En enero del año pasado, la publicación de El consentimiento (Lumen, 2020), de Vanessa Springora, había generado un terremoto, develando los aspectos más brutales que se esconden en la herencia intelectual y literaria post ´68. La autora y editora francesa disecaba la manipulación y los abusos sufridos a los 13 años por un reconocido y premiado escritor quincuagenario que hacía alarde en su literatura del consumo de niñes. La complacencia editorial de la que éste había gozado durante décadas evidenció la existencia de una pedocriminalidad estructural, sostenida a lo largo de los años por la propaganda cultural de Saint-Germain-des-Prés en nombre de la libertad y del anticonformismo. Si bien La familia grande (Seuil, 2021) también expone el doble juego y la impunidad de una determinada élite, el libro toca un tema universal, oculto y censurado: el incesto.

Libertadores

Mayo de 1968 liberó la sexualidad de sus tabúes y arcaísmos, de la represión y de la clandestinidad. Hoy hablan -escriben- hijes franceses de esa generación, que se vieron empujades a una sexualidad prematura que ahora se reconoce como violenta. El libro de Camille Kouchner, nacida en 1975, es un nuevo hito en la revelación de un sistema de dominación sexual edificada sobre la tergiversación de la palabra libertad y, principalmente, sobre el silencio de todes. ¿Todes quiénes? Las cabezas pensantes de una izquierda trasnochada, que a mediados de los ochenta cambiaron el cuello Mao por el cuello blanco de los ministerios y de las instituciones de poder.

Evelyne Pisier, la madre de Camille, y una relación con Fidel Castro que duró cuatro años. 

Cuba, julio de 1964. Sesenta jóvenes. Entre ellos, Evelyne Pisier y su hermana Marie-France, que se convertiría más tarde en actriz y musa de François Truffaut. También está el médico Bernard Kouchner, futuro esposo de Evelyne Pisier. Las hermanas veinteañeras asisten a un discurso pronunciado por Fidel Castro en la Plaza de la Revolución ante una gran multitud. Unos días después, Evelyne Pisier inicia una relación con Fidel Castro, que durará cuatro años. Evelyne va y viene entre Cuba y París, Fidel le pide que viva en La Habana todo el año, ella se niega, el machismo cubano la exaspera, su libertad es sagrada.

Hasta que un día decide no volver. Defiende su tesis de Derecho Público y Ciencias Políticas, se convierte en una de las primeras académicas del Derecho de su época, se casa con Bernard Kouchner en 1970, nace su primer hijo ese mismo año y, en 1975, nacen los gemelos Camille y “Victor”, como lo llamará Camille en su libro para proteger su identidad. Bernard funda Médicos Sin Fronteras, está siempre de viaje, cada vez más ausente. Evelyne pide el divorcio y se casa con el politólogo Olivier Duhamel en 1987. Bernard Kouchner se vuelve a casar e inicia su carrera política, lo nombran ministro bajo el segundo mandato de François Miterrand en 1992. La pareja Pisier-Duhamel adopta enseguida a dos niños (dos bebés) chilenos, Luz y Pablo, en 1987 y 1989. Pablo, en honor a Pablo Neruda, como lo expresa Duhamel a su hijastra en esta carta:

“Camille, mi Camille, déjame hablarte del valor, del coraje de los emancipadores, del valor de los que, a principios del siglo XX, lucharon por la independencia de los territorios de América del Sur. Hay uno cuyo nombre debes conocer. El libertador. Simón Bolívar. Dedica también tiempo a aprender un poema de Pablo Neruda. Porque tu hermanito llevará su nombre. Si estás de acuerdo. Iremos a buscarlo a Chile. [...] Pablito querido.”

Los mellizos Camille y “Victor”, hijos de ministro, crecen en el epicentro de la élite política e intelectual parisina. Pasan todas sus vacaciones en Sanary, cerca del mar, en la gran propiedad del padrastro Duhamel -cuyo padre también había sido ministro bajo la presidencia de Georges Pompidou-. Allí, entre “filósofos, sociólogos, profesores de Derecho, juristas, magistrados, abogados, futuros ministros” se les enseña la libertad, a debatir, a hablar de política durante horas, niñes y adultes en la mesa mientras se llama a la mucama con campanita, y a no llevar bombacha, como los grandes que se bañan desnudos en la pileta. A tener su primera relación sexual apenas empezada la pubertad, lo antes posible.

