Arranca César Isella señalando a Armando Tejada Gómez como “un gran militante de la vida”. Sella así el destino inmediato de un trabajo registrado en septiembre de 2018 por Limbo Music, antes que el salteño empezara con los problemas de salud que determinaron su fallecimiento. A cada pieza corresponde una introducción hablada, un recitado, y en el caso de la que origina el reconocimiento al poeta mendocino (“Resurrección de la alegría”) el dato fuerte es que era la más amada y cantada por Joan Manuel Serrat, amigo del tándem Isella-Tejada. Así empieza Autor, trabajo disponible en plataformas que tiene entre sus intenciones las de contar y cantar. En efecto, a aquella gema le sucede la recuperación de otro tema seminal: “Levantate y canta”, un texto en el que su creador Héctor Negro narra lo que pasaba en el país, en 1977. Que se pregunta “por qué caerse, y entregar las alas…”, en medio del horror.
Y así, a cruda voz, algunas risas, y guitarras no siempre afinadas pero cálidas, Isella va repasando sus temas más emblemáticos. Sus historias. Y su historia, claro. A la etapa solista, puntualmente, refiere Autor, ya que ninguna de las cinco canciones que el salteño entregó en tiempo y forma a Los Fronterizos ("La fiera", "Se lo llevó el carnaval", "Guitarreando", "Corazón guitarrero" y "Un abrazo a Corrientes") figura en el disco. Sí de su devenir tras 1965, año en que dejó la agrupación. Es el caso de las dos citadas al principio. Es el caso, también, de “Canción con todos” que el compositor concibió con Tejada en 1969. Y cuya historia, vuelve a recordar, con Tlatelolco y Cordobazo como contexto(s). “En ese tiempo yo andaba pululando siempre por Córdoba, con mi guitarra y organizando festivales en el Estadio Atenas, junto a Mercedes Sosa, a Víctor Heredia, al Quinteto Tiempo, a Chany Suárez… poníamos plata para eso”, se escucha reír al César en pleno trance evocativo, hasta que luego se pone serio. Se nota en su voz.
“Murieron muchos jóvenes tanto en Corrientes como en Rosario y en Córdoba. Eso ocurrió el 29 de mayo de 1969… yo el 3 de junio tenía una por República Dominicana, y hacia allí partí. Hurgueteando mi guitarra fue saliendo una breve melodía que tenía que ver con mi pensamiento de unificarnos en Latinoamérica, fundamentalmente por las luchas cotidianas que había en nuestro continente. Me salió una melodía muy simple y, cuando llegué a Buenos Aires, la escuchó Tejada, le gustó y dijo que yendo a su casa le salió la primera frase… el desgraciado me despertó a las 7 de la mañana con su poesía… así nació la canción, que después Mercedes convirtió en un himno continental”, cuenta el guitarrista, sobre ese himno continental con estribillo de galopa.
La versión casi flamante, tardía, de Isella no tiene ni la lucidez ni la solidez ni la afinación de la “Negra”, claro. Tampoco de otras como la que grabó por aquellos días de fuegos y amores el Quinteto Tiempo. Sí porta en su impronta el sentimiento del tipo que la parió, y que la vuelve a visitar con la nostalgia y la pasión que arrastran los años. Al mismo período corresponde “Canción de lejos”, otra letra de Tejada interpretada por Mercedes que atravesó fronteras. Isella, autor de esa música en clave de zamba y tonada, la ejecuta esta vez al modo austero que enfunda el disco: guitarra y voz pelada, con Facundo Rodriguez tras las consolas de los estudios Quark. No falta la intro histórica. “Con Tejada solíamos reunirnos de madrugada a tomar alguito, y de repente salía alguna canción… en eso me salió una musiquita que fue registrada en un grabadorcito antiguo (…) De repente, Armando para y me dice ´vago, atorrante, no querés trabajar sobre mi poesía´ y le digo ´mirá, escuchá esta melodía´… y le encantó, al punto que hizo este poema sobre mi música”, rememora Isella, acerca de la zamba que pasó sin pena ni gloria cuando Los Trovadores la interpretaron en el festival de Cosquín, pero que la “Negra” Sosa puso en su lugar.
Así ocurre, a marcha de tono cálido y familiar, con el resto de las piezas –trece en total-que pueblan el espontáneo material. Con “Canción de la partida” –otra de Tejada- vinculada al exilio del salteño y sus encuentros con los músicos de Inti Illimani y Quilapayún, con quienes convivió en Francia e Italia durante la turbia etapa de mediados de los '70. También con “Soneto 93”, canción de amor que escribió Neruda para su mujer Matilde, y la profundísima “Mama angustia”, que Isella grabó por primera vez en 1972, cuando dedicó un disco entero a su autor, José Pedroni, sobre quien volvería en 1984 a través de “Canto a la poesía”. Con “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara –la única que sale sin relato-, y “Padre del carnaval”, festiva oda en clave de zamba al “Cuchi” Leguizamón. También con “Un amigo, una flor y una estrella”, “La Mamancy” –que Isella dedicó a su madre Ulda-, la conmovedora “Noticia para viajeros”, y “Canción de las simples cosas” -tal vez la mejor ejecutada- que incluye otra evocación a la cantora cuya ausencia se hubiese multiplicado en varias. “Mercedes universalizó nuestras canciones, grabó catorce de ellas, pero probablemente éste sea el himno de su garganta”, dispara Isella, con sólida y consecuente generosidad.
Se lo va a extrañar, claro.