Las posibilidades del sexploitation feminista según Anne Biller

Hechizada

¿Existe algo así como una película sexploitation feminista? La realizadora Anna Biller contesta a esa pregunta, no con palabras, sino con hechos bien concretos: The Love Witch, uno de los films que la sección “Nocturna” presenta en este      19° Bafici, posee entre sus muchas y sedosas capas una poderosa arma de atracción/seducción que dispara a quemarropa sobre la famosa “mirada masculina”, sin bajar línea ni levantar el dedito de la corrección política. Rodada en el viejo y querido 35mm, con un espeluznante trabajo de fotografía que recuerda al olvidado Techniscope europeo, el segundo largometraje de Biller mezcla las dulces aguas del cine erótico de fines de los años 60 y comienzos de los 70 con las de las películas de terror satánico de ese mismo período. Y algunas otras cosas más, porque en este carrusel habitado por una bellísima bruja dispuesta a todo con tal de encontrar al hombre de su vida, se suben los horrores de la Hammer, el espíritu visual de Mario Bava, los saltimbanquis y princesas de Jacques Demy e, incluso, un aire godardiano que juega con la empatía y la distancia en su justa medida.

“La película no es un homenaje a las películas de explotación”, afirma, sin embargo, la directora. “Es la historia de las luchas de una mujer contadas desde adentro. Satirizo las relaciones entre los géneros y la comicidad proviene precisamente de esas situaciones”. La brujita en cuestión, que está a años luz de la recatada hechicera interpretada por Elizabeth Montgomery en la famosa serie, fue encarnada por la neoyorquina Samantha Robinson bajo capas de lacio y oscuro cabello de fantasía, pestañas XXL y una mezcla de inocencia victoriana con explosiva sexualidad signada por la práctica de la magia blanca. ¿Podrá Elaine encontrar a ese príncipe deseado o cada uno de los hombres que se cruce en su camino deberá morir por exceso de deseo? Con la policía pisándole los talones y los hombres del pequeño pueblo a sus pies, The Love Witch ofrece una mirada absolutamente original y desprejuiciada sobre uno de los temas más discutidos en la agenda de género contemporánea.


Notables largometrajes del pasado (de ayer y de anteayer)

Westerns, tiros & rocanrol

No sólo del cine más novedoso y reciente viven los festivales y el Bafici no es la excepción: su sección Rescates permitirá este año revivir en pantalla grande una serie de notables largometrajes del pasado reciente o remoto, dependiendo de la edad de quien asista a la sala. Uno de los títulos recientemente restaurados que podrán apreciarse en toda su gloria, El gran silencio es uno de los mejores espagueti westerns producidos en Europa en los años 60 y, quizás, la obra maestra de Sergio Corbucci, un film que detrás de su apariencia de relato tradicional de pistoleros y forajidos ofrece una lectura desencantada (nihilista, casi) de la figura y, sobre todo, del rol del héroe. Además de una inolvidable banda de sonido de Ennio Morricone y un reparto encabezado por Jean-Louis Trintignant y Klaus Kinski (en el que tal vez sea el rol más sádico de toda su filmografía), la película fue una enorme influencia en el último opus de Quentin Tarantino, Los ocho más odiados.

También llegada de Italia y en una copia que hace estallar los colores primarios –en particular el rojo profundo–, Suspiria ofrece al más depurado Dario Argento: detrás de su esquemática trama de una joven que ingresa, sin saberlo, a un juntadero de brujas, el director romano que elevó el asesinato a la categoría de arte barroco se entrega por completo a los placeres del estilo. Para quienes busquen deleites un poco más recientes, el Bafici también echó mano a sendas copias de dos clásicos de los años 90. Tanto Terminator 2, de James Cameron, como Fuego contra fuego, dirigida por Michael Mann, serán proyectadas en versiones recientemente restauradas con la anuencia de sus respectivos realizadores, un verdadero festín para aquellos millennials que sólo pudieron disfrutar de ellas en las pantallitas del televisor. Finalmente, entre otros títulos que valen (y mucho) la pena, un auténtico acontecimiento: el descubrimiento en el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken de videocintas que contienen grabaciones en estudio de Serú Girán, Raúl Porchetto, Los Desconocidos de Siempre y Horizonte, algunas de ellas jamás exhibidas en la tevé y que ahora serán reveladas al público del festival, como si se tratara de una cápsula del tiempo recién desenterrada, con el título Rock argentino: Las cintas de A78TV.


