PALMER 6 puntos
Estados Unidos, 2021
Dirección: Fisher Stevens.
Guion: Cheryl Guerriero.
Duración: 110 minutos.
Intérpretes: Justin Timberlake, Juno Temple, Ryder Allen, June Squibb,
Dean Winters.
Estreno viernes 29 en Apple TV+.
Las segundas oportunidades que la vida es capaz de ofrecer, el camino a una posible redención, el pasado como lastre y escollo. Fetiches del así llamado “cine independiente”, por contraposición a las grandes producciones de Hollywood. Fisher Stevens –actor de extensa trayectoria, de colaborador de John Sayles en los años 80 a participante de series recientes como Succession– regresa como realizador al cine de ficción, luego de siete años concentrado exclusivamente en el documental, con este retrato de un hombre que vuelve con la cabeza gacha a su pueblo de origen luego de pasar varios años en la cárcel.
Eddie Palmer ya no es quien era, una joven promesa del fútbol universitario, y su porte y talante conjugan la amargura por los años perdidos con una tristeza que supura de cada uno de sus poros. La búsqueda de un empleo mientras vive de prestado en la casa de su abuela paterna es, sin lugar a duda, un retroceso al casillero número uno del tablero. Aunque, visto desde otro ángulo, la situación no deja de ser una chance para la reinvención.
Por allí también anda Sam, un vecino de siete años a quien su madre, un pequeño desastre de la naturaleza, ha vuelto a dejar al cuidado de la anciana ante una posible ausencia de semanas. Siguiendo los lineamientos básicos de El pibe, el clásico de Charles Chaplin –aunque con las marcas de la comicidad eliminadas de la ecuación– Palmer va transformándose lentamente en la historia de un vínculo a priori imposible. La rudeza y sequedad del expresidiario (un Justin Timberlake ajustado, sin ampulosidades) contrasta con los delicados modales del pequeño, interpretado por el debutante Ryder Allen, un clásico logro del casting infantil.
Sam juega con muñecas, usa hebillas y se la pasa mirando un programa de TV habitado por princesas de todos los nombres y colores; su única amiga es una compañerita de clase y es víctima constante del acoso escolar. El guion de Cheryl Guerriero se toma su tiempo para construir esa relación, que va de la convivencia forzada y la inopia emocional por parte del adulto a la comprensión y, eventualmente, a un vínculo padre-hijo putativos. Y está bien que así sea: de otra forma, la carga emotiva del último tercio del relato se sentiría impostada.
En una entrevista publicada hace algunos días en estas mismas páginas, Stevens afirmaba que Palmer es una película sobre la posibilidad de que los seres humanos se acerquen en tiempos políticos complejos. No es casual que la historia transcurra en el sur de los Estados Unidos, en una pequeña comunidad poco afecta a las diferencias de cualquier tipo. La película aporta sus buenas intenciones y un mensaje de tolerancia de manera generalmente sutil, como esa escena en la cual una maestra –y eventual interés amoroso del protagonista– pone punto final a las bromas de los compañeros de Sam durante las celebraciones de Halloween al llegar vestida con un traje masculino y profuso bigote. Y, desde luego, allí está en pantalla la separación entre Palmer y Sam, con el chico corriendo detrás del auto y llorando a moco tendido. Lejos de la sensiblería, cuando llega ese momento el espectador ha aprendido a creer en la posibilidad del cariño entre los personajes. No es un logro menor.