y siguió como reportera del diario, cuyos lectores eran gente más sencilla que los sofisticados lectores del Cosmopolitan.
Nelly tuvo la idea de batir el récord imaginario de Fogg, pero no fue fácil convencer a su editor de que apoyara el viaje. Le objetaron que sólo un hombre podría hacerlo. Nellie contestó que si mandaban a un hombre, ella haría el viaje para otro periódico y llegaría antes que él. La decisión final fue repentina y Nellie tuvo que preparar su viaje en dos días.
Elisabeth Bisland tuvo menos tiempo de preparación. El editor del Cosmopolitan leyó en el New York World sobre la partida de Nellie y, ni bien llegó a la revista, llamó a Elisabeth y le propuso que viajara también. Quería competir y ganarle al New York World en la carrera alrededor del mundo. Necesitaba imperiosamente una representante femenina para su revista. Una carrera entre mujeres llamaba mucho más la atención y, para la mentalidad de la época, enviar a un hombre implicaba una competencia desleal.
A pesar de las objeciones de Elisabeth, esa misma noche se encontró arriba de un tren con destino a San Francisco.
Nellie había partido un día antes y no supo que tenía una competidora hasta que llegó a la mitad del viaje. Su trayecto iba en el otro sentido, rumbo a Inglaterra, en el vapor alemán Victoria Augusta.
Tres tecnologías de punta de fines del siglo XIX posibilitaron el viaje y su inmediato impacto periodístico: el barco a vapor, la red de ferrocarriles y el telégrafo.
El ferrocarril de costa a costa de Estados Unidos había sido terminado recientemente, lo que permitió que Elisabeth llegara a San Francisco en menos de 5 días.
El Victoria Augusta que llevaba a Nellie había sido construido el año anterior. En la lucrativa ruta del Atlántico Norte había una competencia feroz y las compañías navieras construían barcos cada vez más veloces.
Otra ventaja geopolítica, vino de la mano del Imperio Británico. El itinerario pasaba por puertos con un poderoso cónsul inglés por lo que las periodistas hablaban el idioma del poder en cada escala.
Desde Inglaterra Nellie Bly viajó en tren hasta Brindisi, en Italia, y se embarcó rumbo a Ceylán (la actual Sri Lanka) cruzando el Canal de Suez, otro alarde tecnológico de la época. En Francia hizo una breve escala, donde visitó a Julio Verne que estaba encantado con el viaje, pero hubiera preferido que Nellie cruzara la India en tren, como Phileas Fogg.
Sin embargo, el viaje por mar era más rápido. Desde Ceylan viajó a Singapur, Hong Kong, Yokoama y luego San Francisco. Demoró hasta 5 días en algunos cambios de barco, pero en ningún momento tuvo las aventuras que Julio Verne hizo sufrir a su personaje. Nellie aprovechó las pausas para explorar y poder describir los lugares para sus lectores con un estilo impactante y directo.
Mientras tanto, Elisabeth Bisland realizaba el camino inverso, también relatando sus impresiones, en forma más poética y literaria que Nellie. El telégrafo podía llevar algunos textos urgentes a través de cables submarinos que ya cruzaban el Atlántico.
La carrera se definió en las últimas etapas, cabeza a cabeza.
Elisabeth llegó tarde a una conexión final, perdió un buque veloz para cruzar el Atlántico desde Inglaterra y tuvo que viajar a Irlanda para tomar un vapor más lento hasta Nueva York.
Nellie también se retrasó en su cruce del Pacífico y perdió su tren en San Francisco, pero fletaron un tren especial para ella. A falta de la billetera repleta de Phileas Fogg, Nellie contaba con los fondos, también considerables, del diario de Pulitzer.
Finalmente, Nelly y el News of the World llegaron en 72 días y ganaron la carrera. Mientras que Elisabeth Bisland, del Cosmopolitan, tardó 75. Todos salieron ganando dado que la circulación de ambos periódicos aumentó considerablemente y las dos mujeres batieron holgadamente el récord de Phileas Fogg.
*Javier Luzuriaga es soci@ de Página/12 y físico jubilado del Centro Atómico Bariloche- Instituto Balseiro.