Una puesta al día con uno de los más prometedores directores indies

Conozca a Alex Ross Perry

“Cinco largometrajes, cuatro con potencial de estreno si estuviéramos en otra década o en otro modelo de mercado cinematográfico. De esos cuatro, solo uno distribuido en la Argentina (Analizando a Philip). En este Bafici les ofrecemos una retrospectiva que nos permitirá estar al día con la carrera de uno de los directores del cine americano actual con mayor futuro”, dice el catálogo respecto de la obra de otro de los invitados de esta nueva edición. Y es absolutamente cierto: de un tiempo a esta parte, lo mejor del cine indie de los Estados Unidos llega a estas costas en cuentagotas y, en el mejor de los casos, puede verse en algunas de las plataformas de video on demand. El de Alex Ross Perry, nacido hace 32 años en Pensilvania, es un caso particular: guionista, productor, actor y realizador, el estreno de su último film, Golden Exits, en el Festival de Berlín permitió confirmar su talento para crear relatos que recorren territorios conocidos pero logran siempre desbaratar las expectativas del espectador, partiendo en este caso de un casillero luminoso e ir lentamente cerrando el diafragma, mostrando las grietas que atraviesan las vidas cotidianas de varios personajes, representantes a su vez de distintas generaciones. En la anterior Queen on Earth (protagonizada por una perfecta Elisabeth Moss), el clima de opresión y paranoia está presente desde un primer momento, aunque no haya monstruos ni enemigos poderosos al acecho, al menos no de los visibles. Más cerca de la comedia (aunque lejos de sus usos y costumbres más populares), sus primeras tres películas, que completan esta retrospectiva integral a la fecha, retratan diversas crisis personales a través de un prisma algo excéntrico, pero inexorablemente humano.


La visita de Nanni Moretti y una retrospectiva de su obra

Un italiano en Buenos Aires

La noticia comenzó a circular incluso antes de su anuncio oficial: el realizador y actor Nanni Moretti iba a visitar Chile a mediados de abril y, quién sabe, tal vez cruzara la cordillera y pisara por primera vez tierra argentina. Confirmado el desembarco, el director de La habitación del hijo y Aprile será el invitado de lujo del Bafici de este año, acompañando una retrospectiva casi completa de su filmografía como realizador: se exhibirán todos sus largometrajes –los más famosos y los menos vistos–, como así también algunos cortos nunca antes proyectados en nuestro país en formato alguno. Nacido en 1953 en Brunico, una comuna del norte de Italia que hoy cuenta con 16.000 habitantes, el joven Moretti se instaló junto a su familia en Roma, desarrollando –como rezan todas sus biografías– dos pasiones tempranas: el waterpolo y el cine. La primera de esas aficiones queda patente en su primer éxito internacional, la extraordinaria Palombella rossa; la segunda es diáfana y no necesita de mayores explicaciones, habida cuenta de su extensa filmografía. A ellas habría que sumarle una tercera: la política entendida como mar embravecido o procesión íntima.

“La coherencia y la consistencia morettianas van más allá de marcas autorales o de signos desperdigados: son identidades indeclinables, irrenunciables. Moretti no puede falsear su cine porque sería renunciar a su personalidad, y pocas películas como las de Moretti se parecen tanto a su realizador, como rezaba el mandato godardiano en la época de la política de los autores”, escribe Javier Porta Fouz, director artístico del Bafici, en el prólogo de Ecce Nanni: El testigo crítico, libro editado por el festival en ocasión de la ilustre visita que incluye una media docena de jugosas entrevistas al cineasta, además de textos originales sobre el fondo y la forma en el cine de Moretti. Los organizadores prometen varias apariciones en cuerpo y alma del director de Habemus Papa presentando sus películas al público, además de una charla abierta este jueves 20, a las 19:45 horas, en la Sala 7 del Village Recoleta. Es de esperar que diga algo, aunque no sea de izquierda.


