La buena nueva
La regla dice que cuando se pone tanto énfasis en una afirmación conviene desconfiar. ¿Para qué subrayar lo que la evidencia por sí misma ya demuestra? Tal vez porque la evidencia no sea tanta y justamente se necesite cubrir esa falencia. En ese sentido, ya desde su título Esto es una escena, el libro que reúne 19 textos sobre 19 bandas de la nueva camada emergente de Córdoba, podría caer en la volteada. Pero lo que anima al periodista Juan Manuel Pairone, su compilador, es anunciar una convicción, un entusiasmo compartido. Una buena nueva. “Cada uno de los invitados a conformar este volumen vive a su manera esa suerte de emoción que pasa por el cerebro y la piel, y completa así el viaje hipotético de los parlantes hacia el teclado o el papel”, señala en la introducción del libro. “Hay periodistas, escritores, críticos. Algunos más consagrados, otros en pleno desarrollo. Tienen entre 20 y 40 años y fueron escogidos por afinidad, por admiración, por curiosidad, por ganas de compartir un proyecto como éste”. Además del concepto de escena, la tesis que desprende la lectura es que desde hace un tiempo a esta parte (más exactamente desde 2012 a 2014, que es el período retratado) se editaron en la tierra del cuarteto, las sierras y el fusilamiento a Liniers una serie de discos que por su atractivo, riesgo y/o personalidad merecen la atención nacional. Son 19 bandas (pero podrían ser más, se aclara) que van desde el pop con sintetizadores al rock con guitarras y la distorsión pasando por la electrónica futurista, el instrumental fusión, el indie rock, el electro-funk, la canción artesanal, el pop de cámara y más. La inevitable y bienvenida diversidad es una de las características de este movimiento que también establece lazos a partir de sellos, festivales y fechas en común, además una camaradería que se palpa a leer al leer los textos y que incluye a quienes los escribieron, partícipes a su modo con blogs compartidos, programas de radio y una percepción afín. “Esto está pasando en Córdoba y no es poco”, escribe Pairone al final del libro. El anuncio, la buena nueva.
Toch
Amor continental (2014)
Cuando en 2007 los Toch partieron de manera prematura a Madrid no muchos de sus seguidores se imaginaron que terminarían quedándose cinco años y que incluso dejarían su marca en la escena emergente española con un disco homónimo bien recibido. Sin embargo no fue hasta su regreso a Córdoba y la publicación de Amor continental que este trío atípico de bandoneón, bajo/guitarra, batería y voces rotativas, encontró su mejor forma y empezó a pisar fuerte en la provincia y alrededores. ¿Sus armas? Cierta simpatía palpable y la vocación de abordar los géneros favoritos del rock mestizo local (el reggae, el folclore del norte, la canción rioplatense) con frescura y cierta innovación. Como dice el periodista Facundo Miño: “Acá los reggaes se calzan un poncho y miran al cielo, suben cerros y montañas, recorren calles y rutas al trotecito”. Y algo parecido podría decirse de sus reggaes y dubs marcados con bandoneón, sin dudas EL sello sonoro de la banda. Y lo que de seguro les abrirá más puertas a futuro.
Hipnótica
Ese lugar imaginario EP (2014)
En entrevistas que acompañaron la salida de –en palabras de Pairone– este “material bisagra para la escena cordobesa toda”, Nahuel Barbero y Hernán Ortiz (el dúo compositivo de Hipnótica) reconocieron haber buscado el estado puro de la canción. Seguir el cauce natural de las melodías y no tanto lo que a veces arrastra la correntada: referencias musicales innecesarias, detalles de producción que distraen la escucha, el lastre. El resultado fue este EP de cadencia dulce y contagiosa que hizo la diferencia respecto a anteriores lanzamientos y “elevó la vara” hacia dentro y fuera de la movida cordobesa con temas distintivos y muy buenos como “Audaz” y “Lo que resista tu amor”. “Un disco capaz de romper los límites (y las limitaciones) del arte por el arte”, se entusiasma el compilador de Esto es una escena. ¿Un nuevo pop nacional? La intención se respira en el aire.
