Desde 2007 la compañía Sin Drama de Down persigue dos objetivos: por un lado, la inclusión de personas con síndrome de Down en el oficio de la actuación; por otro, la construcción de una nueva mirada sobre la discapacidad asociada al arte entre los espectadores. En estos trece años, el grupo realizó diversas producciones que combinan talento, dedicación y un alto nivel de profesionalización: obras de teatro, películas, videoclips e improvisaciones por Zoom son algunas de las piezas que pueden verse de manera gratuita desde su canal de YouTube (https://www.youtube.com/viajezapucai). Este año se estrenará Buena educación, un homenaje a las escuelas rurales de todo el país rodado en el partido de Ezeiza.

En 2020 Escuelita del amor obtuvo el premio a Mejor Película en el XIII Festival Internacional de Cine sobre la Discapacidad de Collado Villalba (España), siendo seleccionada entre más de 150 proyectos de ficción, documentales y animaciones. Pero este mediometraje no fue su primera incursión en cine: en 2014 estrenaron Sin Drama de Down. Un lenguaje propio –largometraje ficcional en el que participaron actores como Coco Silly, Claribel Medina y Dan Breitman– y en 2019 Down para arriba, documental dirigido por Gustavo Garzón sobre el taller creado originalmente por Andrea Doumanian y Juan Laso, actual director de la compañía. Hace dos años, este espacio al que asisten los mellizos de Garzón, Juan y Mariano, funciona en la escuela que el actor lleva adelante junto a Virginia Lombardo.

“Tratamos de que todo sea profesional para que el hecho artístico resulte atrapante; que esté protagonizado por personas con síndrome de Down no significa que el público tenga que hacer una concesión desde la mirada compasiva. Hay que salir de ese estigma. Lo que más me gusta es que a la gente le queda una impresión, al igual que con cualquier obra de arte: se ríen, lloran, les pasan cosas. Para mí los prejuicios con respecto a la discapacidad empiezan a ser derribados cuando alguien puede abrir nuestro canal de YouTube en lugar de Netflix y ver una peli o un videoclip de Sin Drama, no para darles una mano sino para conocer ese mundo”, dice Laso en diálogo con Página/12, que además es maestro de yoga y desde hace diez años está abocado a la permacultura en la zona rural de Ezeiza.

Los papeles pensados para personas con discapacidad no abundan y la integración no siempre resulta fácil porque suelen primar las lógicas de trabajo automatizadas: “A la industria le cuesta bastante incluir todo aquello que requiera un trabajo más artesanal. En estos casos los actores necesitan libertad para trabajar: si uno les da un texto y les pide que lo memoricen, no funciona; se acartonan un poco y pierden esa lucecita. Hay un guion pero generalmente hacemos improvisaciones ensayadas y siempre está esa chispa que surge en el momento, lo espontáneo que a nosotros nos cuesta tanto y que los convierte a ellos en actores muy naturales”.

El arte produce efectos positivos: Laso destaca las mejoras vocales en el trabajo con la palabra, el refuerzo de los vínculos, un sentido de pertenencia al grupo y el desarrollo de cierta autonomía. “Tendemos a identificamos con ciertos aspectos de nuestra personalidad, entonces si hay un actor que resuelve todo de manera cómica tratamos de llevarlo hacia otras zonas. Durante muchos años, una de las actrices no habló porque tomaba una medicación; a ella la vemos como el ángel del grupo y después de varios años finalmente pudimos conocer su voz, de golpe grita, la ponemos en situaciones teatrales de conflicto o enojo. A veces soy un poco lanzado y les propongo hacer giras con los permisos correspondientes: viajamos, hacen notas para el noticiero del pueblo y son reconocidos por su oficio”, destaca Laso.

Generar emociones en el público es un desafío para cualquier artista; el director confiesa que a él le costó bastante lograr eso en su experiencia sobre los escenarios: “Ellos tienen una cualidad natural para llegar al corazón de la gente. Se trata de levantar las barreras que tenemos socialmente con la discapacidad, que no está integrada del todo aunque se hacen muchas cosas para lograrlo. A veces desconocemos el mundo interno de estas personas, la gente tiene miedo de acercarse, no saben cómo dirigirse a ellos, si hablarles como niños o adultos. En Escuelita del amor hay una escena de ficción en la que toman cerveza, se emborrachan y caen al piso. Esto puede chocar porque no se los concibe como adultos, pero lo son. Por supuesto, para hacer este tipo de cosas siempre pedimos permiso a las familias”.

La pandemia recluyó a los actores en sus casas debido a los riesgos sanitarios, pero aún así se mantuvieron activos y siguieron generando material: “Tienen una gran ductilidad, se adaptaron bien y pudimos seguir todo el año. Cada uno trabajó desde su casa pero incorporamos escenografía, vestuario, lo que teníamos a mano; y también mejoramos nuestro manejo de la tecnología para poder editar, poner música o sumar imágenes. Nos fuimos perfeccionando para que no sea sólo el registro de un encuentro por Zoom sino pequeños cortos”.

Buena educación, escrita y dirigida por Laso, fue filmada en la Escuela Rural Nº 6 Perito Moreno –institución a la que asisten sus propias hijas– y aborda cuestiones como el afecto, la disciplina, el bullying, la inclusión, el compañerismo y las relaciones humanas. El director cuenta que estudió para ser maestro rural aunque no terminó la carrera, y que este film de algún modo es un homenaje a las escuelas rurales de todo el país. “En las clases veníamos trabajando el aula como escenario. Cada año aparece un tipo de trabajo, profundizamos ciertas temáticas y surgen estos debates porque son personas que están muy expuestas a los medios de comunicación, tienen su postura. Recuerdo que hubo un paro docente de muchos días y se generó un contrapunto interesante entre dos actrices con miradas muy diferentes sobre la educación”.

Laso imagina el estreno en ámbitos educativos junto a los actores, y a la hora de sintetizar el trabajo de la compañía elige dos palabras: amor y humor.  “Creo que con Sin Drama de Down podemos completar una mirada a veces un tanto parcializada sobre la discapacidad. Hay un lema que siempre tenemos presente: reconocer las diferencias e igualar las oportunidades. No somos todos iguales y está bien que reconozcamos las diferencias, pero es necesario generar oportunidades para todos y que en el terreno del arte también sea así”.


* Link a Escuelita del amor: https://www.youtube.com/watch?v=uOxZ-qCdNpM