Una retrospectiva del punk a 40 años de Never Mind the Bollocks

Sex Pistols y media

A cuarenta años del lanzamiento de ese manifiesto de 38 minutos llamado Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols, las salas de cine baficescas serán escupidas por el espíritu de ese ente inasible que seguimos llamado punk. Por supuesto, allí estarán la biopic (a esta altura, casi oficial) de Alex Cox, Sid y Nancy, y el documental de Julien TempleThe Filth and the Fury, quizás porque la sección Britannia Lado B: 40 años de punk no podía darse el lujo de no contenerlas. Pero también dirán presente Jubilee, el legendario film de culto (nunca mejor aplicada la expresión) que Derek Jarman rodó en 1977 con la colaboración en el reparto de Toyah, Jayne Countyy Adam Ant, entre otras figuras de la insurgencia punkeril, una banda de sonido compuesta por Brian Eno y la participación no oficial de la reina Elizabeth. También ideal para fans duros y conocedores de la historia del “género”, Shellshock Rock es un registro in situ (¿alguien oyó hablar del Harp Bar?) de la escena punk en Irlanda circa 1979, con apariciones estelares de los Undertones y Stiff Little Fingers. Asimismo, un puñado de documentales hace foco en el importante rol de Malcolm McLaren en la ingeniería punk o en la búsqueda desesperada de Joe Strummer de su automóvil Dodge perdido en España, selección coronada por el film del músico y realizador Don Letts –quien, dicen, también viene de visita–, The Clash: Westway to the World, que intenta explicar las razones por las cuales la banda en cuestión representa la roña, la furia, la gloria y también el ocaso.


Las películas nacionales en el Bafici

Aventuras argentinas

Fiel a su costumbre, el Bafici ofrecerá durante estos doce días una dosis concentrada de nuevas películas producidas en la Argentina, repartidas a lo largo y a lo ancho de la programación en una decena de secciones, varias de ellas competitivas. La Competencia Oficial Internacional, por caso, incluye dos óperas primas en el terreno de la ficción: Una aventura simple, de Ignacio Ceroi, y Hay partido a las tres, de Clarisa Navas, ambas a su vez premiéres mundiales (en otras palabras, que nunca antes han sido exhibidas en sala de cine alguna). A ellas hay que sumarle la coproducción uruguayo-argentina El candidato, del rioplatense Daniel Hendler, que esta vez permanece oculto detrás de las cámaras. La Competencia Oficial Argentina, en tanto, incluye una quincena de films de realizadores consagrados y absolutos desconocidos que pueden transformarse de aquí en más en auténticos descubrimientos.

Serán de la partida nombres reconocidos por los habitués del festival como José Celestino Campusano (que regresa al Bafici con Cícero impune), Matías Lucchesi, el director de Ciencias naturales, que presenta su nueva obra El pampero, Alejo Moguillansky (Castro, El escarabajo de oro) con La vendedora de fósforos y Rodrigo Moreno, que luego de films como El custodio y Réimon vuelve a las pantallas baficescas con Una ciudad de provincia. Algunos de los largometrajes de directores debutantes tuvieron ya alguna presentación previa en festivales de cine internacionales. Tal es el caso del cordobés Moroco Colman, cuyo Fin de semana anduvo paseando por la Concha de San Sebastián, o el de Iván Granovsky, autor del diario personal y político Los territorios, que compitió en la sección Bright Future del Festival de Rotterdam hace pocos meses. También el de las directoras Sofía Brockenshire y Verena Kuri, cuyo debut a cuatro manos, Una hermana, estuvo presente en el Festival de Venecia. Al margen de los títulos nombrados, otras noventa películas –entre largos y cortometrajes– representarán a nuestro país en el extenso programa del Bafici, que sostiene así uno de sus pilares desde la primera edición, hace ya diecinueve años: ser uno de los principales escaparates de la producción local.