“Está prohibido prohibir”, dice el lema del ´68, una declaración de libertad total. No más limitaciones, no más opresiones, no más conformismos. Adiós al decoro absurdo, a las convenciones arbitrarias. Bienvenida la gran efervescencia del deseo, la infinita espontaneidad de los cuerpos. Duhamel el preceptor, el erudito, el omnisciente, reconocido especialista en derecho constitucional, les enseña a sus hijastros a desarrollar el espíritu crítico, Foucault, Vigilar y castigar: no denunciar nunca, no condenar para no darle a esta sociedad la posibilidad de castigar, desconfiar del Derecho. A menudo, al volver en auto de alguna salida los adultes se percatan de que se olvidaron de algún niñe en algún lugar. No es para tanto. “¿Me traerías un ron, cariño? Con un grueso puro, como en los calores de Cuba.”

Paula, la abuela materna de los mellizos, también adora a su yerno. Además, Marie-France Pisier, la hermana de Evelyne, forma pareja con el primo hermano de Olivier Duhamel, Thierry Funck-Brentano, con quien tiene dos hijos, los primos de los mellizos. Una gran familia en la que la figura de la abuela feminista, divorciada de un marido reaccionario, es respetada por haber enseñado a sus hijas Evelyne y Marie-France Pisier a ser libres, a no someterse al corsé de la vida burguesa. A no llevar bombacha, también.

La hidra del silencio

Un día el abuelo y ex marido reaccionario se pega dos tiros en la cabeza. Paula se suicida dos años después. Evelyne, inconsolable, cae en la depresión y el alcoholismo. Olivier Duhamel llena los vasos de vino de su esposa. Su rol de figura paterna se consolida aún más. Los mellizos tienen trece o catorce años cuando “Victor” le cuenta a su hermana que su padrastro abusa de él. Le pide que guarde el secreto. “Fue en este momento, creo, cuando las cabezas de serpiente comenzaron a multiplicarse. Es difícil decir cuándo y cómo. Hasta los veinte años, el reptil alimentó mi asombro. La hidra se desplegó.”

Este silencio, la hidra de la que habla Camille Kouchner, es impuesto por el agresor, de forma insidiosa o frontal sobre sus víctimas directas. El padrastro chantajea emocionalmente a la hermana de “Victor” para que no hable, incluso la amenaza con suicidarse él también. Luego, el silencio del entorno, vinculado a la autoridad, al poder del agresor, de esa figura dominante.

Olivier Duhamel gobierna. Camille Kouchner habla de él como de un soberano que reina sobre el cuerpo de la víctima, pero también sobre todos los que lo rodean a través de su aura intelectual, su poder, su carisma, a través de la admiración que le profesa su esposa. Es muy difícil desacreditar esa ecuación. Cuando hay incesto, todo el séquito está bajo el control del patriarca, que domina la pirámide del silencio.

Durante varios años, Camille Kouchner fue testigo de los actos incestuosos cometidos por Duhamel, durante varios años no entendió nada de lo que ocurría en la habitación de al lado. De la culpa de no haber entendido, de no haber hablado para no traicionar a su hermano y para intentar salvar a su familia, tardará mucho tiempo en liberarse. “El ardor en el fondo de mi vientre. Esta constante y subrepticia tortura para mi cráneo.”

Hasta donde pudo, Camille se quedó callada. Siendo ya una joven adulta, cuando se percató de las miradas que su padrastro posaba sobre el hijo de su esposo, un niño de diez años, salió de su silencio. Se lo contó a su tía, la hermana de su madre, Marie-France, que intentó en vano convencer a Evelyne de dejar a Duhamel. Marie-France entró en campaña para alertar a todo el mundo, a los amigos, los conocidos, la gran familia. Algunos, muy pocos, la escucharon, dejaron de pasar los veranos en Sanary. Otros ya sabían, se quedaron callados. Duhamel estaba en el auge de su notoriedad.

Evelyne se encerró aún más, se enojó con sus hijos, con “Victor”, con Camille: “No hubo violación. A tu hermano nunca lo forzaron. Mi marido no hizo nada. Tu hermano me engañó”. “Siempre supe que ustedes dos intentarían robarme a mi hombre”. Las hermanas Pisier dejan de hablarse.

