La cuestión no es sobre volver o no volver a la escuela. La pregunta es por el cómo. Así como volver en octubre me pareció un absurdo, que respondía más a cuestiones político-electorales que pedagógicas, volver en marzo, me parece imprescindible.

Ahora bien, me gustaría creer que estos 10 meses de no presencialidad sirvieron al menos para preparar las escuelas. Así como la primera cuarentena dio tiempo para multiplicar las terapias intensivas, los respiradores y para que el sistema médico en su conjunto se preparase para lo que se venía, me gustaría creer que por lo menos desde diciembre (cuando se anunció en la ciudad de Buenos Aires la vuelta a clases para el 17 de febrero) se trabajó para relevar las escuelas y lo que se requería hacer en cada una de ellas para recibir a lxs alumnxs.

Me gustaría creer que podemos volver a las aulas porque se diseñó un sistema de transportes para que alumnxs, docentes y familias puedan llegar sin riesgo, que se compraron pupitres individuales y se pusieron toldos en los patios para que los mismos puedan ser utilizados. Me gustaría creer que se pensó con cuáles otros espacios se podía contar, sabiendo que hay escuelas que cuentan con lugares muy reducidos y en los que 30 niñxs en un aula con distanciamiento es una utopía.

Como se puede ver la vuelta a clases requiere cuestiones bien concretas. Cuestiones concretas que requieren mayor presupuesto educativo. Llegado este punto me surgen unas cuantas preguntas, también bien concretas: ¿por qué si la educación es esencial-y vaya si lo es- no se aumentó el presupuesto educativo en CABA?, ¿por qué si la educación es esencial no se destinan fondos para preparar las escuelas, contratar más docentes y personal de maestranza?, ¿por qué si el objetivo es volver no se usaron estos meses para relevar las escuelas, comprar los insumos necesarios, adecuar los espacios?, ¿por qué no llevaron/llevan conectividad y computadoras a los niñxs que lo necesitaban?

¿Cuál es el protocolo que pensaron para la vuela a clases? ¿Depende de cada escuela? ¿Qué pasará con las familias que tienen algún familiar o niñx de riesgo? ¿A esas familias se les ofrecerá la virtualidad? ¿Quién se hará cargo de la misma? ¿Van a haber grupos reducidos o van a estar 25/30 niñxs en un aula? ¿Con o sin distanciamiento? Si es con distanciamiento, ¿qué pasa con las aulas en las cuales no puede mantenerse esa distancia? Si es sin distanciamiento, ¿cómo se evitarán los contagios?

Si van a ser grupos reducidos de, por ejemplo, 15 niñxs ¿dónde y con quién estarán los otros 15? Si van todxs lxs niñxs durante las cuatro horas de jornada escolar los cinco días de la semana, ¿cómo se duplicarán los docentes y espacios para conservar los grupos de 15? ¿No deberíamos estar preguntándonos, junto con la fecha de vuelta a clases, por cuándo van a vacunar a lxs docentes?

Vuelvo al principio. Hay que volver. Ahora bien, si la educación es esencial, ¿qué hicieron en todo este año para que las condiciones estén dadas para volver? ¿Qué hicieron durante los meses de enero y febrero? Por último, ¿de qué sirvió suspender las clases presenciales durante un año, cuando los contagios eran mucho menores a los actuales, si no fue para preparar las escuelas para este momento?

Al día de hoy, el cómo no está nada claro. ¿Cómo es eso posible? ¿Por qué no pensar en una modalidad mixta hasta tanto se pueda vacunar a la gran mayoría de docentes y familias? Una propuesta concreta: dos días a las semanas va la mitad de un curso y los otros dos días, la otra mitad. En los dos días que el grupo de lxs estudiantes no va a la escuela se trabajará con actividades asincrónicas. El último día de la semana, podría hacerse un encuentro por zoom para poder sistematizar y habilitar puestas en común con el grupo completo.

Ventajas de esta propuesta: se lograría contemplar situaciones diversas. Con la virtualidad, incluir a aquellos que por razones médicas no puedan concurrir a la escuela. Con la presencialidad, incluir a aquellos que por cuestiones de conectividad no puedan sumarse a la virtualidad. Asimismo, se les ofrecería a lxs niñxs la posibilidad de conectarse con la escuela y docentes de maneras variadas y permitiría sostener cuestiones pedagógicas en un ida y vuelta constante entre la virtualidad y la presencialidad, cosa que al año pasado no fue posible. 

De esta manera se permitiría un retorno a las aulas con grupos reducidos, una forma más cuidada desde el punto de vista sanitario para toda la comunidad educativa.

¿Es lo ideal? Sin duda alguna no lo es. Es una modalidad que modificaría dinámicas familiares y laborales de los adultos. Ahora bien, si decimos priorizar a los niñxs, esta es una forma cuidada de hacerlo. Hasta tanto llegue la vacuna. Mientras esperamos. Es un cómo que intenta equilibrar la necesidad imperiosa de volver a las aulas en el medio de una pandemia sin volver como si nada hubiese o estuviese todavía pasando.  

* La autora es docente de nivel primario en C.A.B.A