Claudia Soria acaba de terminar el secundario y espera el título para inscribirse en el Profesorado de Lengua y Literatura que se dicta en el Instituto de Educación Superior N° 6031, más conocido como el Terciario de Pichanal. Nada distinto a la realidad de otras jóvenes del Pueblo Wichí que se esfuerzan por estudiar. Lo que diferencia a Claudia es que el sábado último se convirtió en la primera mujer en presidir su comunidad.
El concurrido acto eleccionario, realizado en una tarde calurosa en el salón La Casa del Artesano, tuvo la particularidad de que era casi cantado que la joven estudiante sería proclamada presidenta de la Comunidad Wichí Pichanal. La gran mayoría de los votantes la habían postulado para el cargo en sucesivas reuniones. De hecho, cuando se conoció el resultado, Soria fue saludada con aplausos y vítores.
Es la primera vez que esta Comunidad elige a una mujer para presidir su organización administrativa a la manera de occidente, si bien hace años tiene una niyat (cacique) mujer, Mirta Meriles. La coexistencia de ambas autoridades tiene que ver con la coexistencia también de dos mundos distintos: la niyat es la autoridad ancestral del Pueblo Wichí, mientras que la presidencia de la comisión directiva responde a la organización administrativa que el Estado exige para el otorgamiento de la personería jurídica, el reconocimiento oficial de una comunidad. Por eso mismo, la elección tuvo la supervisión de un funcionario de Registro de Comunidades Indígenas de la provincia.
La elección de Soria, que será acompañada por una vicepresidenta, María Cristina Leañe, se concretó en un marco de descontento con la autoridad ancestral y de hecho, la joven anota la reforma del estatuto comunitario, que permitiría elegir nuevo cacique, como uno de los quehaceres de su cargo.
Pero, por lo que dijo, queda claro que estará ocupada también con otras urgencias. "Mi función en adelante es ver por la Comunidad, que se hagan todas las obras que hacen falta, hacer los proyectos", explicó Soria. Contó que desde hace años vienen tramitando que se haga una obra de red cloacal, que haya tendido de alumbrado público, y que se realicen obras para mejor las calles, porque hoy en día son "un desastre, cuando llueve se inunda y queda una laguna".
La Comunidad Wichí Pichanal es urbana, incluso sus miembros la referencian como barrio. La integran 105 familias que comparten el título comunitario de las tierras, entregado en diciembre del año pasado.
La mayoría de los habitantes de la Comunidad "viven de las changas nomás aquí" en las grandes fincas que rodean Pichanal, municipio del tropical departamento Orán, donde se cultivan hortalizas, frutas y oleaginosas. Para ayudar con fuentes de trabajo, Soria y quienes la acompañan en su gestión han pensado en "poner gente de aquí del barrio nomás que trabajen" cuando lleguen algunas de las obras que reclaman.
Un merendero como muestra
Claudia tiene 24 años, está casada y tiene un hijo de tres años de edad. Su Comunidad vivió siempre en ese lugar en Pichanal, y ella misma nació ahí. Su marido también trabaja en las fincas.
La joven aclara que en las comunidades originarias urbanizadas o cercanas a centros urbanos ya no es algo fuera de lo común que se elija a una mujer para ocupar un cargo de conducción. "Mi esposo me acompaña siempre", ejemplificó. Y además, en su caso, fue una "decisión de la gente, hacíamos reuniones, fuimos sacando candidatos, así que la gente me eligió a mí y yo dije, bueno, entonces si ustedes quieren que yo vaya al frente, yo voy", contó.
Sin embargo, su percepción es que fue elegida por su trabajo en el merendero Caritas Sonrientes, que fundó el año pasado y lleva adelante junto a otras cinco mujeres de la misma Comunidad. "La gente me eligió a mí porque vieron que si yo entro puedo cambiar el barrio porque siempre yo estuve ahí para la gente ayudando, porque yo cuento también con un merendero que yo lo empecé y busqué cinco mujeres más para que me ayuden".
El merendero comenzó el año pasado, en una fecha significativa: el 8 de marzo, "justo en el Día de la Mujer". Soria contó que pensó en instalar un merendero porque veía que el municipal que hay en el barrio no alcanzaba a los chicos del sector donde vive y la mitad de los niños "quedaba sin recibir" el alimento, a pesar de que veía que "hay un montón de chicos que necesitan" esa ayuda.
Entonces se organizó con las otras mujeres. "Pedimos colaboración así en los negocios, y a concejales", hacen notas y van a pedir en persona, y así se mantienen hasta ahora. El merendero ofrece sus alimentos los martes y jueves, por cada jornada asisten 98 chicos. "Una compañera nos prestó un lugarcito ahí al lado de su casa y en el terrenito y ahí lo hacemos". Sirven anchi, mate cocido con pan casero, mazamorra, arroz con leche, todo lo preparado por ellas mismas.
"Por ese motivo (la eligieron), porque siempre he tenido yo el apoyo de todos en el barrio y siempre cuando me daban algo siempre he sido transparente, de mostrarles todo", razonó. Una mejor idea de la importancia de esta ayuda, la da el hecho de que las familias de los niños que asisten a este merendero pidieron a Soria que abra un comedor.