La mujer amonesta a los chicos y los hace parar mirando la pared del recinto, un salón con largos bancos blancos perfectamente ordenados. De a poco, el lugar se llena de hombres, mujeres y otros niños y niñas que no cometieron el desagravio de comportarse mal antes del sermón. Una vez que se hace el silencio entre los feligreses, miembros de la congregación de los Testigos de Jehová, el líder comienza a describir el sacrificio de Isaac a manos de su padre Abraham. La sesión se desarrolla de manera normal hasta que, de pronto, una figura ingresa sorpresivamente al sitio y desata un feroz incendio. La descripción pertenece a los primeros minutos de la ópera prima de la directora georgiana Dea Kulumbegashvili, una secuencia extendida en el tiempo y filmada en un plano general rigurosamente fijo que hace que el ingreso de esa violencia se sienta aún más poderoso y salvaje. Así comienza Beginning, que a partir de ese momento seguirá a su protagonista, Yana –la mujer que aplica los correctivos a los pequeños díscolos; la esposa de David, el responsable de la comunidad religiosa que acaba de ser atacada– en el principio del resto de su vida, que ya no volverá a ser la misma. Coproducida por el mexicano Carlos Reygadas, el director de Luz silenciosa y Post tenebras lux, la película encandiló al jurado del reciente Festival de San Sebastián, que le otorgó la inédita suma de cuatro premios en el palmarés. Los más importantes: Mejor Película, Dirección, Guion y Actuación Femenina. Candidata de su país para participar en los premios Oscar, Beginning –que estará disponible en la plataforma Mubi a partir del próximo viernes– no estuvo exenta de polémicas a partir de las proyecciones donostiarras y en el Festival de Toronto: el film aporta una mirada particular y extrema sobre el rol de la mujer en una sociedad religiosa cerrada sobre sí misma, al cual se le suma la violencia sexual más descarnada. En el fondo, es un relato sobre el miedo hecho carne y la posibilidad incierta de liberarse de ataduras invisibles que, precisamente por ello, resultan ser más firmes y duraderas.
“Georgia es un país muy religioso y el noventa y nueve por ciento de la población es cristiana, de la variante ortodoxa. Por lo tanto, crecí rodeada de religión. Incluso en la escuela teníamos una materia llamada, precisamente, Religión”, afirma Dea Kulumbegashvili en comunicación exclusiva con Radar desde Tiflis, la capital de Georgia, donde reside actualmente. La futura cineasta nació y fue criada en un pequeño pueblo montañoso georgiano llamado Lagodekhi y en el año 2014, justo cuando las primeras ideas que le darían forma a Beginning comenzaban a dar vueltas dentro de su cabeza, se mudó a Nueva York, donde cursó sus estudios cinematográficos en la Universidad de Columbia. “En una visita a mi padre, volviendo desde los Estados Unidos, me encontré con algunas personas conocidas que también estaban parando en la casa. Esta gente se había convertido a los Testigos de Jehová y me di cuenta de cómo una elección personal ligada a las creencias los había transformado en extranjeros en su propia tierra. Era una nueva vida marcada por un sentido de aislamiento respecto de los demás. De alguna manera, yo estaba atravesando otro proceso particular en mi vida, ya que pasaba la mayor parte del tiempo en Nueva York pero seguía siendo georgiana. Era un constante cuestionamiento de la identidad. Comencé a gravitar hacia esta gente y a pasar tiempo con ellos. De todas formas, ya sabía en aquel momento que no quería hacer una película estrictamente sobre la religión, sino algo que fuera más allá de esa superficie, si es algo bueno o es algo malo. Una película sobre el ser humano y sus dilemas, las elecciones que se toman en la vida”. Kulumbegashvili también afirma que el personaje de Yana, interpretado con calibrada introspección por la actriz Ia Sukhitashvili, empezó a tomar forma a partir de esas ideas primarias. ¿Cómo sería el personaje y cómo se enfrentaría a los hechos que el guion le pondría por delante? “Usualmente, en otra película Yana sería un personaje secundario, pero quería que ella fuese la única protagonista de la historia”.
Luego del incendio que acaba por completo con el lugar de encuentro de la congregación, David debe viajar a Tiflis para pedirles a los “ancianos” los aportes económicos necesarios para construir otro salón. El pedido del esposo es claro, directo: Yana debe acompañarlo, aunque más no sea para recluirse en el hotel. La respuesta de la mujer es aún más diáfana que la insistente demanda del esposo, prefiriendo la rutina cotidiana y el cuidado de su hijo, un chico de unos diez años, además de las clases de educación religiosa que imparte a los niños de la comunidad. Hay una insatisfacción creciente en la vida de Yana, una ex actriz que dejó su carrera para dedicarse a apoyar las labores de su marido, y sus palabras lo explicitan de manera radical. Tal vez por primera vez en su vida. “Podemos ver de conseguir ayuda terapéutica”, responde David, sugiriendo además que eso debería quedar estrictamente entre ellos. La crisis, sin duda, ya estaba presente y la violenta llegada del fuego no hizo más que ponerla de relieve, en primerísimo primer plano. Precisos y bellos de manera poco convencional, los planos de Beginning registran el rostro y el cuerpo de Yana y su entorno sin apuros, confiando en el paso del tiempo real como elemento indispensable para narrar la historia. “Creo que toda la película estaba en mi cabeza antes de empezar el rodaje”, recuerda la realizadora a la hora de hablar de las decisiones de la puesta en escena, del estilo construido puntillosamente en pantalla. “Pero también debo decir que no gusta filmar sólo lo que tengo en la cabeza, me gusta encontrar cosas que no supe o pude pensar de antemano. Me gusta trabajar con la gente y conectar con ellos durante el proceso creativo. Aunque Beginning parezca una película muy precisa en términos de encuadre, hay cosas que no se pueden controlar, que pasan de manera imprevista. Hay que estar siempre abierta ante esa posibilidad, luego de que la cámara está emplazada en su lugar y se ha ensayado muchas veces. Por ejemplo, la escena en el bosque en la cual Yana se echa sobre el césped era muy distinta originalmente, y me hacía infeliz porque sabía que no lograba atrapar lo que quería. Le faltaba algo, cierta vida. Y fue entonces, allí mismo, mirando la luz, que me di cuenta de que no necesitaba más que ubicar a la actriz, poner la cámara y simplemente observarla”.
