En el camino

“Lo que empezó siendo un paseo a bordo de mi querida Pearl, una pickup Ford modelo 1958, se ha convertido en el proyecto de mi vida, que muestra las tradiciones sentimentales, la esencia y el corazón de la gente de los Estados Unidos”, anota el fotógrafo Brian Bowen Smith, con residencia actual en Los Ángeles, sobre su más reciente serie: Drivebys. Haciendo de la carencia virtud, el hombre no soltó amarras cuando su actividad como requerido retratista de celebridades se pausó a causa de la pandemia; al contrario: se calzó la cámara, salió a la carretera y, respetando la distancia social recomendada por covid-19, comenzó a fotografiar sin bajarse de su camioneta, desde las ventanas del vehículo, capturando las muchas y muy peculiares personas y situaciones que aparecían en el camino. Largo camino, dicho sea de paso: pasó seis semanas tras el volante, recorriendo casi 20 mil kilómetros. Fue documentando su viaje en Instagram, pidiendo sugerencias a seguidores sobre posibles destinos, sin anticipar el tsunami de respuestas, que lo llevaron a decantarse por “las más curiosas, las más llamativas, sin importar la distancia”. Así fue cómo, rápido de reflejos, Bowen Smith captó paisajes de la América profunda habitados por los más variopintos personajes: desde un vaquero en pleno galope hasta un motoquero haciendo piruetas en la ruta; desde un imitador de Elvis Presley hasta una ¿novia? de blanco en una granja un día de lluvia. También presentas caritas conocidas como la del chef “de la mano biónica” Eduardo García, la actriz y productora Reese Witherspoon en su casa de Malibú, Hilary Swank en su rancho de Colorado con sus cuatro perros y su marido… “Quería darle a esta serie un cariz atemporal”, explica el artista su elección por el blanco y negro, a la par que relata cierta constante entre la gente que fue conociendo con el correr de los kilómetros: “Todos se mostraban asustados, frustrados por la pandemia, queriendo volver pronto a la vieja normalidad”.

El juego del año (pasado)

En los primeros segundos suena Peer Gynt, de Edvard Grieg, pero la apacible melodía dura un pispás: nomás entrar al 2020 las notas idílicas mutan para dar inicio a los intríngulis que deparó el pasado año a la humanidad al completo en el flamante videojuego que invita a volver a superarlos, en clave lúdica. Con controles sencillísimos (flechas para tutto: avanzar, retroceder, saltar) y look decididamente retro (larga vida al pixel), 2020 Game propone sortear las llamas que arrasaron con la vegetación de Australia y, en el ínterin, salvar a un indefenso koala; luego calzarse la mascarilla y coleccionar papel higiénico; sobrevivir a la caída de los mercados y, acaso el evento más traumático de todos, a las excesivas llamadas por Zoom. Apenas algunos niveles del entretenido juego que se completa en pocos minutos, aunque le haya llevado seis meses terminarlo a su creador, Max Garkavyy. Hombre que debuta así en las huestes del videogame, según explica en la web oficial de su iniciativa, donde solícitamente solicita unos mangos a generosos usuarios para dejar su laburo corporativo y volcarse de lleno a su pasión por el desarrollo online. Mal no le está yendo: en pocos días las donaciones han superado los 30 mil dólares. Más allá de las finanzas, su primogénito -que puede jugarse en la misma página, sin necesidad de descarga alguna- está haciendo olitas entre terrícolas que no temen sumergirse en la aventura (ficcional), recorriendo capítulos que se hacen eco de lo más estrafalario de la historia recientísima: ya sea esquivar una antena 5G que, teoría conspirativa mediante, dispara virus por doquier, hasta filmarse en un clip para TikTok mientras suena Say So, de Doja Cat, furor en la ascendente red. Finiquita 2020 Game en clave aparentemente optimista... al menos por un instante, porque pronto se abre el plano para vaticinar zombies y godzillas en el 2021. ¿Será...?

