A FAMILY TOUR 6 PUNTOS

Taiwan/Hong Kong/Singapur/Malasia, 2018

Dirección: Ying Liang

Guion: Chan Wai y Ying Liang

Duración: 107 minutos

Intérpretes: Gong She, Ang Nai, Pete Teo

Estreno en Mubi

Pasaron seis años entre la película previa del realizador chino Ying Liang y ésta. En ese lapso Ying se exiló en Hong Kong, y esa experiencia personal es la que vuelca, recordando con ira, en A Family Tour, su film más reciente hasta la fecha. En sus cuatro largometrajes previos, filmados en su patria, Ying no se había metido con temas políticos. En A Family Tour dice, claramente, todo lo que hasta ahora no había podido decir. La historia china de los últimos setenta años entra en oleadas por los entresijos de la ficción de A Family Tour, como si a un dique se le hubieran destapado de golpe todos los agujeros que tuvo masillados durante años. E inunda todo. Tanto, que la película queda un poco descompensada, dando la sensación de que la ficción está puesta al servicio de este acto de acusación pública y expiación personal. “Está todo peor que nunca”, se dice en un momento.

Narrada en una primera persona apenas desplazada, la historia de A Family Tour gira alrededor de una cineasta china, Yang Shu (Gong She) y su familia. Yang se exiló en Hong Kong cinco años atrás, allí se casó y tuvo un hijo. Ahora ha sido invitada a un festival de cine en Taiwan, para presentar la película que filmó justo antes de partir al exilio, y que recién se libera, pero sólo para países extranjeros. Tanto como A Family Tour para Ying, esa película habla de su propia historia: el padre fue puesto en prisión treinta años atrás, acusado de un atentado que según su familia no cometió. Se trataría de un castigo velado, debido a su condición de disidente. Durante todo ese tiempo, la esposa del hombre encarcelado intenta liberarlo, acudiendo incluso a funcionarios oficiales: sus padres fueron cuadros de la Revolución, para luego convertirse en ovejas negras. Yang aprovecha su viaje a Taipei para “sacar” temporariamente de China a su madre, Chen (Nai Ang), por intermedio de una organización política llamada Movimiento Paraguas (se trata de un movimiento realmente existente), y así reencontrarse con ella tras los cinco años pasados, permitiéndole además conocer personalmente a su único nieto.

Muchas cosas no dichas pesan en el reencuentro entre madre e hija. La dificultad de Yang para afrontar el cara a cara con su madre permite adivinar que la realizadora se exiló sin previo aviso. Lo cual le genera culpa, teniendo en cuenta sobre todo la situación de su padre. La madre está más enferma de lo que le había dejado saber, y además hay novedades relacionadas con la casa familiar y la tumba del padre, que se había guardado para sí y que tienen que ver con la relocalización típica de la política urbana en China Popular. Relocalización que implica también un borrado o demolición de la memoria, y que tiene a Chen particularmente afectada. Los incipientes encuentros entre madre e hija tienen por tema casi excluyente los dolores de la historia china moderna. En particular las purgas, censuras y “confesiones” arrancadas.

Es en ese punto donde comienza a advertirse un desbalance en términos de escala: lo micro, la ficción familiar, va cediendo terreno frente al volumen de lo macro, la política china. Esta cierta pérdida de control sobre un relato que por lo demás brilla por su cohesión en todos los terrenos, lleva a que Ying eche mano de un resorte argumental poco creíble, que usa como gatillo para terminar de disparar las balas que tiene en la (re)cámara. Chen habría grabado la entrevista en la que un funcionario le sugirió convencer a la hija de editar su película de acuerdo a las pautas oficiales, y esto no suena muy plausible. En el último tercio el “mensaje” se va imponiendo de modo cada vez más explícito, desequilibrando un film que en términos estrictos de puesta en escena está, queda dicho, admirablemente calibrado, y que trata temas --el dolor, la memoria personal y colectiva, la “modernización” que todo lo borra, el compromiso político, la vida cotidiana bajo un sistema autoritario, la vigilancia estatal-- que no son, por cierto, moco de pavo.