Viaje a un Minúsculo Planeta
Viaje a un Minúsculo Planeta (2013)
La ciencia ficción y las bandas instrumentales suelen congeniar. Hay algo en esa falta de voz cantante que lleva a completar sentido desde los títulos de las canciones, la creación de personajes y el arte de las portadas una vez que la música echa a andar. En el caso del primer disco de este trío surgido en la capital cordobesa, el asunto viene por el lado del espacio exterior y los firmamentos posibles. Pero también por la recreación de figuras míticas como el mago Houdini, el samurai medieval Hattori Hanzo y el escritor Julio Cortázar (incorporan su voz en “Insular”, uno de los mejores temas del álbum). Historias musicales comandas por las líneas de teclado, una batería que sostiene con protagonismo preciso y arranques de guitarra para alcanzar algunos arrebatos rockeros. “Un tamiz de estéticas musicales donde puede advertirse jazz, aires folclóricos, space rock, música para películas y algún cariz negro”, describe el periodista y gestor cultural Ricardo Cabral. Música para abrir fronteras.
Candelaria Zamar
Un vaso de agua (2014)
Una chica y su piano. Parece sencillo. Y lo es. Pero Candelaria Zamar suma pistas electrónicas, percusiones suaves, detalles sutiles y una cierta aproximación atonal que vuelve extraño lo sencillo. Y bello lo extraño. Como de canción que se realiza. Temas que parecen flotar entre bosques húmedos, alcanzar puertos perdidos en el fin del mundo o simplemente quedarse suspendidos en la bruma. Sin dramatismo y con evidente placer. “Me influyen los músicos de la vida real, los de Discos del Bosque, Carolina Merlo. También Gonzalo Aloras, Lucas Marti, Charly, Spinetta”, contó al diario local Vos cuando salió Un vaso de agua y muchos quedaron prendidos de su estela. “Canciones que compuse en momentos de introspección, de verse a uno mismo, de mirar hacia afuera pero desde un lugar silencioso o interno”. Tal cual.
Lautremont
Luy (2012)
“Más rockeros que el indie promedio pero también más sofisticados (por su uso de la electrónica) que las bandas que cultivan géneros más crudos”, refiere el fotógrafo y periodista Calamar Xig sobre este par rockero de guitarra y batería (más efectos y voces saturadas) que efectivamente se planta en el vértice de varios géneros que no los definen del todo pero que sin duda marcan cierto horizonte ético-estético afín: el postpunk, la música industrial, cierto romanticismo maldito por fuera del rock. Con letras en primera persona cantadas con nihilismo elegante (“Creo poco en lo que sos, lo demás no existe; apenas lo que hiciste”, frasea Darío “Viejasound” Franco en “Impulso eléctrico”, uno de los mejores temas), Luy significó para el dúo la confirmación de un estilo y una personalidad que ya venía de antes (un audio entre claustrofóbico y perturbador), pero que con este disco encontró el groove que los acompaña hasta hoy.
Bosques de Groenlandia
Fuga y fábula (2013)
Un cuento con John Frusciante como personaje central es la manera en que Rocío Paulizzi eligió retratar a esta banda de imaginario ventoso y letras que deslizan “fábulas urbanas”, según ellos mismos señalan en el Bandcamp. Y tiene sentido: bastante de ese ánimo destemplado, entre ensimismado y arisco que caracteriza al querible guitarrista de RHCP, está presente en Bosques de Groenlandia, banda formada por puras cuerdas (sólo suenan violines, cellos y guitarras acústicas a lo largo del disco) además de voces que van intercambiando según la composición y necesidad. La analogía, sin embargo, termina ahí. Porque en Fuga y fábula hay también varios momentos de irreverencia punk (“el bondi se hizo pija/ se estrelló contra un hotel”, se dan manija por ejemplo en “Muñecos de nieve”) que salpican esos bellos pasajes otoñales y les permiten ganar en sorpresa y, al fin de cuentas, misterio. Barroquismo cortado con austeridad.
