Donald Trump deja al gobierno de Estados Unidos en una situación de aislamiento internacional, que el país no había vivido en mucho tiempo. Cerrado sobre sí mismo, con conflictos incluso con sus aliados europeos. Frente a una alianza entre China y Rusia, luego de ceder espacio para que estos opositores avancen en alianzas en áreas previamente prevalecientes en Estados Unidos, como Latinoamérica, Europa y todo el Pacífico.
Biden incluyó en su campaña el rescate de Estados Unidos de su aislamiento internacional. Lo que representa mucho más que eso: el intento de revertir el ya largo proceso de decadencia estadounidense.
Paradójicamente, empezó esa decadencia cuando, al final del campo socialista, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia a escala mundial. Pero al mismo tiempo, con el fin del ciclo desarrollista, el neoliberalismo se perfila como el modelo económico predominante.
La espectacular expansión del neoliberalismo a escala mundial escondió otro fenómeno: la incapacidad del nuevo modelo para conquistar bases sociales de apoyo y estabilidad política, privilegiando los intereses del capital financiero. Esta nueva política económica rompió con décadas de reducción de la desigualdad y volvió a un período de profunda y extensa concentración del ingreso.
La euforia con el neoliberalismo fue rápidamente acompañada por la incapacidad del modelo para reanudar el crecimiento económico y generar empleos. La crisis de 2008, similar a la de 1929, arrojó la economía internacional a una recesión que no terminaría hasta la llegada de la nueva crisis, iniciada el año pasado.
Si antes EE.UU. proponía un modelo centrado en las grandes corporaciones multinacionales, de las cuales las de la industria automotriz eran las más destacadas, pasó a proponer un modelo centrado en el capital financiero, no comprometido con el crecimiento industrial y la expansión de los mercados internos de consumo.
La decadencia estadounidense tiene su aspecto de pérdida de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo y el aspecto decadente de la economía estadounidense y del modelo que proponen para el mundo entero. Estados Unidos perdió su capacidad de liderazgo político e ideológico, mientras que China expandió sus relaciones en el mundo, teniendo como tarjeta de presentación su poder económico, que solo se consolidó en su capacidad de recuperarse de la crisis recesiva de 2020.
Joe Biden propone rescatar la gloria pasada de Estados Unidos, comenzando con un importante plan de recuperación económica para el país. Un plan que, por un tiempo, tendrá el efecto de paliar la profunda recesión económica derivada de la pandemia, que cortó la recuperación que mostraba la economía hasta principios del año pasado.
A nivel político internacional, el regreso de EEUU a los Acuerdos de París tiene el papel simbólico de deshacer los reveses de la administración Trump, restableciendo el bloque norteamericano, que tiene en Europa y Japón sus aliados fundamentales. Los países latinoamericanos que fueron víctimas directas de la administración Trump, como México y Cuba, ya conocen las posturas relajadas del nuevo gobierno.
Pero los principales obstáculos para Biden provienen no solo de la situación de depresión económica en Estados Unidos y el mundo, sino principalmente de la expansión de la influencia de China y su alianza con Rusia, que ahora está presente en todos los continentes del mundo. Si el siglo X XI aparecía ya como la disputa hegemónica entre el poder decadente de Estados Unidos y el surgimiento de un mundo multipolar, en el que China y Rusia tendrían un papel fundamental, la crisis pandémica sólo aceleró esta disputa, favorablemente para estos últimos.
En las relaciones con este bloque, Biden no tiene mucha capacidad de maniobra, manteniendo relaciones que fluctúan entre conflicto y convivencia, pero en un clima más desfavorable para Estados Unidos. En primer lugar, por la fortaleza de la economía china, que propone un modelo económico antiliberal, lo que explica la capacidad de recuperación de la economía china y su constante crecimiento récord en las últimas décadas.
Biden tendrá que remar contra la corriente, sobre todo porque todavía tendrá que afrontar la acción opositora de Trump en casa. Hereda una situación de EE.UU. en el mundo no solo de aislamiento, sino que también proyecta una imagen dolorosa, por la actuación de Trump, incluida la invasión del Capitolio, lo que incide directamente en la imagen idílica de democracia que EE.UU. proyectaba al mundo.
La pandemia aceleró la disputa hegemónica en el siglo XXI, favoreciendo al bloque de potencias emergentes y un mundo multipolar. La tarea de Biden no será fácil.