Una crónica deportiva. Una crónica periodística con el diario del lunes. Crónica de una muerte anunciada, crónica del diluvio (además, títulos de dos novelas bien americanas del sur del siglo pasado). Y también algo crónico, algo que se torna recurrente, reincidente, repetido, agobiante por el puro decurso de saber uno que va a acabar de una forma y no de otra. Bastaría con escribir una sola crónica y cambiarle los nombres propios, cada tanto, cada siglo.
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En Carboncito, este lunes comenzó el Congreso Ruta 53. "El Consejo Consultivo y Participativo de los Pueblos Indígenas invita a organizaciones indígenas y no indígenas para tratar los avances en la propiedad comunitaria indígena". Hace unos días me llegó esa invitación desde Carboncito, cerca de Embarcación, de Misión Chaqueña y del río Bermejo.
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Situación crónica, la de las tierras en Salta, en el país, en el continente que quedó bajo el rotulo de Occidente (con rima y todo), bajo el dominio de la propiedad privada como un valor supremo y que subsume en su lógica cuerpos, y dolores de esos cuerpos, y tierras. Colonia. Continente diverso y conflictivo, con siglos de violencias. Fotos del lunes de lo que quedó, precisamente, de una toma de tierras. Parque La Vega. Arreglaron, cerraron un acuerdo con el Gobierno. Optimismo medio mojado por las lluvias y por el cansancio. Un pedazo de madera en medio de la correntada que los lleva río abajo desde hace tiempo. Qué contradicción: son asentados. Siguen en el río los asentados, ya que no en tierra. No tienen. El Estado tampoco, pero va a hacer lo posible para que sí. Pasa que ellos, los asentados, son medio inestables y van para donde los lleva el río. Tierra tierra y hasta planes de vivienda, para los que trabajan. Y si pueden pagar cuotas altísimas, mejor. Estos de Parque La Vega son-eran pobres e inestables. ¡Y claro!, si no tienen un terreno firme para pisar firme, sin tanto miedo. ¡Qué maravilla el lenguaje!
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Yuthiel sigue preso, en otro río. Si leés este medio, sabés quién es Yuthiel Alderete. Sabés que lo secuestraron cerca del mediodía de hace unos meses cuando volvía de una presunta reunión en el Grand Bourg y que tiene causas judiciales por revoltoso. Él era uno de los referentes cuando comenzó la toma. Tenía ideas subversivas. “No digas secuestrado, queda mal, ya tenemos 38 años de democracia, y menos digas subversivo”, me dice Cati La Grande, arrogándose una edad que no tiene con ese nosotros dentro del "tenemos” y también una condición de humana que la desmejora, pobre. Que mira indolente cómo trato de cebar unos mates, mientras el dolor de cabeza por no dormir como se debe y por no cambiar los anteojos me propina su dosis de cada mañana, ya casi al mediodía. Pobre Catalina, hablar con este humano desde su condición hermosa de gata. Dicen mucho sus ojos y su silencio respetuoso, ahora que he vuelto después de haber ido por un vaso de agua.
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La crónica une información con otras formas de comunicar, asocia lo cotidiano a los hechos que se narran como para que se tornen más próximos y, de esa forma, lleguen y comuniquen. Esas formas, digo en un todo que mixtura palabras, dicen cosas.
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Ya he escrito y he hablado mucho sobre lo de siempre, los paisanos sin tierra. “Buen día hermano te comento que desde el miércoles me encuentro en la ciudad de Salta con nuestro equipo de la Uacop”, me escribe mi amigo Gervasio. Ellos –los de la Uacop- hicieron una marcha desde sus comunidades en el norte hasta la ciudad de Salta en noviembre pasado, buscaban respuestas. Estuvieron unos 20 días en el Hogar Escuela. Se fueron, con promesas. Son vecinos del Chaco salteño que hablan otros idiomas. Un palo en el medio del río. El Pilcomayo está creciendo, los paisanos de esos lugares se están reuniendo. Los del Bermejo, en Carboncito, también.
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¿Qué pasó, qué pasa, qué pasará con Yuthiel?
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“Crónica, no. Está de moda”, me dice casi con lástima una amiga comunicadora con la que cada tanto hablamos por wasap. ¿Está bien dicho hablamos si nos escribimos? ¿Hablar es más que escribir? ¿Y prometer es más que hablar?, pienso mientras leo lo que me escribe. Me dice: “Con la pandemia todo el pucho mundo hace crónicas que nadie lee”. Lo de pucho sería un remedo de puto, en realidad me lo sé con pucha, que sería -según recuerdo que alguna vez aprendí- puta. En la primaria y en la casa teníamos ese recurso para no decir malas palabras. “Es autoayuda (traduzco así paja, que es lo que mi amiga comunicadora escribe). La salida de muchos con acceso a las redes que como están al reverendo ‘haciendo nada’ (ella dice “pedo”, pero queda mal hablar de los humores del cuerpo, eso lo aprendí en catecismo cuando tenía 8 años, con otras palabras, claro) escriben...". Qué difícil es traducir los barbarazos que dice la gente. Por suerte uno tiene el ejercicio de saber no decir malas palabras bien aprendido en una Salta muy respetuosa.
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Qué difícil también que es hacer una crónica con el diario del lunes. Con las fotos del lunes, peor. “Todo nos salió positivo, hablamos con el Sr. ministro de Salud. Habrá curso de agentes sanitarios en Santa Victoria Este, logramos la refacción de 3 centros de salud, comenzando con Misión La Paz, construcción de pozo ciego. Luego con el secretario de Obras Públicas, con el Sr. presidente del IPV y otros funcionarios”, leo lo que me escribió hace unos días mi amigo wichí que vive cerca de Santa Victoria Este, mientras pispeo los restos ¿de basura? que quedaron en las fotos del domingo de lo que fue la toma de tierras en Parque La Vega. Y me pregunto: ¿eran asentados? No. Si era una toma... El asentamiento es un estadio superior de la toma. Entonces, dudo y me digo “lo de arriba está todo mal”. Eso del río y de los asentados que no pisan firme y etcétera, etcétera.
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“Si esto no se llega a cumplir, habrá otra caminata”, me dice Gervasio en el mismo wasap.
*Periodista y escritor