Tras el lanzamiento el jueves por parte de Estados Unidos de la bomba GBU-43, la mayor no nuclear del arsenal estadounidense y conocida como “la madre de todas las bombas”, los medios rusos respondieron que Moscú guarda en sus arsenales al “padre”, un proyectil cuatro veces más potente.
Si bien todo lo que rodea a este arma es información confidencial, militar y secreta, se sabe que se trata de una bomba termobárica, conocida en Rusia como Bomba Aérea de Vacío de Potencia Aumentada (Avbpm, por sus siglas en ruso), según publicaron ayer los portales de noticias RT y Sputnik.
El “padre de todas las bombas”, que se encuentra en los arsenales de la Fuerza Aérea rusa, fue desarrollado a principios de los 2000 y probada con éxito en 2007.
En esa oportunidad, señala Sputnik, fue lanzada desde un bombardero estratégico Tu-160, y arrasó por completo un bloque de edificio de departamentos, con un poder destructivo nunca visto antes en una bomba no nuclear. Se trata de una bomba de un peso más ligero que la GBU-43/B, pero con una potencia de explosión cuatro veces mayor que el estadounidense, equivalente a 44 toneladas de TNT, debido al amplio empleo que hace de los últimos adelantos en nanotecnología. Sin embargo, debido al carácter clasificado de este armamento, no se conoce ni el fabricante, ni la cantidad de bombas producidas.
“Los resultados de las pruebas del proyectil demuestran que su eficiencia y capacidad se asemeja a la de una cabeza nuclear. Al mismo tiempo –quiero hacer hincapié en esto–, no tiene ningún efecto contaminante para el medio ambiente, a diferencia de lo que ocurre con las armas atómicas”, señaló en 2007 el jefe de personal adjunto de las Fuerzas Armadas rusas, general Alexánder Rukshin.
La bomba está principalmente destinada a liquidar complejos de cuevas y túneles subterráneos utilizados como escondite por grupos jihadistas. Para describir el poder destructivo de la bomba, Rushkin señaló que “todo ser vivo es literalmente vaporizado”.
La bomba Avbpm no sería el único armamento en el que Rusia saca ventaja. Estados Unidos no posee un arma equivalente al torpedo de supercavitación Shkval, aseguró el analista militar Kyle Mizokami en un artículo publicado por el medio National Interest. Según el experto, el torpedo supercavitante VA-111 Shkval es una de las “armas subacuáticas más innovadoras inventadas por la Unión Soviética”. El proyecto y desarrollo del torpedo se produjo de manera altamente clasificada en la década de los 60 y, hasta el final de la Guerra Fría, muy poco se sabía sobre el arma.
Según Mizokami, Estados Unidos intenta desarrollar su propio torpedo de supercavitación desde 1997, pero sin éxito. Mientras tanto, los sumergibles rusos son los únicos del mundo equipados con estas armas. La industria bélica del país, además, ofrece una versión adaptada del torpedo para la exportación, el Shkval E. Es posible que, en un futuro cercano, las Armadas de otros países adopten diseños supercavitantes, lo que hará la guerra submarina “mucho más ruidosa y mortal”, concluyó Mizokami.
Impulsado por un motor de cohete, el Shkval soviético es capaz de alcanzar velocidades sorprendentes de hasta 200 nudos por hora -cerca de 370 kilómetros por hora. Pero, además de su inusual propulsión, el torpedo contaba con otra tecnología innovadora: la supercavitación.
El gran problema de las armas subacuáticas es que la fricción entre el agua y el equipo bélico causa una disminución de su velocidad. La solución encontrada por los ingenieros soviéticos fue vaporizar el líquido y convertirlo en gas. En el proceso conocido como supercavitación, el Shkval vaporizaba el agua en su camino con la ayuda de los gases calientes generados por sus motores. Al viajar a través del vapor, el torpedo encontraba mucha menos resistencia, lo que le permitía moverse a velocidades muy elevadas.