“Somos distintas pero somos férreas en eso del amor y del dolor”, sintetizó Estela de Carlotto para definir la solidez del trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo, que este año cumple 40 años de lucha en defensa de los derechos humanos y búsqueda de sus nietos robados y desaparecidas durante la última dictadura cívico militar.
Durante una entrevista por la radio AM 750, la dirigente recordó “las provocaciones” que solían recibir las primeras madres que se organizaron para reclamar por la aparición de sus hijos secuestrados o detenidos ilegalmente en la década del ’70. “Los genocidas creían que éramos mujeres estúpidas. Que íbamos a llorar y que la actividad iba a estar reducida a estar encerradas con miedo. Se equivocaron”, destacó.
Reconoció que por entonces tuvo “miedo de entrar a Plaza de Mayo por primera vez” porque “no me gustaban las manifestaciones”. Además, confesó, “temí la cantidad de policías que había, armas apuntándonos, a caballo. Era como una guerra ahí”.
“Ahí nos fuimos conociendo, organizándonos. Los primeros nietos que se encontraron fueron gracias a los carteles que pegamos en la calle”, dijo. El origen de Abuelas de Plaza de Mayo “fue una cosa muy improvisada” porque “no éramos amigas”. “Somos distintas hasta hoy pero somos férreas en eso del amor y del dolor. No pensaba que íbamos a durar, éramos muy ingenuas, inocentes”, resumió.
Lo que la marcó para comprometerse en una lucha que trascendía lo individual fue una charla que mantuvo con su hija Laura, en un bar de La plata. “Le dije que tenía que irse porque la iban a matar y me respondió: ‘Mirá mamá, yo tengo un proyecto de vida y no me voy a ir del país. Nadie quiere morir y sabemos que miles de nosotros vamos a morir, pero no va a ser una muerte en vano’. Ahí me cayó la ficha de que tenía que ayudarlos, aceptarlo”.
Carlotto evocó que uno de los momentos más duros de su vida fue cuando murió Laura, quien anteriormente había sido detenida por su militancia política. No obstante, dijo, eso luego la hizo más “fuerte”. “Más que llorar, estar en la tumba de mi hija me fortalecía para lo que tenía que hacer con estas señoras que había conocido. Muchas seguimos juntas”, contó.
“Llevarle flores (a su hija) era algo semanal. Le aseguraba que iba a buscar a su hijo y a ayudar a sus compañeros”, prosiguió y sostuvo que por ello el reencuentro con su nieto, Ignacio Guido Montoya Carlotto, “fue una explosión nacional e internacional”.
“Fue un regalo que me hizo la vida –agregó-. Me parecía que una luz de no sé dónde me había iluminado. Ese día grité, lloré, salté y dije: ‘Gracias a Dios, tengo que avisar a todos’. En mi familia llegó la alegría.”
Sostuvo que ese hecho la hizo sentirse privilegiada “por la vida” porque “hay abuelos que empezaron antes que yo y los siguen buscando” a los hijos de sus hijos desaparecidos. Por eso es que destacó la importancia de Abuelas: “Seguimos buscando a los que faltan, porque no es lo mío, es lo de todos”.