Winston cotiza al alza

Si no protesta el gobierno inglés, echan la bronca allegados a la familia real o ciertos sectores del periodismo frente a ciertas “libertades artísticas”: ninguna queja, sin embargo, les quita el sueño a los creadores de la exitosa serie The Crown. Así las cosas, parece ser que los guionistas le han hecho un tremendo favor al Winston Churchill pintor, sin siquiera pretenderlo: las obras del difunto primer ministro hoy se subastan a precios tantísimo más altos de los pretendidos y, según voces expertas, se debe al “amable y generoso retrato” que el popular drama de Netflix ofreció del político en sus primeras tres temporadas. Así lo asevera Simon Hucker, de la casa de subastas Sotheby’s, donde hace poco más de un mes se vendió el retrato que antaño hiciera Churchill de su whisky favorito; obra por la que el comprador desembolsó casi un millón de libras, “cinco veces más que el valor previsto”. Ya había acontecido algo similar pocos años atrás, cuando su Estudio de rosas, valorado en 70 mil libras, se vendió por más de 600 mil. “Lo que ha hecho The Crown es dar vida a estas figuras históricas, un cariz más humano, más accesible. El actor John Lithgow mostró un Churchill más cálido y afable mientras oficiaba de guía fundamental para una joven reina Isabel mientras su salud se venía a pique. Tal vez sea ese el costado que ahora la gente ve en sus pinturas”, arriesga Hucker, recordando además que mítico premier daba curso al pincel como hobby, a menudo en sus vacaciones, para distenderse. Hizo a razón de 500 obras en vida; entre las más preciadas, paisajes de estilo impresionista. Estudioso del trabajo de Paul Cézanne y Claude Monet, obsequió la vasta mayoría a amigos y conocidos tras retirarse de la política quien hoy día cotiza al alza.

La revolución de los discos

Dicen sus creadores que se trata del “primer libro de la historia en reunir diseños de tapas de discos de la Cuba revolucionaria”; más precisamente, portadas de 1959 al 1990, período que abarca el flamante Cuba: Music and Revolution, incitante tomo que acaba de salir en Gran Bretaña. Son más de 350 diseños los que incluye el lustroso ejemplar, generosamente ilustrado, la mayoría en tamaño original y calidad francamente envidiable. Editado y compilado por Gilles Peterson, reconocido locutor de la BBC además de fundador de la radio Worldwide FM, y por Stuart Baker, creador de Soul Jazz Records, les llevó cinco años completar la faena; logro que no hubiera sido posible sin la plena colaboración del gobierno cubano, conforme enfatiza el melómano dúo inglés. “Estas portadas rara vez se han visto fuera de la isla, y son invaluable documento de la rica historia de su diseño y música”, explican sus autores, prontos a señalar que no solo son reflejo del legado cultural sino -obvio es decirlo- “de la influencia política y la estética del comunismo”. De hecho, según el atento repaso que ha hecho revista británica Mojo del libro, el arte de tapa “de los 60s todavía muestra resquicios del pasado: imágenes de glamour y romance a partir de discos de Benny Moré, Gina León, Orquesta Aragón, entre otros. Pero, al ser declarados los músicos empleados estatales, comienzan a abrirse paso gráficos experimentales, más crudos, más urgentes y políticamente cargados. Un buen ejemplo es la portada del álbum del ’76 del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, donde aparece una metralleta AK-47. Ya luego, en los 80s, con el colapso del comunismo internacional, la estética se precia menos combativa”. “Es difícil creer que estas ‘armas’ propagandísticas salieran con canciones bailables, jazz, música electroacústica experimental, sonidos afrocubanos. Realmente es un documento fascinante de la sociedad cubana”, ofrece Baker, pronto a marcar que la intención del sello estatal Egrem “evidentemente no era vender la mayor cantidad de discos posibles, sino producir artefactos con valor cultural”. Subraya además que el libro era una “deuda pendiente” que vuelve accesibles obras visuales ignotas para buena parte del público anglo; por el extenso bloqueo a Cuba, aclarar por si las mosquitas. Recuerda, de hecho, que en 2015 Egrem llegó a un acuerdo con Sony Music para distribuir música cubana, argumentando que se trataba de “material informativo” y, por tanto, debía estar exento del embargo estadounidense. “Tanto Sony Music como el sello cubano nos permitieron concretar este proyecto”, se muestra agradecido el experto inglés.