Vamos a tratar de desenmascarar las artimañas comunicacionales que pergeñó la Mesa del Maíz con el objetivo de confundir a la opinión pública para que el negocio de la exportación de maíz sin procesar siga sin ningún tipo de control ni regulación.
Una cantidad de cámaras patronales que representan al gremialismo, del volumen sin rostro, han firmado un acta-acuerdo para proponerle al Gobierno más de lo mismo. En el primer punto del escrito se vanaglorian de una verdad de perogrullo: que no va a faltar maíz en el mercado interno. ¡Vaya novedad! Como si esto fuera un logro que merece destacarse en un país que produce 50 millones de toneladas y consume sólo entre 13 y 14 millones.
El punto del conflicto no está ahí. Se encuentra en lo siguiente:
1. Que blanqueen “todo” el maíz; no una parte.
2. A qué precio van a abastecer al mercado interno de ese insumo básico difundido para la producción de alimentos. Ese es el punto a resolver; no la oferta.
Para confundir publican números (propios) de la baja incidencia de los granos en el producto final en góndola. Esas cifras las proveen la Sociedad Rural y son risibles por lo fulleras. Dicen por ejemplo que en el pollo solo incide en un 21 por ciento, en la leche un 8 por ciento, en el asado un 7 por ciento, y en el pechito de cerdo un 10 por ciento.
Primera trampa: cuando estamos discutiendo la incidencia del precio internacional de los commodities en los alimentos es maíz más soja. Ya que la alimentación animal en confinamiento es balanceada y depende de esos dos insumos en distintas proporciones. Cuando se dice que importamos inflación es por los dos: por el maíz y la soja.
Segunda trampa: cuando alguien lleva una vaca al mercado no la vende por parte. No vende solo el asado; vende el novillito entero. Y el carnicero compra la media res entera. Como llegan a ese 7 por ciento en el precio final sumando maíz y soja es un enigma. Es un dibujo ese número.
Tomemos el caso del cerdo que la Sociedad Rural dice que el maíz solo incide en el pechito el 10 por ciento. Según datos que provee el INTA Marcos Juárez, el 65 por ciento del costo total del cerdo es la alimentación y esa alimentación se compone de 68 por ciento de maíz y 29 por ciento de soja (speller). Como llegan a ese 10 por ciento es un misterio.
Tampoco es válida la propuesta de hacer competir con instrumentos financieros o en los mercados de futuros a los demandantes del grano interno con los exportadores. Eso es dolarizar el precio en forma plena. ¿Quién le va a vender al mercado interno si no paga igual que la exportación? ¡Nadie! Hay que desacoplar pero con segmentación.
Es urgente que el Gobierno urbanice este debate, lo saque del gueto rural y lo comunique debidamente. La sociedad debe saber cómo se construyen los precios de los alimentos. Necesitamos rehacer la vieja Dirección de Economía Rural y Estadísticas para que provea de datos propios al Estado.
No podemos seguir discutiendo con los “números prestados” de la Bolsa de Comercio o de las entidades agrarias. El grado de concentración de productores maiceros es altísimo y el pueblo debe saberlo. Son datos tan ocultos como obscenos.
No se puede tratar como iguales a los que son estructuralmente distintos. Por eso hay que segmentar por cantidad de hectáreas, tal como se hizo recientemente con los pequeños productores de soja. Una política pública virtuosa más que justa desde lo fiscal y con mucha implicancia social.
* Movimiento Arraigo, ex dirigente de FAA.