Al poco tiempo, el cuerpo de Marie-France es encontrado en el fondo de su pileta. La actriz fue enterrada el 30 de abril de 2011 en el cementerio de Sanary-sur-Mer, en la tumba de la familia Duhamel. Evelyne se atrinchera aún más, se enferma y muere en 2017.

El relato termina con una carta de Camille a su madre:

Son los padres los que silencian a los niños. El deseo de ustedes, el tuyo y el de tu trastornado marido es, para nosotros, un terror nunca igualado. Ahí está mi silencio, mamá. No protegí a mi hermano, pero yo también fui agredida. No lo entendí hasta hace poco: nuestro padrastro también me convirtió en su víctima. Mi padrastro me hizo prisionera. Yo también soy una de sus víctimas. Víctima de la perversidad. Pervertida, pero no perversa, mamá. […] Mirame, mamá. Escribo por todas las víctimas, tan numerosas, que nunca mencionamos porque no sabemos cómo mirarlas.”

No se presentará denuncia contra Duhamel, tampoco se sabrá si abusó de su hijo adoptado en Chile, Pablo.

Gracias a la cobertura mediática del libro, sin embargo, Duhamel renunció a sus funciones. Varias personas cercanas al politólogo también renunciaron el martes 13 de enero. Marc Guillaume, antiguo secretario general del gobierno y actual prefecto de Île-de-France, se alejó de varias instituciones presididas por Olivier Duhamel, y la antigua ministra de Justicia, Elisabeth Guigou, dimitió de sus funciones como presidenta de la Comisión Independiente sobre el Incesto. En el documental sobre el caso Dominique Strauss-Khan difundido en Netflix (Habitación 2806), Elisabeth Guigou había defendido a su amigo DSK afirmando que un hombre tan brillante “no necesita violar”.

Muriel Salmona, psiquiatra, presidenta de la asociación Memoria Traumática y Victimología y militante feminista, comentó en los medios franceses la renuncia de Guigou: "Es un verdadero alivio que renuncie a esta presidencia en vista del mensaje tan negativo que, de otro modo, se habría enviado a las víctimas. Ella estaba en el círculo que había puesto en marcha esta ley del silencio, toda esta negación que describe Camille Kouchner, así que no era posible".

El último tabú después del MeToo

Este libro, además de haber propiciado en Francia una liberación de la palabra de las víctimas de incesto a través del hashtag #metooinceste, viral en Twitter desde hace dos semanas, aporta una mirada retrospectiva sobre los abusos cometidos en nombre de la liberación sexual como acto político. Adultos que se otorgan el derecho de iniciar a los niños en la sexualidad, estableciendo una confusión perversa entre la liberación de la sexualidad y el abuso para legitimar una agresión. Las historias de incesto son siempre historias de dominación.

La familia grande llega en un momento en que el umbral de tolerancia de los abusos sexuales infantiles se ha reducido considerablemente gracias a la publicación de testimonios como éste y al trabajo constante de asociaciones o de periodistas como Charlotte Pudlowski, que, a pesar de la enorme censura, visibilizan el tema del incesto, militan por el reconocimiento jurídico de la amnesia post traumática y por la imprescriptibilidad del crimen de incesto.

La antropóloga Dorothée Dussy, en su libro de investigación La cuna de las dominaciones (La Discussion, 2013), examina los complejos mecanismos por los que el incesto, teóricamente prohibido y condenado, se practica habitualmente en la intimidad de los hogares franceses. A través de la realidad y la banalidad del abuso sexual de les niñes, el incesto se revela como un elemento que estructura el orden social. Es la herramienta principal para la formación en materia de explotación y dominación de género y de clase. Una herramienta de alienación y terror. Dussy concluye su reflexión presentando una visión cultural del incesto.

Según las cifras publicadas por la Asociación Internacional de Víctimas de Incesto en 2015, cuatro millones de franceses son o han sido víctimas de abuso en su infancia. Sólo el 10 por ciento de las víctimas presentan una denuncia. El incesto es sistémico. Es el último tabú post MeToo. El núcleo mismo del patriarcado, la última y más irrepresentable frontera en términos de violencia sexual.