Hacer teatro en tiempos de pandemia es sinónimo de “patriada” para el actor, dramaturgo y director Nicolás Pérez Costa, quien se pone al frente de uno de los estrenos de la temporada con Elizabeth I, una comedia musical con condimentos históricos y mucho humor que podrá verse desde hoy, y todos los sábados, a las 20.30, en el Teatro El Cubo (Pasaje Zelaya 3053).
En el triple rol de intérprete, director y autor, Pérez Costa encarna a la reina Isabel I que gobernó Inglaterra en el siglo XVI, y lo hace acompañado por Jorge Priano, Gustavo Monje, Patrissia Lorca, Sacha Bercovich y Juani Gé, en una puesta que se completa con la música original y dirección musical de Pablo Flores Torres. Partiendo de los mitos y rumores que se construyeron en la época en torno a su figura, la versión imagina una historia en la que un joven llamado John es obligado a ocupar el trono luego de la súbita muerte de la monarca. Desde allí, el impostor involuntario vivirá en carne propia la imposición del deber ser a contramano de su deseo.
“Elizabeth I es una excusa para hablar de otra cosa. Porque quise indagar en lo que sucede cuando a uno lo ponen en un lugar que no es el que le corresponde, y además me interesaba hablar de los conflictos humanos que siguen vigentes más allá de los quinientos años que han pasado. Entonces se me ocurrió hablar de la identidad de género y del derecho a elegir lo que uno quiere ser”, cuenta el director, conocedor de las historias monárquicas y reconocido por su papel de Juana La Loca, bajo la dirección de su maestro Pepe Cibrián Campoy.
Pensado inicialmente como un drama histórico, Pérez Costa decidió reconfigurar el texto original y apostar por el humor, pero sin sacrificar la sensibilidad de reflexionar sobre temas actuales como la sexualidad y los vínculos sociales entre géneros. “Quise abrir el abanico y que mi personaje, que está en el lugar de Elizabeth, aprovechara esa circunstancia de atravesar el mundo femenino para poder tomar conciencia desde su condición de varón acerca de todo lo que le sucede a la mujer”, completa el actor que dirige también Casa Matriz, otra de las novedades de la cartelera, en el Teatro Picadilly, con Ana y Talía Acosta.
-¿Por qué eligió la vida de Isabel I como disparador?
-Después de haber hecho Juana La Loca, con Pepe Cibrián, tenía ganas de hacer otra obra sobre reinas. Y ocurrió que en un viaje a Inglaterra, en la Torre de Londres me encontré con un busto de Elizabeth y la leyenda que se contaba acerca de que ella era en realidad un hombre. Y la historia me resultó súper interesante, porque eso se decía para no aceptar el empoderamiento femenino magistral que tenía esa mujer. Eso me pareció terrible.
-En este contexto singular, apuesta a hacer un musical en el circuito independiente. ¿Cómo califica la experiencia?
-Para mí es una forma de resistencia muy fuerte. Hacer un musical en este momento es una patriada, no un negocio. Y cuando se empezó a hablar de que se iba a liberar la actividad, hablé con algunes amigues y les dije: “Yo quiero estar ahí”, porque trabajé muchísimo para tener un lugar en el teatro independiente. Mi sensación es como si hubiera caído una bomba en cada teatro, y en ese marco hay que reconstruirlos, arremangarse y juntar escombros. Podría haber hecho un musical más sencillo, con menos gente, y que ya se hubiera estrenado. Pero me parecía que tenía que asumir este desafío y llevarlo adelante. Por eso apelé a la solidaridad de muchos, como Pepe, quien me prestó el vestuario de época.
-¿Cuáles son sus expectativas frente a este panorama?
-Uno siempre busca que venga la mayor cantidad de público posible. La temporada empezó muy floja, pero por suerte la obra que dirijo en el Picadilly arrancó bien. La gente se está animando, pero mi temor es que al haber estado casi todo el año pasado sin poder salir prefieran ir a otros lugares antes que encerrarse en un teatro. Fue muy conmovedor ver cómo toda la comunidad se plegó al pedido de los teatristas para que reabrieran las salas, y ahora es necesario que vayan al teatro porque si no el reclamo no tuvo sentido. En estos días, Pepe Cibrián me contó que cuando sus padres eran jóvenes, y en España había guerra, la gente abandonaba la sala durante los bombardeos para refugiarse en los sótanos, y cuando terminaba el ataque la función seguía. Entonces en esta situación, en la que ya sabemos cómo cuidarnos, sigue siendo necesario ir al teatro.