3 - ADÚ
(España/2020)
Dirección: Salvador Calvo
Guion: Alejandro Hernández
Duración: 119 minutos
Intérpretes: Luis Tosar, Anna Castillo, Moustapha Oumarou, Álvaro Cervantes y Adam Nourou
Disponible en Netflix

Como parece que leer diarios, ver noticieros, navegar en internet o abrir la ventana no es suficiente para darse cuenta de que el mundo está en una etapa crítica, todavía se hacen películas con la finalidad máxima, y en muchos casos única, de enrostrarle al espectador las peores miserias de la humanidad. Resulta fundamental, entonces, que los personajes la pasen muy mal enfrentando todas las penurias imaginables, convirtiéndose así en piezas de un juego de exhibicionismo cínico, paternalista y no exento de abyección: aun cuando lo que se muestre sea horrible, aun cuando el entramado dramático se sostenga solo en el sufrimiento ajeno, la puesta en escena debe ser prolija y los encuadres, perfectos. Si además hay planos filmados a contraluz, tanto mejor para conseguir una pátina de prestigio y asegurar un buen recorrido en la temporada de premios. Así ocurrió, por ejemplo, con la oscarizada Vidas cruzadas (2005) y con casi toda la filmografía de Alejandro González Iñarritu (Amores perros, Babel, Biutiful). Y así ocurre ahora con la española Adú, que con 13 nominaciones es la máxima favorita para los Goya que se entregarán el 6 de marzo.

Estrenada en salas ibéricas en enero del año pasado, el segundo largometraje de Salvador Calvo culmina con una placa que asegura que “más de 70 millones de personas abandonaron su hogar en busca de un mundo mejor en 2018” y que “la mitad de ellos fueron niños". Un corolario aleccionador aunque coherente para un relato que durante dos largas horas mostró, básicamente, una sucesión de desgracias y una pobreza frivolizada y colorida. Para eso recurre a tres historias destinadas a intersectarse luego de avanzar de manera paralela, que en común tienen la inmigración ilegal desde África a España. Historias que toman la parte por el todo, es decir, que hacen –quieren hacer, mejor dicho– de sus criaturas las representaciones de una totalidad, como si fuera posible abordar un problema de esa complejidad a través de arquetipos tan burdos como esquemáticos, tan superfluos como conscientes de su carácter metonímico.

Por un lado hay un Guardia Civil (el único de toda la Fuerza con un atisbo de conciencia social, según parece) obligado a ocultar que la muerte de un hombre en la frontera de Melilla con Marruecos es culpa de un compañero. Por el otro, un millonario (Luis Tosar) que huyó de España por problemas con el fisco y ahora se dedica a los trabajos humanitarios en una reserva de elefantes en África, hasta donde viaja a visitarlo su hija (Anna Castillo) para alejarse de su entorno y, con ello, del consumo de drogas. El tercer protagonista es quien más peso tiene y, por lo tanto, el que peor la pasa. Como ya había demostrado Cafarnaúm y Ciudad de Dios, para ganar premios garpa más que sufra un niño sub-10. Es el caso de Adú, que vive en Camerún –en pésimas condiciones habitacionales, obviamente– con su madre y hermana, mientras papá está en España. La marcha a Europa es un auténtico calvario que incluye hambre, destinos equivocados, intentos de abuso sexual, un congelamiento inminente y muertes por doquier. Vale destacar la que sucede en un avión, que mostrada en cámara lenta marcha directo a lo cima de lo más infame de la última década.