El péndulo entre lo masivo, categoría donde moran sin contradicciones los mimados de la industria musical, y lo popular, ubica a Nuria Martínez en la segunda. Ergo, la invitan poco y nada a los festivales “mainstream”; casi ningún medio masivo oye sus finos vientos, y no llena grandes salas. A ella poco le importa, claro. Solo le basta saberse fiel guardiana de los legados de Ricardo Vilca y Uña Ramos, inmensos referentes de los aerófonos andinos, y poder trabajar sus músicas sin prejuicios ni presiones. “La musica andina no es solo un hecho artístico… es mucho más que eso, porque está profundamente ligada a una cosmovisión, a una manera comunitaria de entender la vida”, arranca la vientista, transitando por el andarivel que le corresponde, y a punto de mostrar Punto de partida –su séptimo y último disco– este sábado 15 de abril a las 21.30 en La Minga (Maza 1). “Para la cosmovisión andina, quiero decir, lo más importante es la vida, los seres humanos, los animales, las plantas, la pachamama y, aunque vivamos una realidad que no ayude, la creatividad es nuestra y estamos encontrando nuevas formas y lugares donde seguir haciendo lo nuestro”, remarca.
La presentación del disco –que pone en música lo que ella dice– irá acompañada por las danzas de Eli Otero, y por sus custodios musicales: Agustín Lumerman, en percusión, y Gabriel Morán en percusión y vientos. “Sigo con que la cultura andina sobrevivió a quinientos años de conquista, con todo lo que ello implica, y creo que los pueblos originarios tienen bastante sabiduría como para ayudar al mundo a salir de su gran confusión”, plantea Nuria, que también está a punto de estrenar un dúo con Rubén Segovia, ejecutante de charango y ronroco, además de Sonidos esenciales, proyecto que comparte con Andrea Hornes con el fin de ‘tocar sin cables’. “Andrea toca una set de cuencos, campanas tubulares, gongs, aparte de ser flautista y sicuri… ¡es música para volar!, ideal para hacer sin amplificación”, se enciende la vientista, mientras vuelve a su punto de partida. “Al disco le puse así porque la sonoridad de vientos más percusión es ancestral… está en las músicas nativas de casi todo el mundo. Y de Latinoamerica en especial, por eso yo la llamo ‘música nativoamericana’, porque este sonido fue el punto de partida, y después se fusionó con cuerdas y otros instrumentos traídos por la conquista. Es un desafío apostar a esta sonoridad, en un momento que estamos desbordados de tecnología”, cierra Nuria, tan sencilla, intrépida y profunda como sus músicas.