Benigno Lunar
La religión de los árboles (2012)
No es casualidad que Juan Manuel Pairone haya elegido a Benigno Lunar para abrir Esto es una escena. Y es que con todavía conformados como clásico cuarteto de indie-rock (es decir guitarra, bajo, batería y voz; luego sumaron una segunda guitarra) no sólo alcanzaron hasta ahora su mejor expresión en este disco por momentos vibrante (“Bruce Lee”, “Problemas”) y siempre sensible (cualquiera de los diez temas) sino que también, por fecha temprana de publicación, figuraron entre el primer pelotón de bandas que encendieron la esperanza de una nueva camada talentosa que luego cristalizaría en el libro. “Las canciones de Benigno Lunar están repletas de astronautas, pilotos, gente que sueña cosas raras, experiencias surrealistas, enamorados y buceadores”, el escritor y músico Pablo Natale (también integrante de Bosques de Groenlandia) con genuino entusiasmo. Una exploración interior que los enlaza con la experiencia early dos mil de Jaime sin Tierra o una hipotética película de Wes Anderson emplazada en las sierras.
Tomates asesinos
Elitismo para todos (2013)
Como un Carl Sagan del futuro saliendo a dar una vuelta por discotecas interestelares. Entre la imaginación retrofuturista y la agresividad del beat. Así es como podría describirse este tercer disco de estas figuras destacadas de la electrónica cordobesa, que desde hace más de diez años vienen transitando caminos alejados de los clichés del género (como por ejemplo recuperar elementos de Vangelis o Jean-Michel Jarre, íconos de la electrónica setentas caídos en desuso, y no sólo a los inevitables Kraftwerk). “Un rompecabezas que pide a gritos ser armado”, escribe la periodista Soledad Toledo en Esto no es una escena. Y algo de esa concatenación de imágenes mentales que inmediatamente produce su escucha y que también se verifica en el arte de sus portadas (geometrías plásticas para armar) o en sus shows: momentos de alta deliberación sensorial según relatan quienes lo han ido a ver. Arquitectura apreciable de sonidos.
Francisca y los Exploradores
Barbuda (2013)
Bastante antes de hacer buenas migas con la mexicana Julieta Venegas y Adrián Dárgelos de Babasónicos, Franco Saglietti (alma y voz del grupo) pergeñó este disco de melodías susceptibles y delicadeza en la interpretación que le ganó un lugar especial en la escena cordobesa. Titilante y escondedor, Barbuda alumbró un compositor en prematuro dominio de sus habilidades que igual prefirió cantar como refugiándose que alardear; asomarse a las canciones que hacerse notar. “Ya pasó, ya pasó/ mi vida ya pasó”, ironiza con gracia en “El día de la lenteja”, el hit del disco. Y más allá del carácter no-biógrafico que pudiera tener la letra uno se tienta con contradecirlo y pensar que para nada; que para Francisca –y de hecho así fue con los dos discos posteriores que lo llevaron a girar por Europa y México, además de consolidar una banda de acompañamiento y tocar en megafestivales– estaba y sigue estando todo por pasar.
De la Rivera
Cassettera (2012)
El propósito podría ser no sólo hacer bailar sino también –y más importante– divertir haciendo bailar. Y este trío surgido en Villa María lo logra en los mejores momentos de Cassettera, un disco inmerso hasta el sudor en el amplio universo disco-funk. “Temas que en lugar de dialogar compiten para llamar la atención”, señala el crítico y periodista Lucas Asmar Moreno. “Hits (como) placeres culposos escondiendo una angustia presente”. Consignado como el álbum que les permitió un mayor recepción, Cassettera cumplió el cometido de desatar cualquier vestigio de inhibición que aún quedaba de su anterior búsqueda instrumental y liberarlos hacia zonas de disfrute mayor. Con Emmanuel Horvilleur como link local y cuidando siempre de mantener las coordenadas en la música bailable anglo de hoy (de Jamiroquai a los más actuales Chromeo y Breakbot). Elásticos y narcisos. Sin complejos.