2.292.830.000.000, el número impronunciable del déficit fiscal, se titula una nota de Martín Tetaz publicada en diversos medios. El economista opositor recurre, con ese titular, a un recurso engañoso para impresionar a la audiencia respecto a la cifra del déficit. Algo que puede impresionar al neófito en cuestiones macroeconómicas pero cuando se divide por los 44 millones de habitantes se reduce a una cifra más sencilla: 52.110 pesos de déficit por habitante. Una práctica más habitual es medirlo en relación al PIB, donde la cifra del déficit primario alcanzó el 6,5 por ciento del PIB y el financiero el 8,5, según estimaciones oficiales.
Las cifras del déficit de 2020 son elevadas en comparación histórica pero se explican por la anomalía de la pandemia. Para comparar con otros países de la región, el Brasil de Bolsonaro espera haber cerrado 2020 con un déficit primario de 12 puntos del PIB, casi el doble del argentino.
Del otro lado de la cordillera, se estima que el déficit fiscal de Chile -usual modelo de los liberales- alcanzó el 8,2 por ciento el pasado año. Por su parte, se estima que el déficit fiscal de Perú -otro ejemplo liberal- representó el 8,9 por ciento del PIB en 2020.
Es decir, el déficit fiscal argentino muestra valores menores a los de varios países vecinos. Ese hecho se produce viniendo de una situación financiera pública heredada de la gestión Cambiemos, mucho más deteriorada que la de otros países de la región.
El menor deterioro de las finanzas públicas de Argentina respecto a algunos de sus vecinos no es para festejar. Pese a los bonos a jubilados y a quienes reciben AUH, el IFE y los ATP, las políticas públicas implementadas para sostener los ingresos en el marco de la pandemia implicaron un gasto menor que el de los países hermanos.
El paquete argentino frente a la pandemia implicó recursos equivalentes al 3,9 por ciento de su PIB, mientras que el de Brasil alcanzó el 4,6 por ciento, el de Chile 5,7 y el de Perú 4,8, según estimaciones de la Cepal.
Desde esa perspectiva, las acusaciones de la ortodoxia de un populismo desbocado que imprime billetes en forma descontrolada para financiar políticas sociales carece de realismo para representar a la gestión de Alberto Fernández.
Aún así, Tetaz señala que el impacto en Argentina de ese déficit es más grave ya que se financia “en un 88 por ciento por emisión monetaria”. Vale señalar que se financia de esa manera porque el Frente de Todos heredó una economía con los mercados financieros externos e internos cerrados, luego del endeudamiento irresponsable de la gestión Macri.
Tetaz indica que en “economías con alta inflación mantener dinero en moneda local supone aceptar por ese dinero una tasa de interés negativa; por eso el impacto de la emisión es fatal". Esa afirmación es compartida por la heterodoxia ya que acepta que la emisión no es la causante necesaria de la inflación, sino que su impacto depende de la situación de la economía. En nuestro caso, una con una inflación inercial que empuja a la dolarización de los excedentes monetarios.
@AndresAsiain