La mujer yace en silencio, los ojos cerrados, completamente inmóvil. Su hijo intenta “despertarla” sin éxito, sacudiéndola. Más tarde, la madre le preguntará al pequeño si creyó que estaba muerta. La imagen, que puede apreciarse en los afiches de la película, dura lo que tiene que durar: varios minutos. Es una instancia de contemplación para el espectador y también para el personaje, aunque el órgano de la mirada de Yana no sean sus ojos. Algo horrendo ha ocurrido un par de días antes y algo aún más terrible ocurrirá en breve. Quizá lo intuya y esa inmovilidad, ese dejarse ir, sea una manera de protegerse. Es uno de los varios misterios de Beginning, un momento clave a mitad de camino de una historia que, de allí en más, seguirá por carriles inesperados. “Trabajar con el tiempo es una cuestión central. Es apenas mi primera película y aún estoy experimentando, pero creo que intenté atrapar algo que es intangible y que tal vez, si las condiciones estuvieron dadas, puede apreciarse en la pantalla. ¿Cómo se contiene el tiempo dentro de un plano? ¿Cómo se acumula algo de un plano al otro? Creo que en Beginning hay un sentimiento de pavor que comienza a acumularse, pero más allá de las teorías el cine sigue siendo algo práctico, que requiere que se hagan cosas concretas, incluso para hablar de lo intangible”. Lo tangible para Yana es la presencia de ese oficial de policía que toca el timbre y le pide pasar a su casa para hacerle algunas preguntas sobre el incendio. David no está en el lugar (David no está presente durante gran parte de la película) y la mujer permite el acceso, no sin reticencias. Lo que sigue es un primer abuso sexual hacia la protagonista, una suerte de prólogo de otra violencia que sobrevendrá en breve. Un nuevo recordatorio del poder de los hombres sobre Yana, en este caso física y mentalmente humillante. Es también el primer indicio del ingreso del relato a una zona diferente, que rompe sutil y lentamente con el hiperrealismo que parecía su marca de estilo (“La película es acerca de la experiencia subjetiva de esa mujer, así que estoy de acuerdo con la idea. ¿Todo lo que está ocurriendo real?”). A partir de ese momento, una mano apoyada en el respaldo del autobús cerca de su nuca o un sonido extraño en la cocina, en medio de la noche, no pueden ser interpretados sino como una amenaza. El miedo se ha instalado definitivamente en la vida de Yana.
Kulumbegashvili recuerda que durante la premiere de la película en San Sebastián, la escena de la violación fue la señal para que una gran cantidad de espectadores buscara la puerta de salida. A partir de ese momento, Beginning fue defendida por una porción importante de la crítica, declarando al film como el debut más notable de la temporada 2020, mientras que otra sumaba el nombre de la georgiana a la lista de cineasta abocados al así bautizado “cine de la crueldad”. La realizadora se declara admiradora del cine de Michael Haneke, pero en su película no hay rastros de la misantropía desembozada de los títulos menos sutiles del cineasta austriaco. “No quería provocar, de ninguna manera. No me interesa la provocación”, insiste. “Pero de ninguna manera concebía la película sin esa escena. Cuando escribía el guion sabía que la situación sería brutal y me pregunté si era necesaria. La violencia ocurre en la vida real, es parte de ella. Y tratarla de esa manera permite que el espectador transite la experiencia junto con el personaje. Creo que hay violencia innecesaria en muchas películas, pero en Beginning, al recorrer junto con la protagonista tantos aspectos de su vida, evitar esa escena hubiera sido una declaración de principios muy específica. La película no es sobre una violación sino sobre la vida de una mujer, que incluye muchas otras cosas. Creo también que, en la vida real, se mira demasiado para otro lado cuando se habla de ciertas cosas que le pasan a la gente. Sabía que sería un momento que dividiría a la audiencia y que habría gente que preferiría no ver esa escena. No los juzgo, de ninguna manera”. El lugar es idílico y muy cercano al lugar donde creció la realizadora, quien acota que “la belleza de la naturaleza es indiferente al accionar de los seres humanos. Y cosas así ocurren en lugares como ese. Ubicar la cámara más cerca de los actores hubiera puesto al público en un lugar incómodo. Necesitaba esa distancia y no hacer cortes de montaje por esa misma razón. Lo demás depende del espectador”. No sería pertinente revelar aquí lo que ocurre luego del hecho, antes y después del regreso de David. Kulumbegashvili afirma rotundamente que nunca imaginó el final de la historia de otra manera. “El rostro de la protagonista se da vuelta y no mira a su esposo ni aparece en cámara. No es una liberación, es una sensación de urgencia. Una manera de intentar recuperar algo a partir de las ruinas. Cuestionar su propio rol como mujer y volver a algo esencial dentro de ella”. La fe, la culpa, la capacidad humana de cometer los actos más atroces. El círculo se cierra y el final de algo es también el comienzo de otra cosa.